El PP cruza los dedos para que ERC acabe apoyando la investidura de Pedro Sánchez, que el Gobierno socialista y de Pablo Iglesias arranque, que "se cuezan en su salsa" y que la legislatura dure poco. Eso garantizaría a Pablo Casado el liderazgo de una oposición contundente que, con un Vox demediado a medio plazo, dicen los populares, acabaría convirtiéndole en la única alternativa a Sánchez a los ojos de los españoles.
Hasta ahí la estrategia de la dirección. Pero, como ocurre a menudo en la política gaseosa que vive España, nadie se fía de que sea lo que acabe realmente ocurriendo. Es más, destacados dirigentes creen que si los independentistas fuerzan el retraso a enero de la investidura que PSOE y Podemos quieren en la semana del 16-19 de diciembre, hay "muchas posibilidades" de que acabe en fracaso.
Si fracasa la investidura, Casado tendría un problema porque toda la opinión pública y publicada se volvería hacia el PP para que evite a los españoles terceras elecciones
Llegados a ese punto, prefieren volver a las urnas en 2020. Reconocen que Casado tendría un problema, porque previamente toda la opinión pública y publicada se volvería hacia el PP para que evite a los españoles terceras elecciones en un año, pero la sombra de un Vox con 52 escaños y subiendo seguro si se da ese escenario de crisis sistémica, "pesa más", argumentan varios de los consultados.
No hay unanimidad
Además, no hay unanimidad interna al respecto. Mientras el presidente de la Xunta de Galicia, Alberto Núñez Feijóo, abandera a los que defienden la abstención patriótica, la portavoz del Grupo Popular en el Congreso, Cayetana Álvarez de Toledo, no quiere ni oír hablar de ello porque todo lo que no sea un "gobierno de concentración" le parece una invitación a Sánchez para que les deje tirados por Podemos y los nacionalistas a la vuelta de la esquina.
Así que, ante tal coro de voces disonantes, el presidente del PP ya optó en la misma noche del 10-N por instar al PSOE a reflexionar para que obligue a Sánchez a dar un paso atrás, pero a medida que han ido pasando los días y lo de ERC sigue sin aclararse, ha ido endureciendo su postura y ahora tampoco parece dispuesto a investir a otro candidato socialista.
Solo pone deberes a Sánchez a sabiendas de que si logra ser investido, no habrá mayoría alternativa para tumbarle con una moción de censura: que disuelva el Gobierno con Bildu en Navarra y los pactos con Junts pel Cat en la Diputación de Barcelona para que la presida la socialista Nùria Marí, y en una treintena de ayuntamientos repartidos por toda Cataluña.
Casado lleva mal la presión para que intente cortocircuitar un gobierno PSOE/Podemos con apoyo de ERC, o para que se abstenga y evite a los españoles terceras elecciones en un año
No oculta el presidente del PP el malestar que le producen las continuas noticias sobre su silencio. "Que hable Sanchez", dicen los dirigentes populares. De ahí que prefiera ponerse la venda antes de la herida proponiendo al PSOE que intente formar gobierno con Inés Arrimadas y Ciudadanos (sumarían 130 diputados, a 46 de la mayoría absoluta). Una fórmula "demasiado imaginativa", a ojos de algún crítico interno.
Son bastantes los dirigentes populares que piensan que otras urnas acabarían con Sánchez
Se sobreentiende que entrarían en escena los 89 diputados populares para abstenerse y hacer posible esa fórmula porque si no, no suma. Pero tampoco está claro, y ni Casado ni nadie de los suyos tienen ganas de aclararlo. Cuanto menos se hable de un PP al rescate, mejor. En el fondo son bastantes los que piensan que otras urnas acabarían con Sánchez.
De ahí que se salten directamente el engorroso episodio de la abstención para asegurar que el PP garantizaría la gobernabilidad pactando los presupuestos 2020 y las grandes reformas. Una fórmula inverosímil ya que es poco creíble que Podemos se avenga a elegir a Pedro Sánchez para que éste acabe apoyándose en el PP; más bien parece una estrategia destinada a ganar tiempo en tanto ERC deshoja la margarita de la investidura de aquí a enero.