Una semana difícil, poco más. El Gobierno de Pedro Sánchez quiere volver a la fase cero dejando atrás el polémico acuerdo con Bildu y su equipo se mantiene firme ante las presiones externas que le piden alejarse de Pablo Iglesias. "La relación entre ellos es fluida", aseguran fuentes gubernamentales a Vozpópuli, que hablan de contactos discretos que "se han mantenido intactos" en estos días de crisis. Es la prueba de que la coalición no peligra, aseguran.
Tal y como pasó durante la crisis de la ley de libertad sexual, que enfrentó a Carmen Calvo con Irene Montero, otra vez Iglesias y Sánchez han decidido tomar cartas directas en el asunto. Los contactos discretos se han mantenido poco después de que el PSOE rectificara su respaldo al acuerdo con Bildu, y que llegaran contra La Moncloa los dardos de la CEOE y de El País.
El jueves, el representante de la patronal, Antonio Garamendi, dio por suspendido el diálogo social con el Gobierno. Fue el primer mazazo después de que trascendiera el texto del acuerdo entre Bildu, el PSOE y Podemos, en la noche del miércoles. Acto seguido, el diario El País publicó el editorial más duro contra Sánchez en dos años. En él se hablaba de "depurar responsabilidades" ante "un socio inadecuado".
En plena tormenta, ese mismo día Sánchez e Iglesias se aclararon. Cada semana (normalmente los jueves) los dos líderes suelen celebrar una reunión y lo mismo ocurrió en el momento más duro para Sánchez desde el comienzo de la legislatura. Según las fuentes consultadas esa es la demostración que el protocolo de la coalición sigue intacto: "Es una prueba clara", afirman desde el Ejecutivo.
El socialista, consciente del error de comunicación de su equipo (primero la firma del acuerdo con Bildu y luego la rectificación), envió mensajes a sus ministros de que el pacto con Podemos está blindado. Los ministerios de Unidas Podemos recibieron la misma información.
Buenas relaciones entre los dos líderes
Los morados negaron que el acuerdo con Bildu fuera secreto (al menos entre sus filas, aunque la ministra de Trabajo lamentó el paso atrás en el diálogo social). El quid de la cuestión es que mientras Podemos trabajó para escenificar un acercamiento a los abertzales en clave electoral vasca, el PSOE se sumó, para rectificar pocas horas después.
Ese error alimentó a los sectores socialistas que en Podemos creen que quieren dinamitar el Gobierno de coalición. Entre ellos se incluiría, además de los barones, el expresidente Felipe González, que desde hace tiempo manifiesta en círculos privados su apuesta por un gobierno monocolor respaldado por el PP.
Sánchez de momento no hace caso a presiones externas, aseguran las fuentes gubernamentales consultadas. El equilibrio parlamentario es el que es y considera que Podemos, con sus 35 diputados, sigue siendo el aliado más sólido. Las relaciones entre Iglesias y Sánchez, además, son buenas. La comunicación es fluida y se ha mantenido intacta durante los últimos días. “Esta es una clave importante”, recalcan desde varios segmentos del Ejecutivo.
Tampoco se aprecia en el Gobierno una ruptura de los puentes entre Iglesias e Iván Redondo, el jefe de estrategia de Sánchez. El hecho de que parte del equipo de Redondo trabaje en la búsqueda del apoyo de Ciudadanos no significa un cambio de pareja de baile.
Pocas horas después del estallido de la polémica sobre el acuerdo con Bildu, Sánchez envió la orden a sus portavoces de dirigir los focos sobre el Partido Popular. Rafael Simancas y María Jesús Montero, directamente desde La Moncloa, recalcaron que el acuerdo con Bildu se firmó para obtener los votos necesarios a la prórroga del estado de alarma y “salvar vidas”. Moncloa estrenó la calificación de “partido del no” para juntar a PP y Vox e intentar modificar la agenda política.
Rafael Simancas (PSOE) culpa a PP y a Vox del pacto PSOE, Podemos y EH Bildu: "Nos dejaron tirados, nos obligaron a buscar votos [...] El PSOE hizo lo que tenía que hacer para seguir salvando vidas" https://t.co/Wf6phS2waG pic.twitter.com/WE2Dn4dTTK
— RTVE Noticias (@rtvenoticias) May 22, 2020
Choque Calviño-Iglesias sin dimisiones
El problema para Sánchez es que la llamada geometría variable es menos variable de lo que se cree. Y al menos de momento el entorno del presidente sigue pensando que para mantenerse en la Moncloa hace falta la coalición con Podemos, sin desdeñar “acuerdos puntuales” con Ciudadanos. La debilidad del partido de Arrimadas se lee como una oportunidad para aliviar algunos dolores de cabeza del Ejecutivo. Tal vez incluso para superar el escollo de los presupuestos. Pero de ninguna manera como sustituto en una alianza que dependería de los votos del PP.
En Podemos no se percibe preocupación. "Confianza" y "normalidad" con los términos con los que se expresan los morados. Aunque el partido no está dispuesto a poner la otra mejilla. La Última Hora, el nuevo diario impulsado por Podemos, ha lanzado el viernes un ataque contra el grupo Prisa. El entorno de Iglesias lo dejó claro en los primeros días de la entente cordiale con Arrimadas: el secretario general no pondría palos en la rueda para sacar adelante el estado de alarma, pero no admitiría una reorganización del Ejecutivo. Menos aún perder la vicepresidencia.
La estrategia de Moncloa, según las fuentes consultadas, será intentar apagar la polémica dejando en evidencia que el pacto con Bildu fue algo parecido a una declaración de intenciones. Quedará sobre la mesa el enfrentamiento entre Iglesias y la ministra de Economía, Nadia Calviño, aunque para ninguna de las partes el choque derivará en dimisiones. Se trata más bien de imponer determinadas tesis en el interés de cada actor: en el caso de Calviño sacar adelante una negociación con la UE para el rescate que no aparezca condicionada por Podemos, y para Iglesias salvaguardar la “vocación izquierdista” del Ejecutivo.
En cuanto a Bildu, las fuentes consultadas señalan la clave electoral vasca, aunque en Podemos algunos se sorprendieron cuando el PSOE decidió sumarse al pacto. Para las fuentes socialistas consultadas ese acuerdo fue una “trampa” de Podemos y un “error” de Adriana Lastra, que no supo medir el coste político de un acuerdo que, en realidad, era una foto electoral para las elecciones vascas. Error tras error que Sánchez espera resolver ya la próxima semana con la aprobación del salario mínimo vital.