Si una imagen vale más que mil palabras, la que acaban de protagonizar Mariano Rajoy y Pedro Sánchez a la entrada del Palacio de La Moncloa indica que, emocionalmente, ha pasado más de un año desde aquella otra del 12 de febrero de 2016 en el Congreso.
Sánchez, de chaqueta pero sin corbata, ha llegado puntual en su vehículo oficial al edificio del Consejo de Ministros y aunque el presidente del Gobierno no ha llegado a bajar la escalinata, como si hace cuando se trata de mandatarios extranjeros, le ha espetado sonriente.
De Igual manera, el secretario general del PSOE ha subido con cara relajada y sonrisa, enseguida, ambos han empezado a departir.
Esa foto de unidad, siquiera simbólica, es importante en pleno desafío catalán por el referéndum independentista del uno de octubre.
Sánchez va a ofrecer al jefe del Ejecutivo todo su apoyo en la defensa de la Constitución y el Estado de Derecho, pero va a insistirle en la necesidad de "una solución política" que evite el choque de trenes.
En todo lo demás, las posturas son irreconciliables. El PSOE sigue rechazando apoyar el objetivo de déficit, aún después de que el Ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, anunciara ayer que las autonomías tendrán mil millones más de gasto social en 2018 y 2019.