La irrupción de Luis Garicano y Francisco Igea como voces críticas en Ciudadanos ha sido un fenómeno novedoso para la opinión pública, poco acostumbrada a ver el menor atisbo de disidencia interna en el partido naranja.
Garicano e Igea no lideran una especie de sector crítico con de Albert Rivera, que no existe por ahora. Pero son el síntoma de las dificultades que ha encontrado Ciudadanos desde su nacimiento para conciliar sus dos almas: la de derechas y la de izquierdas. El bien superior que las ha unido durante todos estos años es la lucha contra el nacionalismo, especialmente el catalán.
Ciudadanos es un partido centralizado y vertical. La línea política que marca Rivera y su equipo se sigue a rajatabla. Y es muy difícil escuchar alguna crítica en público. Eso no quiere decir que exista, pero no suele atravesar la esfera de la conversación privada.
Las primarias de Igea
Igea desafió a la dirección del partido, que quería a la ex dirigente del PP Silvia Clemente como candidata a la Junta de Castilla y León. Igea derrotó al aparato después de una votación caótica que tuvo que corregirse después de un pucherazo todavía no aclarado.
Garicano no sólo apoyo públicamente a Igea en aquella campaña, sino que además ha respaldado públicamente a Manuel Valls por ofrecer sus concejales a Ada Colau en Barcelona con tal de evitar un alcalde separatista. Ciudadanos discrepa de este movimiento.
Muchos cargos, diputados y militantes compartían el paso al frente que dio Igea. Pero no lo dijeron en público. Otros tantos discrepan de la política de pactos marcada por Rivera, pero tampoco lo airean en los medios.
El alma más socialdemócrata de Ciudadanos sigue viviendo en Cataluña. Hay muchos militantes que no comparten el veto de Rivera al PSOE, que se tiran de los pelos con Vox y que se ponen nerviosos cada vez que escuchan a Rivera hablando de bajar impuestos.
De Toutain a Espada
Esa tensión ha existido desde que nació el partido. El grupo de intelectuales que firmó el manifiesto fundacional también estaba sujeto a vaivenes. No es lo mismo Ferran Toutain que Arcadi Espada. Lo que unía (y une) a ambos es la existencia de un bien superior a las pulsiones ideológicas: la lucha desacomplejada contra el nacionalismo catalán.
Ciudadanos no ha cambiado tanto diez años después. Es cierto que hay gente en Ciudadanos que preferiría la puerta del PSOE abierta a los pactos. Hay militantes que piensan que el partido debería dar la batalla para ocupar el espacio del PSOE y no el del PP.
Cuando Garicano emite una opinión en ese sentido sabe que no está solo, pero también es consciente de que no tendrá decenas de adhesiones. Pero ha conseguido generar el suficiente ruido como para recordar que hay dos almas en Ciudadanos. Las dos siguen unidas en su rechazo al nacionalismo. Pero discrepan sobre la mejor manera de combatirlo.
¿Los pactos? El no a Pedro Sánchez parece inamovible. A nivel municipal y autonómico hay relato para negociar acuerdos con el PSOE si Vox los impide con el PP.