Pedro Sánchez recula. Hasta este jueves, su negativa a que en el próximo Gobierno hubiera ministros de Podemos ha sido rotunda, pero fuentes socialistas aseguran que ya "está valorando todos los escenarios", incluido el que le viene exigiendo Pablo Iglesias: que los dos partidos compartan la mesa del Consejo de Ministros.
Con ese gesto comienza a desbloquear el presidente en funciones una investidura que se le empezaba a complicar sobremanera. "La propuesta es volver al punto de partida: hablar de contenidos" y, a partir de ahí, de nombres. Ahí radica el cambio: Sánchez se abre a la presencia de morados en su gabinete, no solo en secretarías de Estado o direcciones generales.
Todo con tal de que no descarrile, no ya la investidura, sino la misma legislatura porque el propio Sánchez aclaraba esta mañana, rotundo, en Los desayunos de TVE: "No contemplo ni trabajo con un escenario de repetición electoral", pero lo cierto es que el curso de los acontecimientos le abocaban a ello.
PSOE y Unidas Podemos venían protagonizando una dura lucha por culparse del rotundo fracaso que se avecinaba; Midiendo cada declaración a los medios de comunicación y cada movimiento en redes sociales con el objetivo cada vez menos disimulado de endosar al otro ese acto "fallido", en palabras de la portavoz de la coalición, Irene Montero, que iba camino de ser el pleno deñ Congreso los días 22 y 23 de julio.
Si el miércoles eran Montero y la vicesecretaria general socialista, Adriana Lastra, quienes se emplazaban en la SER a un diálogo telefónico que resultó infructuoso, este jueves tocaba hacer lo propio a los dos primeros espadas: el propio candidato y Pablo Iglesias.
Sánchez abría fuego desde TVE anunciando que iba a telefonear al líder de Podemos, y éste le respondía casi en directo desde Antena 3: "No es serio que me entere por los medios de que Sánchez me va a llamar porque ahora ustedes me van a preguntar si me ha llamado y les voy a tener que decir que no".
Hasta por WhatsApp
Inmediatamente él guasapeó a su interlocutor en La Moncloa y quedaron en charlar telefónicamente a las 16.00, conversación al término de la cual fuentes de Podemos se apresuraban a insistir que se había transmitido al presidente del Gobierno en funciones la necesidad de llevar a cabo "una negociación integral de gobierno de coalición (programa y equipos) sin líneas rojas ni vetos".
Pero el candidato socialista seguía a esa hora "inamovible" en su oposición a "compartir responsabilidades de gobierno con UP proporcionales a los votos", lamentaban Iglesias y los suyos, que nunca han aceptado la ambigüedad del PSOE intentando poner al mismo nivel la negociación con el llamado "socio preferente" y la que mantiene con el PP -Ciudadanos se niega- por la abstención.
En esa estrategia de atribución de culpas, el presidente del Gobierno en funciones colgó a media tarde del jueves, horas antes de cambiar de opinión, un tuit en el que "lamentaba" que su interlocutor no hubiera aceptado el Ejecutivo de cooperación que él le ofrecía -nada de Consejo de Ministros, solo secretarios de Estado y directores generales "independientes" a sugerencia de Podemos-; y concluía con un premonitorio "seguiremos intentándolo":
He llamado a @Pablo_Iglesias_ para negociar primero el programa y, después, la composición del Gobierno. Debemos hablar de contenidos y conocer el grado de consenso.
Lamentablemente, ha rechazado la propuesta. Seguiremos intentándolo.— Pedro Sánchez (@sanchezcastejon) July 11, 2019
Como si estuviera barruntando su fracaso, el propio candidato ya matizaba por la mañana afirmaciones como la del secretario de Organización del PSOE, José Luis Ábalos, o la ministra de Fomento, María Jesús Montero, en el sentido de que después de las votaciones del 23 y 25 de julio "no habrá otra oportunidad".
Sánchez recordó que si el 25 hay una segunda votación fallida -la que necesita solo 173 diputados para salir adelante-, su candidatura decaería y la iniciativa volvería al Rey Felipe VI, quien, tras una nueva ronda de consultas con los partidos, verá si hay "agua en la piscina" como para volver a proponer su candidatura a finales de agosto o septiembre.
El problema de la negociación es que la discrepancia no es solo de nombres, también y, sobre todo, de fondo. Sánchez echó mano de la situación en Cataluña para preguntar en voz alta a Podemos qué haría estando dentro del Gobierno si hay que aplicar otro 155 en Cataluña; o si seguirá llamando "presos políticos" a los dirigentes independentistas procesados por el referéndum ilegal de autodeterminación el 1-O de 2017.