Este domingo se va a cerrar, aparentemente, uno de los períodos más convulsos de la reciente historia del PSOE. Aunque algos dirigentes piensen que "no es para tanto" y que el partido recuperará su tono tarde o temprano, a partir del lunes se verá si la tensión de estos nueve meses ha dejado huella, no ya entre dirigentes, sino entre los propios militantes -esta es la novedad-, que han llegado al insulto en las redes sociales.
Cuando a las 10 de mañana del 21 de mayo de 2017 abran sus puertas los casi 2.907 centros de votación instalados en casas del pueblo repartidas por toda España, 6 en distintas capitales europeas y 11 en otras tantas ciudades sudamericanas, y comiencen a depositar su papeleta en las urnas los 187.949 militantes con derecho a voto, la suerte estará echada para los tres candidatos.
De acuerdo a la dinámica "excluyente" que ha dominado el proceso, según reconocen todos los sectores, Susana Díaz o Pedro Sánchez se alzarán con una victoria que lo será a medias, amarga porque el "bando" perdedor, por utilizar la terminología del propio ex secretario general, no se quedará conforme.
Si gana ella, la favorita a tenor de la ventaja de 6.500 avales que sacó al segundo, lo más probable es que muchos de los seguidores de Sánchez que todavía respiran por la herida del "golpe" (sic) de los barones en el Comité Federal el uno de octubre, cumplan su amenaza de abandonar el PSOE.
Afines a Díaz ven inevitable que, si ella gana, muchos sanchistas se vayan del PSOE y lo consideran incluso bueno porque creen que el enfrentamiento ha llegado demasiado lejos
Y esto, por paradójico que parezca, los afines a la presidenta andaluza no lo ven con malos ojos porque piensan que el enfrentamiento ha llegado demasiado lejos. Afrontarían esa posible fuga como un mal necesario para "limpiar" el partido de gentes que, lideradas por el "populista" Sánchez, han "desnaturalizado" un proyecto nacido en la localidad francesa de Suresnes (1974), postrimerías del franquismo, para contribuir a la estabilidad de la entonces incipiente democracia; un PSOE híbrido de clases medias y obreras, socialdemocracia de "orden", en el cual "la militancia" nunca tuvo la última palabra por definición.
Desde luego, se vayan o se quede esa masa que nadie sabe cuantificar, lo que nunca aceptará Díaz es el "cesarismo", dice, dar "la última palabra" a los afiliados y cambiar así el modelo con el que el partido gobernó 21 años en democracia bajo la mirada de Felipe González, Joaquín Almunia, José Luis Rodríguez Zapatero y Alfredo Pérez Rubalcaba; todos, menos Almunia, están hoy con la andaluza.
"Yo no me voy a esconder detrás de los militantes", suele repetir Susana Díaz para afear a su contrincante el haber envenenado la dinámica interna con un discurso de "buenos y malos" socialistas, del "no es no" a Mariano Rajoy, que no le está yendo nada mal: 57.000 firmas (53.000 después de descontar los avales nulos) que han metido el miedo en el cuerpo a los susanistas; particularmente a aquellos barones, como el valenciano Ximo Puig, o el asturiano Javier Fernández, presidente de la gestora, derrotados estrepitosamente en sus territorios durante la recogida de avales.
Sánchez sabe que necesita una movilización máxima para ganar y cree que la clave no está en sus 53.000 avales, que espera revalidar todos, sino en cuantos de los 61.000 de Díaz son fruto de las presiones de los aparatos o potencial voto oculto suyo.
El sanchismo sostiene que los 61.000 avales a Díaz son su 'techo' y que ahí hay mucho voto oculto al ex secretario general
Así, mientras el sanchismo calcula que los avales de la andaluza son su techo en votos, las firmas de él son su suelo. Aspira a crecer no solo a costa de ella, también de los que regresen de Patxi López a las filas del ex secretario general y... ¡atención! cree López puede robar voto a la andaluza tras lo visto en el debate del pasado lunes. "Se presentó como alguien fiable para los sectores del partido que recelan de Pedro", insisten desde esas filas.
Lejos de preocupar eso a Sánchez, él piensa que la pinza que hicieron ambos ha "desenmascarado" al ex lehendakari como la candidatura B del susanismo para impedir su victoria, y eso ha propiciado en los últimos días, por ejemplo, que la presidenta balear, Francina Armengol, haya vuelto al redil, y la diputada e hija del líder del PSOE murciano, María González Veracruz, coordinadora de Comunicación de López pero muy amiga de Sánchez, esté manteniendo un "significativo silencio", resalta un destacado sanchista.
Desde luego, si gana, es el acabose orgánico. Supondrá una desautorización en toda regla no solo de Susana Díaz, que quedaría muy tocada en Andalucía, sino de Felipe González para abajo todos los que han sido algo en el partido en los últimos 40 años; en particular de los barones que aún siguen en ejercicio, como el extremeño Guillermo Fernández Vara; el castellano-manchego, Emiliano García-Page; o el aragonés, Javier Lambán, quienes han puesto más carne en el asador susanista; No digamos ya Puig o el asturiano Fernández.
Nada será descartable en ese caso, ni siquiera alguna dimisión, aunque Vara ya ha advertido que aunque gane Sánchez él no se va a sentir desautorizado para seguir, por más que ya le haya salido una competidora por la secretaría general extremeña, Eva Pérez, azuzada en la sombra por el ex presidente extremeño Juan Carlos Rodríguez Ibarra.
Con todos, 6.500 avales son "muchos" para recortar diferencias, admiten diversas fuentes conocedoras de la dinámica interna socialista, y eso hace que el susanismo haya elaborado la siguiente teoría: si ella mantiene este domingo en voto los 61.000 avales logrados y Patxi López aguanta sus casi 11.000, Pedro Sánchez necesitará más de un 80% de participación para ser reelegido secretario general.