Política

El adiós de Sanz Roldán, el general con más poder y suerte desde Gutiérrez Mellado

El director del CNI pone fin a más de 57 años de hoja de servicio al país. En su trayectoria supo ganarse la confianza de los políticos con sus dotes de relaciones públicas. Sólo Manglano ha estado más tiempo al frente de los servicios secretos

  • Félix Sanz Roldán, director del CNI.

El general Félix Sanz Roldán (Uclés, Cuenca) pone fin el próximo jueves a diez años al frente del Centro Nacional de Inteligencia (CNI). A sus casi 75 años de edad es el alto cargo de mayor edad dentro del Gobierno de Pedro Sánchez y cierra así una hoja de servicio al país, como a él le gusta decir, de más de 57 años.

Cuando en 2004 fue nombrado por José Luis Rodríguez Zapatero jefe del Estado Mayor de la Defensa (Jemad), su padre, ya mayor y que había sido guardia civil, le preguntó qué poder ostentaría a partir de entonces dentro de los tres ejércitos. "El mismo que Franco", le respondió Sanz Roldán a modo de síntesis.

A esa condición de Jemad se le añadieron luego sus diez años al frente del CNI -sólo el coronel Emilio Alonso Manglano ha estado más tiempo al frente de los servicios secretos-, por lo que Sanz Roldán es el general con más poder en España desde los años de la Transición del general y vicepresidente del Gobierno con Adolfo Suárez, Manuel Gutiérrez Mellado. Y todo ello, gracias a varios golpes de suerte.

Sanz Roldán llegó en junio de 2004 a lo máximo que puede aspirar un militar, en su caso del Ejército de Tierra, cuando nadie lo esperaba. Sólo dos meses antes, José Bono había entrado en el Ministerio de Defensa para poner en marcha la retirada de las tropas españolas de Irak, pero se encontró con que la cúpula militar que había heredado de Federico Trillo se resistía a llevar a cabo sus planes.

Sus encontronazos le llevaron, por ejemplo, a desplazarse en persona al Estado Mayor de la Defensa para descerrajar un archivador en el que se encontraban documentos confidenciales del accidente del Yak-42 que había ocurrido medio año antes. Así estaba el panorama.

Un viaje determinante

En ese ambiente hostil, Sanz Roldán mantenía su cargo de subdirector general de Planes y Relaciones Internacionales en la Dirección General de Política de Defensa (Digenpol). Es decir, era un alto cargo del Ministerio de Defensa y se le podía considerar un hombre de Trillo. O, al menos, del PP pues llevaba ahí desde 1998. Y, sin embargo, se ganó la confianza de Bono. ¿Cómo?

Aparte de que ambos fueran manchegos, que eso siempre une, hubo un viaje a Bruselas que fue determinante. Bono fue a una reunión de la OTAN y en el vuelo de regreso a Madrid, Sanz Roldán le contó al ministro su opinión sobre el estado de las Fuerzas Armadas y las carencias que había que suplir. Y cuando ambos llegaron a Torrejón de Ardoz, el titular de Defensa adelantó a varios de sus asesores que ese general sería el próximo Jemad.

Para ello, hubo que nombrarle primero teniente general y ascenderle a Digenpol sin que nadie sospechase lo que iba a ocurrir después. Su elección para dirigir las Fuerzas Armadas no fue bien acogida por algunos de sus compañeros de armas en Tierra. Esgrimían, no sin cierto resquemor, que había otros con mayor antigüedad en el escalafón. Pero Zapatero y Bono se ciñeron a la ley: elegir a un teniente general... aunque fuese el último de los ascendidos.

Al exJemad le asignaron un despacho alejado de Zapatero, sin más labor burocrática que generar informes, pero al año siguiente tuvo otro golpe de suerte

Sanz Roldán cumplió su cometido de Jemad durante cuatro años sin tacha alguna. Y cuando a mitad de 2008 pasó a la reserva, Zapatero se lo llevó a La Moncloa para desempeñar el cargo -que no existía- de alto representante para la Presidencia española de la UE en asuntos de Defensa. Es decir, el general colgaba el uniforme para convertirse en lo que hoy en día viene a ser el director de Seguridad Nacional dentro de Presidencia de Gobierno.

Al exJemad le asignaron un despacho alejado de Zapatero, en el edificio de Portavoz del Gobierno, sin más labor burocrática que generar informes para el jefe del Ejecutivo, pero al año siguiente tuvo otro golpe de suerte.

La dimisión de Saiz

En julio de 2009, Alberto Saiz había sido reelegido por el Gobierno para otro mandato de cinco años al frente del CNI. Hombre también de Bono y muy apreciado por la entonces vicepresidenta, María Teresa Fernández de la Vega, Saiz había hecho bien su trabajo en la lucha contra ETA y el terrorismo yihadista, aunque tuvo un sonado caso de espionaje en sus entrañas -el caso Roberto Flórez, condenado luego por pasar información secreta a Rusia-.

Sin embargo, su punto débil estaba en la política de personal. En su primer mandato había cesado a cerca de 40 mandos, que con el nuevo estatuto no podían abandonar el CNI y se quedaron molestos dentro de la Casa. Un grupo de agentes conspiró contra él y filtró a El Mundo varios excesos que había cometido.

Saiz tuvo que dimitir y sin apenas tiempo para reaccionar, Zapatero echó mano de Sanz Roldán por la confianza que tenía en él. La llegada del exJemad al CNI supuso el regreso de un militar al frente de la Casa, después de las etapas de Jorge Dezcallar y el citado Saiz.

Con mano izquierda logró pacificar el centro y lo volvió a poner a trabajar. Con él, el servicio de inteligencia potenció todo lo bueno que los directores anteriores habían levantado y gracias a sus dotes de relaciones públicas, consiguió aumentar el presupuesto para disponer de más agentes y más medios técnicos pese a los rigores de la crisis económica.

Los últimos sobresaltos

Por todo ello, en 2014 no sorprendió que el Gobierno de Mariano Rajoy le renovase en el cargo por otros cinco años tras haber colocado al CNI a cobijo de su entonces vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaría. Un año después se aprobó el primer código ético para los agentes del CNI, pero también empezaron los sobresaltos que han marcado la última etapa de Sanz Roldán.

Los servicios secretos han estado en el disparadero mediático de los últimos años por las acusaciones del comisario José Manuel Villarejo y los escándalos de Corinna zu Sayn Wittgenstein o Francisco Gómez, el 'pequeño Nicolás'. Demasiados frentes abiertos y dos de ellos -Villarejo y el pequeño Nicolás- judicializados. De ahí que Sánchez considere ahora que es el momento de pasar página y agradecer a Sanz Roldán los servicios prestados.

Apoya TU periodismo independiente y crítico

Ayúdanos a contribuir a la Defensa del Estado de Derecho Haz tu aportación Vozpópuli