El líder de la militancia se ha hecho de nuevo con las riendas del Partido Socialista. Pero Pedro Sánchez tiene ahora por delante la nada desdeñable tarea de recomponer una organización completamente fragmentada internamente. Su victoria en las primarias a la secretaría general significa el triunfo de las bases frente un aparato que optó por dar su respaldo a la líder andaluza, Susana Díaz. Pero que Sánchez haya logrado imponerse a la voluntad de los barones territoriales y a 'la vieja guardia' del partido tiene precedentes.
En 1998 ocurrió algo similar en las primarias que enfrentaron al catalán Josep Borrell frente a Joaquín Almunia. Entonces también sorprendió que el candidato del aparato y sucesor del Gobierno de Felipe González (Almunia) cayese derrotado frente a un Borrell que obtuvo el 55% de los votos. Sin embargo, la gloria le duró poco más de un año a este último, pues acabó tirando la toalla ante las maniobras de sus detractores. La filtración de una investigación por fraude fiscal a dos de sus colaboradores en el ministerio de Hacienda le forzó a apartarse de la dirección del partido.
Almunia cogió el testigo y en las elecciones del año 2000, José María Aznar renovó su mandato con mayoría del Partido Popular. Ahora, el propio Borrell ha dado su respaldo a Pedro Sánchez a quien 74.223 militantes le han brindado su apoyo para que efectúe una especie de viraje hacia la izquierda, donde Podemos le espera agazapado. Por lo pronto, la formación morada ya le ha lanzado un primer dardo envenenado: Pablo Iglesias estaría dispuesto a retirar su moción de censura a Rajoy si el PSOE plantea otra alternativa.
Pero años más tarde se produjo otra afrenta entre aparato y militancia socialista. En el congreso federal del verano del 2000, José Bono partía como favorito con el aval del sector oficial frente a Rosa Díez y Matilde Fernández. Pero José Luis Rodríguez Zapatero, por entonces un diputado casi desconocido, logró emerger entre el clamor de las bases.
Un espejo en Europa
Pero Sánchez tiene ejemplos de sobra en la enferma socialdemocracia europea para tomar apuntes de lo que puede ocurrir en su nueva etapa. Las primarias se han celebrado pocas semanas después del gran descalabro del Partido Socialista Francés en las urnas, donde un candidato 'outsider' se ha hecho con el Elíseo. El socialista Benoît Hamon, del sector crítico con el expresidente François Hollande, logró imponerse en las primarias de enero frente al sucesor natural, Manuel Valls. La militancia francesa optó, sin embargo, por planteamientos más radicales, cercanos a los del ultraizquierdista Jean-Luc Melenchon y por castigar a la estructura tradicional del partido.
En Reino Unido, Sánchez también tiene un buen espejo donde mirarse. El laborista Jeremy Corbyn logró imponerse a su rival en las primarias de septiembre de 2016 -las segundas que se celebraban en cuestión de un año-. Obtuvo el 62% de los votos a pesar de que su contrincante, Owen Smith, contaba con el respaldo de la mayoría de diputados. Una parte de ellos llegó a dimitir en bloque como protesta por su liderazgo y plantearon una cuestión de confianza que Corbyn llegó a perder. Queda por ver qué resultado obtendrá ahora en las urnas el próximo 8 de junio, tras el adelanto electoral propuesto por Theresa May. Pero los pronósticos no son nada halagüeños.
Corbyn obtuvo el 62% de los votos a pesar de que su contrincante, Owen Smith, contaba con el respaldo de la mayoría de diputados
Después del triunfo de este domingo, Sánchez deberá enfrentarse al reto de poner orden en las filas socialistas y, presumiblemente, se rodeará de sus colaboradores más cercanos. Los barones, por su parte, intentarán renovar sus poderes al frente de sus respectivas secretarías regionales, pero su futuro dependerá también de lo que suceda en el 39º Congreso Federal de junio. En cualquier caso, frente a una posible cita con las urnas, ser el candidato aupado por la militancia no significa obtener un buen resultado entre el electorado, sino más bien todo lo contrario.