La decisión de Pablo Iglesias de anunciar el pasado viernes 8 de mayo que el congreso de Vistalegre 3 se celebrará por vía telemática a partir del día 15 ha generado estupor y sorpresa en muchos cuadros y miembros del partido. La sorpresa se ha convertido en sospecha sobre la maniobra, considerada muy poco ortodoxa para renovar la secretaría general. Iglesias ya había adelantado el congreso en enero (tenía que celebrarse en 2021) pero tuvo que suspenderlo por el coronavirus.
Para algunos cuadros de Podemos la elección de Iglesias tiene sobre todo que ver con la necesitad de "resetar" la formación. Iglesias quiere rearmar a la militancia después de la salida de Íñigo Errejón y el año electoral de 2019. Su intención es también consolidarse como líder después de haber entrado en el Gobierno. Pero en el partido son escépticos ante la versión oficial.
Miedo a una conjura
Uno de los elementos cruciales es la renovación de la cúpula. Iglesias no tiene rivales, pero la situación podría complicarse si la pandemia obliga a aplazar el congreso por ejemplo a finales de año. El Ejecutivo es débil y tiene que superar el escollo de la desescalada, de un posible rebrote y de la negociación presupuestaria. Si todo fracasa y el país se ve abocado a nuevas elecciones, todo el futuro de Podemos quedaría en el aire.
Esta es una de las tesis que circula en el partido para justificar la decisión del líder. Algunos sostienen que incluso en el círculo más próximo al secretario general hay movimientos para ir creando un contrapoder. Los nombres que circulan apuntan a personas del grupo más próximo al propio Iglesias.
Las fuentes consultadas creen que en la crisis actual ningún Gobierno “puede sobrevivir”. Y que si fracasa el Ejecutivo, también la figura de Iglesias se desgastará. El problema para Podemos es que es imposible encontrar un sustituto al líder como candidato, pero en cuanto a la cúpula celebrar un congreso en una situación de crisis puede obligar a revisar algunas posiciones.
Temor al adelanto electoral
La segunda tesis apunta al miedo ante un posible adelanto electoral y a la necesidad de tener la formación preparada. Iglesias fue inteligente a finales de 2018 cuando celebró primarias que blindaron las listas antes de que se convocaran las elecciones. El partido necesita reestructurarse a nivel territorial, y si este proceso empieza cuanto antes será más fácil para él blindar a las personas de su confianza.
El secretario general ejerce un control casi absoluto sobre el partido. Los errejonistas no representan una amenaza y los anticapitalistas también se han descolgado. Quedan pequeños grupos no alineados a la secretaria general, que todavía aspiran a tener cargos sobre todo en Valencia y Cataluña. Más allá de esos círculos, Iglesias apostará por la unidad de acción con el PCE, la corriente más fuerte de Izquierda Unida, y avanzar hacia la absorción por la vía de los hechos del partido de Alberto Garzón.
Los intensos debates del primer y segundo Vistalegre quedarán para la historia. El nuevo congreso se celebrará de forma telemática. Así se evitará el peligro de un congreso con las gradas vacías, que constituía otro elemento de preocupación para la dirección nacional.
Nadie cuestiona ya el liderazgo de Iglesias, que se confirmará secretario general del partido a partir del 21 de mayo. A partir de ese momento arrancará la tercera etapa del partido morado con un Iglesias más fuerte que nunca pero expuesto en un Gobierno liderado por el PSOE y llamado a afrontar la crisis más dura en la historia de la democracia española.