El liderazgo de Pablo Casado en el PP no es asunto que se discuta públicamente. Otra cosa es su continuidad. Todo depende de lo que ocurra este domingo. Si el 28-A se alcanzan los 80 diputados y no se logra la suma para gobernar, habrá movimientos internos con vitola de cambio. Dijo Casado, tras llevar a cabo su proceso de integración, que en el PP ya no hay familias ni corrientes. Haylas.
El nuevo líder del PP, con la ayuda de Teodoro García Egea, su número dos, diseñó un organigrama muy equilibrado para dar cabida a todos los sectores que se habían enfrentado en las primarias. Seguidores de Dolores Cospedal y de Soraya Sáenz de Santamaría fueron invitados a incorporarse a la nueva organización. Soraya rechazó la oferta. Dio un portazo sonoro y se fue a la iniciativa privada, al despacho Cuatrecasas.
Ahora emergen signos de descontento. Y hasta de ruptura. El constante goteo de salidas de veteranos dirigentes rumbo a otros partidos, como el resonante caso de Ángel Garrido, expresidente de la comunidad madrileña, es un caso más que se suma al goteo registrado estos últimos días. "Algo se cuartea", se escucha en esos círculos del descontento.
Garrido ejecutó una venganza seca y fría. No era un 'casadista'. Apostó primero por Cospedal y luego por Soraya en la contienda por la sucesión de Rajoy. Esperaba la designación al frente de la candidatura a la Comunidad, donde, tras suceder a Cristina Cifuentes, desarrolló un trabajo correcto y gris, salvo su férrea actitud en la huelga de los taxis. Se sintió herido en su orgullo al ser desplazado por Isabel Díaz Ayuso, del entorno del nuevo presidente. Tampoco aceptó que se apartara a algunos de sus amigos, la vieja guardia del PP madrileño. La cicatriz interior del pulso por el poder. Dio el paso hacia el grupo naranja, después de rumiarlo durante algún tiempo. En el PP, que le califican de 'desleal', aseguran que los preparó durante semanas. En su entorno dicen que lo decidió este lunes. "No saben lo que les llega", dicen en Génova con relación a la jugada de Cs.
Feijóo declina la oferta
Hay barones que no ocultan sus recelos hacia la nueva dirección. Alberto Núñez Feijóo figura como uno de los más suspicaces, aunque apoyó a Casado en el tramo final de las primarias. El eterno delfín de Mariano Rajoy respalda, escénicamente pero sin titubeos, a su presidente en esta campaña a las generales, pero en su entorno nadie duda de que está a la espera de analizar los resultados de la noche del domingo para moverse. Casado le respeta, le mima, le lanza encendidos elogios públicos y le ofrece, cada vez que se encuentran, todo tipo de cargos, puestos y hasta ministerios en el futuro Gobierno. "Es muy amable, pero yo ya tengo un puesto en Galicia", respondió el líder gallego.
La elaboración de las listas ha engrosado el número de discrepantes. Aumenta el número de agraviados. Hay huérfanos del 'sorayismo' que se sienten relegados, que no han logrado el esperado hueco en las listas o que ni siquiera se ha contado con ellos para las elecciones. Henríquez de Luna, el concejal del PP madrileño recién incorporado a Vox es un caso paradigmático. También Silvia Clemnte, la expresidenta de las Cortes castellano-leonesas, que lo intentó con Ciudadanos, aunque falló en su maniobra. Hay más. El PP ha asistido a un desfile de personajes menores rumbo a un puesto en otras siglas. Medio centenar de concejales, diputados provinciales y autonómicos ha huído rumbo a Cs o Vox. Rivera y Abascal han aprovechado este movimiento tránsfuga para golpear a Casado sin miramientos.
Ese 'sorayismo', antes militante en las filas de la vicepresidenta, está aún latente en algunas direcciones regionales, como Alfonso Alonso en País Vasco; Juanma Moreno en Andalucía o Alfonso Fernández Mañueco en Castilla y León. Moreno Bonilla, desde su acceso a la presidencia de la Junta, está ahora muy alejado de las conspiraciones de antaño. También están los tibios, los que dudaron en su momento y ahora aparecen como 'casadistas' acérrimos, cual es el caso de López Miras en Murcia e incluso Isabel Bonig en la Comunidad Valenciana. Están todos a la espera.
Casado conoce perfectamente el mapa de la situación. Por eso recuerda, de vez en cuando, que él ha sido elegido por la militancia por un mandato de cuatro años. Y subraya que tanto Aznar como Rajoy sufrieron dos derrotas cada uno antes de alcanzar la Moncloa. Avisos a navegantes intrépidos. Pero si no se consiguen los 80 escaños y, por supuesto, no se alcanza la Moncloa, hay que ya avizora turbulencias en la interna del PP