Hasta hace dos días, sólo se hablaba de Sáenz de Santamaría, la mujer fuerte del Gobierno, la apuesta de Mariano Rajoy para conducir la legislatura. Dolores Cospedal ha recuperado, en estas horas, buena parte del protagonismo perdido en estos últimos meses. Con un PP conmocionado, con cargo de conciencia, arrojando culpas y venablos contra los medios y la oposición, la secretaria general aparecía firme y tranquila, acompañando a Mariano Rajoy al tanatorio donde se velaban los restos de Rita Barberá. Ni rastro de otros miembros de la dirección de Génova. La familia había pedido que no fueran. Tan sólo amigos, gente de la vieja guardia del PP como Ana Pastor, Celia Villalobos, Luis Fernanda Rudi o los defenestrados José Manuel Soria y Ana Mato. Y muchos compañeros valencianos. Cospedal junto a Rajoy, juntos siempre en los trances más delicados.
El aterrizaje en la sede nacional de los 'jóvenes cachorros' de Jorge Moragas, hace quince meses, había eclipsado su papel de controladora máxima de la oreganización. Desalojada de la presidencia de Castilla la Mancha pese a su victoria electoral, le costó mucho recuperar el tono. Entre lossuyos no gozaba de aliados excelentes y sí de enemigos acérrimos. Tanto en Moncloa como en Génova tenía que caminar con coraza para evitar el fuego amigo.
El papel de los renovadores
Fernando Maíllo, vicesecretario fe Organización, había sido el encargado de coger las riendas de la sala de máquinas en septiembre del pasado año. Cospedal apenas aparecía en las teles cada lunes, junto a Rajoy, en el Comité de Dirección. No se prodigaba con los medios. para eso estaban Casado, Maroto o Levy, jóvenes y brillantes. Los 'renovadores' del viejo buque conservador.
Tras la victoria electoral del 26-J, luego de una campaña en la que participó en decenas de actos y de mítines, Cospedal pareció recuperar buena parte de su presencia política. Rajoy estaba feliz con unos resultados que le permitían acceder a la investidura. Todo fue un espejismo. Rajoy se aseguró la Moncloa pero, en la hora decisiva de formar Gobierno, a Cospedal le correspondió la cartera de Defensa, un ministerio de Estado pero de perfil mediático muy bajo. Por contra, a su rival más fiera, a Soraya Sáenz de Santamaría, le mantenía en la vicepresidencia y le nombraba ministra para Cataluña, el objetivo estrella de la legislatura.
También en la preparación del Congreso Nacional del partido, previsto para febrero, parece haber sido relegada. Los 'cachorros' de Génova han sido designados para presidir las ponencias programáticas, Rudi dirige el equipo organizador y Cifuentes, como anfitriona, será la presidenta del cónclave. Cospedal, sin función en el reparto.
Un pacto secreto
El debate sobre su continuidad como secretaria general se extendió como la pólvora en los circuitos internos de la formación. "No os vais a librar de mi", le espetó Cospedal a los periodistas. Circula la especie de que Cospedal entró modestamente en el Gobierno tras un pacto con Rajoy. Le garantizó su continuidad como 'número dos' del partido en tanto que Fernando Maíllo, a quienes todos sitúan ya en la cúspide de la organización, se quedaría con el papel de coordinador laborioso, capataz imprescindible, el tercero de la fila.
Rajoy la respeta y, quizás, la aprecia, cuentan en el partido. Sólo Cospedal se batió el cobre con Bárcenas en los momentos más duros. Levantó un muro defensivo en torno al presidente cuando el resto de sus compañeros del PP se ponían de lado o se escondían como roedores. También dio la cara por Rita Barberá, hostigada y perseguida con ahínco. "Ya ha hecho lo que tenía que hacer. Ha dejado el PP. ¿Conocen a muchos políticos que sin haber ido a declarar por una aportación de mil euros tengan que dejar el escaño?" Fue la única voz que surgió de las filas del PP en defensa de la exalcaldesa. Fue, también, la encargada de convencerla para que diera su brazo a torcer. La presión sobre Barberá resultaba insoportable.
En el tanatorio valenciano, Cospedal entró junto a Rajoy. Salvo algunas excepciones, no había por allí ni rastro de ministros o dirigentes del partido. El PP ha vivido unas horas de conmoción, de abatimiento, de sensación de culpa, de reacciones intempestivas y de golpes de pecho estrambóticos. "La dejamos muy sola", comentó el minsitro de Cultura, quizás el más acertado en la reflexión.
La figura de Cospedal, valiente y decidida en este áspero episodio de escándalo valenciano, recibe en estas horas elogios y muestras de agradecimiento por parte de militantes de base o mandos intermedios, irritados con la dirección. "Ha recuperado los galones. Fue la única que actuó con dignidad, mientras otros se achantaban o apuñalaban", comenta un veterano del PP de Valencia.
"La habéis dejado caer, no tenías que estar aquí", le gritaron a Rajoy a la llegada al tanatorio. "Ha sido un honor ser amigo de una persona noblre y generosa", declaró el presidente. Hablaba por telefóno con Barberá. Como en su día hizo con Camps, en pleno lío de los trajes.
También Cospedal era su amiga. "Hasta que no haya muerto de un infarto no van a parar de perseguirla", advirtió en febrero de este año. Ahora, la figura de la secrateria general se ha revaluado. Ha recuperado sus galones en su frente interno. "Un ejemplo de dignidad", comentaba ésta fuente. La ministra de las Fuerzas Armadas quizás siga siendo la general secretario de su partido a la vuelta de febrero. Sólo Rajoy lo sabe.