Albert Rivera es consciente del riesgo que ha asumido en estas elecciones generales. Ciudadanos ha jugado su carta más arriesgada el 28-A. Rivera ha cerrado la puerta a cualquier pacto con el PSOE y ha concentrado sus esfuerzos en disputar al PP la hegemonía del centro derecha.
Todas las encuestas coinciden en que Ciudadanos va a mejorar los 32 escaños de hace tres años. Pero el éxito o el fracaso del 28-A dependerá de si tiene opción de entrar a un Gobierno alternativo a Pedro Sánchez, si se acerca o adelanta al PP y si se ve superado o no por Vox.
Rivera suele recordar que desde las generales del 2016, Ciudadanos ha crecido siempre que se abren las urnas. Pasó en Cataluña, donde ganaron pero no gobiernan. Y más recientemente en Andalucía. El partido naranja casi triplicó sus diputados y forma parte de un ejecutivo de coalición con el PP, que ha desbancado al PSOE de esta comunidad por primera vez en 37 años.
Buenas sensaciones
El ambiente en Ciudadanos es inmejorable. El partido ha terminado la campaña con más energía que en otras ocasiones. Hay confianza en un buen resultado. Lo dicen sus sondeos, pero también las sensaciones.
Rivera está convencido de que el 28-A será un paso definitivo en la consolidación de Ciudadanos como alternativa moderada del centro derecha. "La UCD del siglo XXI", dice en sus mitines. La "casa común del constitucionalismo" frente al avance de los extremos.
Ciudadanos empezó a desinflarse en las encuestas después de la moción de censura. El inesperado cambio de Gobierno y la renovación del PP frenaron lo que parecía el camino imparable de Rivera a la Moncloa. El partido naranja cree haber frenado ese retroceso gracias a varios hitos. El primero fue el resultado andaluz. El segundo, su negativa a pactar con el PSOE. Y el tercero, la oferta de gobierno de coalición al PP.
Rivera no se ha guardado nada para estas elecciones. Se ha traído a Inés Arrimadas y a José María Espejo al Congreso, consciente del agujero que abre en Cataluña, y ha fichado a rostros como Marcos de Quinto y el abogado del Estado Edmundo Bal.
Y lo ha hecho a costa de comprimir las listas y enviar a algunos de los rostros más conocidos de Ciudadanos a circunscripciones muy complicadas en la pelea por el escaño. Marta Rivera, a La Coruña; Juan Carlos Girauta, a Toledo; y el secretario general, José Manuel Villegas, Almería.
Los debates impulsan a Rivera
Además, el papel de Rivera en los debates, según los estudios internos que manejan, ha contribuido a movilizar voto indeciso a su favor.
No todo el mundo comparte en Ciudadanos la estrategia del portazo al PSOE y la tibieza con Vox. Son voces críticas que jamás cuestionan el mensaje en público, pero que en privado admiten que no lo ven claro.
Comparten con Rivera que Sánchez no es un líder ad hoc. Y que hay motivos para vetarle, que para Rivera también son personales. La relación entre Sánchez y el líder de Ciudadanos es irreconducible, según quienes les conocen. Más allá de eso, hay cargos de Ciudadanos que considera un error empujar al PSOE fuera del constitucionalismo.
La dirección de Ciudadanos hizo una apuesta fuerte. El adelanto electoral de Sánchez, calculado en su propio beneficio, puso a la formación naranja entre la espada y la pared en su rol de bisagra de Gobierno. Para Rivera y su equipo más cercano, abrir la puerta a un pacto con el PSOE tal y como Sánchez planteó la campaña era certificar el acta de defunción de Ciudadanos.
Gobierno o guerra con el PP
Eligieron la opción contraria. La misma que en Andalucía. Ciudadanos se ha escorado a la derecha, quizá demasiado para algunos, para ganar músculo electoral. Y, desde el Gobierno, aplicar políticas liberales y de centro en el Ejecutivo.
Rivera ha abierto un nuevo frente en esta recta final de la campaña. La competición de tú a tú con Pablo Casado, al que ha atacado sin cuartel en los debates. Y ha comprometido con la incorporación del ex presidente de la Comunidad de Madrid, Ángel Garrido.
Ciudadanos se ha guardado dos cartas para el 29-A si los resultados acompañan. Uno es la posibilidad de formar un Gobierno que envíe a Sánchez a la oposición. Otro es su asalto definitivo al liderazgo del centro derecha moderado si Vox da un campanada que deja al PP tiritando.