Una diferencia de cuatro décimas de segundo provocó que las primeras palabras de Neil Armstrong al tomar contacto con la luna se escuchasen antes en Fresnedillas de la Oliva que en Houston. Fue en este pueblo de tradición agrícola y ganadera ubicado en la sierra madrileña donde la NASA instaló una de las tres antenas para hacer el seguimiento de las misiones Apolo.
Sus 'gemelas' estaban en Goldstone, EEUU, y en Canberra, Australia. La supervisión iba rotando y en aquel momento le tocaba el turno al equipo destinado en la base española. Ocurrió en la noche del 20 al 21 de julio de 1969. El Eagle (Águila), uno de los módulos de exploración lunar de la misión espacial Apolo 11, descendía sobre una superficie remota llamada Mar de la Tranquilidad.
A Armstrong y Aldrin les quedaba poco combustible. Descendieron en el Mar de la Tranquilidad, pero el alunizaje se hizo 'in extremis'
El astronauta de Ohio y su compañero de tripulación Buzz Aldrin viajaban a bordo y solo les quedan 20 segundos de combustible. Estaban de todo menos serenos. El alunizaje se hizo in extremis. "Houston... aquí base Tranquilidad, el Eagle ha alunizado". Armstrong respiraba aliviado.
A las tres de la madrugada y 56 minutos saltó desde el último peldaño de la cápsula al suelo para pisar el quinto satélite más grande del sistema solar. Era la primera vez que el hombre conseguía llegar a la superficie lunar: "Es… un pequeño paso para un hombre… pero un salto enorme para la Humanidad".
"No sabía inglés, pero aplaudí igual"
Han pasado 50 años de aquel hito, pero Manuel Basallote, un carpintero jubilado que trabajó 40 años en las estaciones de Fresnedillas de la Oliva y de Robledo de Chavela, lo recuerda como si fuera ayer. "Yo no entendía nada en inglés, pero me puse muy contento. Todos los supervisores aplaudían sin parar, así que nosotros también", cuenta sentado en un banco de la plaza del pueblo a Vozpópuli.
"Ese día nos quedamos muchas más horas de lo normal. Yo estaba colocando unos cuadros en una fachada. Había entrado a trabajar a las 8.00 horas como siempre, pero me dijeron que me podía quedar. Estaban esperando a que la nave llegase a la luna, algo que ocurrió ya de madrugada", dice. Y se quedó. "Mientras los astronautas llegaban, la gente estaba impaciente, otros se echaban unas cabezadas, otros tomaban café...", apunta.
De pronto, Armstrong se comunicó con la Tierra. Y poco después puso un pie en la superficie lunar. "¡Lo que yo vi por los monitores, al día siguiente lo echaron en todas las televisiones!", exclama. "Los americanos se pimplaron bien de cerveza para celebrarlo. Estaban muy contentos", ríe.
Dragados fue la empresa adjudicataria de la obra civil y buscaba personal para la construcción y el mantenimiento de las infraestructuras
Basallote nació en Cádiz, pero se crió en Barbate. Allí se dedicaba a construir y reparar barcos de madera. Tenía 23 años cuando terminó la mili y un conocido le propuso fichar por Dragados y trasladarse a Fresnedillas. Era la empresa adjudicataria de la obra civil y se necesitaba personal para los trabajos de construcción y mantenimiento de las infraestructuras de la estación.
Trabajar con americanos
En la base también había albañiles, electricistas, fontaneros... "Hacía falta de todo. Pusieron un coffee shop para los americanos donde terminó atendiendo la hija del alcalde", comenta. Aceptó el reto y, a diferencia de otros compañeros, acabó instalándose definitivamente en el pueblo.
Por aquella época los sueldos en España eran muy bajos y con los americanos se pagaban las horas extraordinarias"
"Me eché novia y después de Dragados di el salto a la NASA", resume. Aquella chica a la que conoció en "el baile" de la discoteca 'GooD', de moda entre los vecinos de la zona, es hoy su mujer. "Por aquella época los sueldos en España eran muy bajos y con los americanos se pagaban las horas extraordinarias. Esto nos servía para doblar sueldos, lo nunca visto", celebra.
"Al principio íbamos a la estación por nuestros propios medios que, por aquel entonces, eran una bici o una moto. Por eso también nos daban algo más de dinero. Después pusieron una flota de coches para transportarnos. Hacía mucho frío", añade. Hizo muchos muebles para todos aquellos "cables y aparatos" que se necesitaban para realizar el seguimiento de las misiones Apolo.
También tuvo algún accidente que otro. El más aparatoso entre 1984 y 1985, cuando la base de Fresnedillas estaba cerrando y los equipos se estaban trasladando a la de Robledo de Chavela. Estaba haciendo un embalaje y no salió bien parado.
El desembarco de 'Los Pitufos'
Para mover la antena principal y los equipos al otro pueblo, la NASA también contrató a un grupo de veinteañeros. Iban ataviados con un mono azul, una vestimenta que les valió el apodo de 'Los Pitufos'. Entre ellos estaba Tomás Alonso, natural de Fresnedillas de la Oliva.
Para mover la antena principal y los equipos a la base de Robledo, la NASA contrató a un grupo de veinteañeros. Iban ataviados con un mono azul. Les apodaron 'Los Pitufos'
"Fue mi primer contacto con el mundo de las Telecomunicaciones. Hacíamos de todo. También vivir la vida", recuerda. De ahí surgió su vocación. Años más tarde se fue a vivir a Estados Unidos, donde se licenció en Ingeniería de Telecomunicaciones.
Volvió después de más de nueve años fuera a España y hoy trabaja en la estación de Robledo gestionando las señales que envían las misiones de espacio profundo de la NASA. Lleva allí dos décadas. "Vivir en mi pueblo y trabajar a 15 kilómetros en lo que realmente me gusta es todo un lujo", considera.
La Estación cambió la vida a Manuel y a Tomás, pero en general a todo Fresnedillas. Elena Hernández, informadora turística y guía en el Ayuntamiento del municipio, cuenta a este diario que "por aquellos años en el pueblo había dos televisiones y muy pocos coches". "Como en muchas otras partes de España, no había lavadoras, ni ordenadores, ni móviles", incide.
Revolución para el pueblo
Mucha gente, añade, vivía de la ganadería, por lo que se atreve a asegurar que "en 50 años hemos tenido una evolución que no se daba desde la Revolución Industrial". "Los norteamericanos barajaron la posibilidad de ubicar las instalaciones en el norte de África, en Italia, en Francia... Pero Franco y el Gobierno de EEUU terminaron alcanzando un convenio para construir la Red del Espacio Profundo de la NASA aquí", explica.
El contrato pasaba por ceder terrenos a la agencia estadounidense y que los técnicos norteamericanos formasen a los españoles. "Fue muy bueno para España porque aprendimos a manejar una tecnología que nunca habíamos tenido. Además, actualmente hay empresas que vienen de esa época y que siguen fabricando material para la NASA", comenta Hernández.
Fue muy bueno para España porque aprendimos a manejar una tecnología que nunca habíamos tenido"
A finales de los 60 el pueblo de Fresnedillas contaba con 700 habitantes censados. Aunque solo vivían allí cerca de 400. "En total, para el seguimiento de la misión Apolo 11 había 93 norteamericanos y 98 españoles en la base. De estos, 25 eran profesionales contratados para tareas de mantenimiento, cocina, etc. A partir de 1972 ya eran todos españoles", señala.
"Les pagaban bien y sobre todo, les trataban bien. Cuando se desarrollaban las distintas misiones terminaban reconociendo con el mismo diploma a todos los trabajadores. Tan importante era que una persona hubiese estado barriendo que un ingeniero", destaca. Según Hernández, había un gran sentimiento de equipo.
Sentimiento de equipo
Basallote lo corrobora. No cambia su experiencia por nada. Y eso que cuando bajaba al sur a ver su familia ni siquiera se atrevía a contarles "las cosas de la NASA". Solo a sus padres. "Igual pensaban que estaba tocado de la cabeza", asegura.
Fue prejubilado con 62 años, ya reubicado en Robledo de Chavela. "O echaban a 22 chavales jóvenes u otros 22 cogíamos la jubilación anticipada... A mí me costó llorar, se nota mucho pasar de madrugar toda la vida a levantarse cuando a uno le parece", reconoce. Después se alegró al comprobar, explica, que el sueldo se mantenía prácticamente igual.
Al igual que Armstrong, el carpintero gaditano afincado en Fresnedillas defiende ante los escépticos la llegada del hombre a la luna. "Hay gente que aún no se lo cree, incluso se llegaron a hacer rogativas a la virgen para que lloviera porque pensaban que por culpa de las antenas las nubes se habían desplazado a otros lugares", cuenta.
"Todo fue real"
"Pero todo fue real", dice convencido. Tan real como que conoció al astronauta Frank Borman, comandante del Apolo 8. "Era un hombre muy agradable, un poquito calvo como yo, aunque con la cabeza más redondita" describe.
Y añade que parecía muy contento de que el seguimiento se hubiese hecho desde Fresnedillas. "Nos dio las gracias por el trabajo realizado", explica orgulloso en la plaza. Una vecina le interrumpe para saludar: "Buenos días, Manuel, ¿ya estás con la NASA a cuestas?". "Buenos días, aquí estamos...", responde tímidamente.