"Es un líder político de futuro". Josep Lluís Bonet, presidente de Freixenet, describió con estas palabras, hace apenas unos días, a Santi Vila, la gran esperanza blanca del nacionalismo no secesionista hasta su caída en desgracia. Vila fue bautizado como 'el Macron catalán', joven, moderno, europeista, ajeno a la corrupción del pujolismo y con un perfil muy mediático.
No responde por ahora a preguntas sobre su futuro. Nada dice de si volverá a la política. Santi Vila, que pasó una noche en la cárcel de Estremera junto a otros ocho miembros del Gobierno de Puigdemont, repasa ahora con calma lo acontecido en las turbulentas semanas de la proclamación y muerte de la república independiente de Cataluña.
Las elecciones imposibles
Los suyos le llamaban traidor y 'botifler', porque abandonó en el último minuto el furgón enloquecido del 'procés'. Renegó de la independencia y abrazó el 155 en su declaración ante la juez Lamela, algo qwue se le reprochó hasta el ensañamiento y que luego ha sido el camino por el que han transitado el resto de sus compañeros de Gabinete. Vila fue uno de los elementos más activos en las convulsas horas de finales de octubre antes de la proclamación de la independencia. En la madrugada del día 27, abandonó el despacho del 'president', su gran amigo, convencido de que a la mañana siguiente se convocarían elecciones. No fue así. Puigdemont se aterró al contemplar a unos cientos de muchachos, universitarios en huelga, pedir su cabeza frente al palacio de la Generalitat. Y optó por reunir al Parlamento para
Vila dimitió como consejero de Empresas y, con medio 'Govern' en prisión y el otro medio dado a la fuga, se acercó a su partido, el PDeCat, para proponerse como candidato a las elecciones del 21D. Le miraron con recelo. Y hasta con relativo desprecio. Se escuchó luego a Puigdemont clamar desde las brumas belgas que daba un paso al frente y, en contra de lo que había anunciado con insistencia, no había otro candidato que él mismo.
Vila descarta nada. Incluso volver a la política. "Puede pasar de todo y no hay que adelantar acontecimientos", comenta un buen migo. Si PdeCat resiste bien el lance electoral, tendrá pocas posibilidades. Puigdemont estará políticamente muerto tras las elecciones pero serán Artur Mas y Marta Pascal quienes pretenden hacer con las riendas del partido.
Concejal y diputado
Si el batacazo es supino, entonces el PDeCat quizás aborde un congreso de refundación en el que se impondrían las tesis de quienes han rechazado la línea independentista que Puigdemont le imprimió a la antigua Convergencia estos dos últimos años. Este ha sido siempre el objetivo de Vila. Dirigir una nueva Convergencia, al estilo de los primeros tiempos de Pujol. Ni independentista, ni radical, ni con la CUP en el dormitorio y con una decidida vocación de tener peso en Madrid.
Mencionan también la posibilidad de que diaga definitivamente adiós a la política y se refugie a la Universidad. Una opción que siempre ha estado ahí. "Lleva la polítcia en la sangre y no resultará fácil que la abandona", comenta un veterano diputado de Unió, que lo conoce bien. Vila, 43 años, se afilió en ERC casi en sus tiempos de Universidad. Años después se pasó a CiU, fue concejal y alcalde de Figueras, diputado autonómico y llegó luego al Gobierno catalán, donde ocupó tres consejerías. Su fama de ser 'el puente' con Madrid, el interlocutor de Ana Pastor, la actual presidenta del Congreso, y el soberanista con mejor cartel en la Moncloa, no ha jugado demasiado a su favor. Es una rara avis, un verso suelto en el biotopo nacionalista. Le gusta el flamenco y va a los toros, toda una herejía entre el catalanismo más cerril y antiespañol.
"Es un político de futuro". Incluso podría desenterrar la vieja idea de crear su propio partido, una formación trasversal, a lo Macron, para concurrir en las próximas elecciones que, según las previsiones, no serán demasiado tarde. Apoyos sociales, empresariales y hasta políticos no le faltarían. Todo está a la espera de lo que ocurra el 21-D.