El intento del 30 de enero fue una frustración. Un golpe directo a la quijada de su ego. Carles Puigdemont se veía ya investido en la distancia, por 'telepatía', como bromea un diputado del PDeCat. Vía telemática. El presidente del 'Parlament', Roger Torrent, debutaba en el cargo con una decisión drástica. Cancelaba la sesión hasta que pueda designarse a un candidato 'efectivo'. El prófugo de Bruselas recibió la noticia con incredulidad, primero, y con irritación, después. "No me pueden hacer ésto", dijo a gente de su equipo.
Sus asesores se pusieron en marcha para superar ese tremendo revés que provocó una seria conmoción en las filas del secesionismo. El TC había hecho su trabajo de filigrana, mediante unas cautelares que lograron su efecto. Torrent, de ERC, hizo el resto. Envió la investidura al limbo, luego de insistir en que el candidato seguía siendo el mismo, el 'elegido' por el pueblo de Cataluña.
Los siete días que siguieron a ese inesperado episodio parlamentario, las propuestas y variantes perfiladas y esgrimidas por el 'sanedrín de Flandes', el equipo de aconseja al expresidente, han sido variadas. La primera en fracasar fue la del día 30, cuando Puigdemont pretendía que el Parlament diera el visto bueno a su investidura en ausencia. Había preparado incluso un discurso. Los activistas de la ANC se congregaron frente al edificio parlamentario para aclamar al gran líder. Se quedaron todos con las ganas.
Una iniciativa malvada
Se sucedieron luego las peregrinaciones a Bruselas. Los grupos parlamentarios del secesionismo acudían al hotel del expresidente. La segunda propuesta de investidura surgió de ERC. Consistía, básicamente, en el desarrollo de lo anunciado por su presidente, Oriol Junqueras, en una entrevista periodística. "Un presidente simbólico y otro efectivo", comentó.
Sobre esos mimbres -'astutos y malévolos',según la citada fuente- se urdió la segunda propuesta de investidura. Puigdemont sería entronizado simbólicamente en su refugio belga, en tanto que la Cámara designaba al auténtico presidente de la Generalitat. Un dirigente legítimo y otro legal. Ese era el juego. Primer intento de arrinconar a Puigdemont en su mansión de Waterloo por parte de los republicanos. El intento no cuajó.
Reuniones sumisas
Elsa Artadi y Eduard Pujol, los portavoces de JxCat, destrizaron la iniciativa de ERC. "Ni simbólico ni ficticio. El único president es Puigdemont y será investido con todas las prerrogativas', vinieron a explicar. Circuló entonces una variante intermedia, otra vuelta de tuerca.
Puigdemont aceptaría una votación simbólica, una especie de brindis al sol en el Parlament, en un pleno especial, en el que se aprobaría una resolución que le proclamaría presidente 'legítimo'. Puigdemont ejercería desde Bruselas un papel de dirección política de la Generalitat ya que en la presidencia estaría un diputado de JxCat. Incluso se sugirió que se desempolvaría la figura del 'conseller en cap' para ERC.
A esas alturas, el partido de Junqueras empezaba a dar muestras de fatiga e irritación. Condenados a no rechistar con la candidatura del expresidente, por no ser tildados de 'traidores', los republicanos acudían sumisos a los encuentros, decían a casi todo que sí pero en privado, exponían todo tipo de dudas y reparos.
La penúltima fórmula, la cuarta en siete días, trascendió este miércoles. Es la más confusa, artificiosa e irrealizable de todas, según comentan en el PDeCAT, hartos de la situación. No una sino dos veces sería investido Puigdemont. La primera, el 18, en Bruselas, a cargo de la Asamblea de Electos, compuesta por 3000 munícipes y diputados. President de la República, sería el nombre elegido para el cargo y estaría al frente de un 'Consell de la República', también con sede en Bélgica. Una fórmula estilo Maduro. La segunda sesión se celebraría en el Parlamento, el día 21 o 22, y se llevaría a cabo mediante el procedimiento telemático, que parecía desechado.
Los abogados que asisten al clan de Bruselas sugieren una modificación de la ley de Presidencia y del Govern en un pleno exprés, a fin de que Puigdemont pudiera cumplir sus anhelos de ser entronizado legal y formalmente en la Cámara. Si tal cosa no resultara viable (ERC ya ha desechado la posiblidiad), un suplente asumiría ese cargo y se convertiría en el presidente legal pero sin poderes. Sería un mero gestor, un cumplidor de las órdenes emanadas desde Flandes.
Cataluña, de esta forma, estaría gobernada desde Bruselas. En tan heterodoxa propuesta, Puigdemont quiere que el Govern y la asamblea en el exterior estén integrados por miembros de las tres fuerzas secesionistas, amén de algún elemento no adscrito, que se convertirán en un 'Gobierno real' y una 'Asamblea constituyente' para cambiar la estructura institucional y política catalana.
ERC pone a punto su paciencia. El PDeCAT, también. Hay que hacerle creer a Puigdemont que se le escucha, se atienden sus propuestas y luego, se le traslada que todo eso es imposible y que un paso en falso conduce a la cárcel. Es posible que entonces, el expresidente se resigne a su papel de dirigente ornamental y el bloqueo salte por los aires.