“La cuestión era Cataluña y sigue siendo Cataluña”. Quien habla es un dirigente del PSOE de Pedro Sánchez y se refiere a lo que considera el verdadero obstáculo para que Podemos entre en el Consejo de Ministros. Pablo Iglesias insiste en que será “leal” en asuntos de Estado como Cataluña, pero quiere una coalición, porque sabe que todo lo demás significará una derrota. No obstante, las declaraciones que los políticos de los Comunes, la marca catalana de Podemos, han hecho en estos últimos días han ofrecido argumentos a los socialistas más escépticos con el pacto con los morados.
El primero fue Gerardo Pisarello, exmano derecha de Ada Colau y ahora miembro de Podemos sentado en la Mesa del Congreso de los Diputados. El argentino sostuvo el pasado fin de semana que su partido estaba dispuesto a hablar de todo después de la sentencia sobre el 1-O, incluido un gobierno de concentración en la Generalitat para avanzar hacia un referéndum de autodeterminación.
Joan Mena, portavoz de CatComú, corrigió las palabras de Pisarello. Sostuvo el lunes que el dirigente “no tenía toda la información” y que no se refería a un gobierno de concentración. Pero insistió en reivindicar la vía referendaria para resolver el embrollo catalán: "El mejor tsunami democrático es la recuperación de los grandes consensos del catalanismo, de este país, que son la libertad de los presos políticos, la vía del referéndum para decidir nuestro futuro, y revertir los recortes", afirmó en relación a la Diada del 11 de septiembre.
"Estamos dispuestos y hemos dicho siempre que es una muy buena noticia ampliar estos consensos del 80% de los catalanes y las catalanas y esta sería la vía de salida política y democrática en la que nosotros trabajaremos", añadió el portavoz de los comunes para referirse a una consulta pactada con el Estado. De ahí, el anuncio de Colau de no asistir a la próxima Diada por su deriva unilateral.
Malestar en Madrid
Las palabras de Pisarello y de Mena no sentaron del todo bien en la dirección de Podemos. La portavoz Noelia Vera se escabulló de las preguntas sobre Cataluña en la rueda de prensa del lunes. Vera se limitó a hablar de “diálogo” y recordar que Iglesias ha asegurado a Sánchez “lealtad” en asuntos como la cuestión catalana.
Pero entre los socialistas son pocos los que están dispuestos a poner la mano en el fuego morado. En primer lugar, el propio Sánchez, según mantienen fuentes socialistas a este diario. Sobre todo cuando faltan pocas semanas a la sentencia del Tribunal Supremo, que, según los dirigentes del PSOE consultados, será “dura”. De ser así, Sánchez teme que el nuevo Ejecutivo tropiece pocas semanas después de la publicación de dicho dictamen. Considera que el gran peligro es que en el Consejo de Ministros se sienten diputados de Podemos, y que desde el mismo Ejecutivo vuelvan a plantear un referéndum en Cataluña.
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Antecedentes morados
La formación de Iglesias ha considerado en varias ocasiones que un referéndum pactado que incluya la opción de la autodeterminación puede resolver el asunto territorial. Si bien es cierto que después de las últimas elecciones generales, la dirección nacional ha decidido apartar el asunto, los Comunes, no. Y hacia ellos miran los halcones del PSOE contrarios al entendimiento con Iglesias.
Es más. En el PSOE recuerdan que Podemos recurrió al Constitucional la aplicación del 155. Al igual que lo hicieron ERC y JxCAT. El partido de Iglesias también respaldó la petición del fugado Carles Puigdemont para acceder a la Eurocámara aún sin permiso de las autoridades españolas, como desveló Vozpópuli. Y los vínculos con el empresario Jaume Roures también pesan en la balanza sobre la “confianza” hacia Podemos.
Sánchez y sus portavoces lo han repetido en más de una ocasión: en los asuntos de Estado como Cataluña existe demasiada distancia entre el PSOE y Podemos. La última fue el pasado 21 de agosto, cuando el PSOE desechó por “inviable” la propuesta de coalición y programa lanzada por el líder de Podemos.
La sentencia por el 1-O, que todo apunta a que se anunciará a principios de octubre, amenaza con sacudir con fuerza el escenario político español. Y Sánchez teme que una vuelta al radicalismo independentista, con un Podemos proclive al referéndum, acabe convirtiendo un Ejecutivo de coalición con los morados en un experimento muerto al nacer.