Las declaraciones de los líderes del golpe de Estado dibujan un cuadro de temblores y angustias. Apenas algún signo de gallardía, algún rasgo de integridad en sus deposiciones ante el magistrado Pablo Llarena. En ese retablo de mezquindades de quienes conspiraron para conducir a Cataluña a las fronteras del cataclismo, destacan algunas frases para la antología de los apóstatas.
Carme Forcadell, la aguerrida presidenta del Parlament, que dio titubeante lectura la declaración de independencia el 27 de octubre del pasado año, pasó a ser conocida como 'la Carme de España' tras su comparecencia ante el Supremo. Renegó de la DUI, abrazó la Constitución, aseguró que la declaración de la república fue meramente simbólica y se comprometió a no volver a traspasar los lindes de la legalidad en el caso de retornar a la actividad pública.
Ahora se han conocido más detalles de su testimonio ante el tribunal. Un miedo cerval rayano en el pavor. La exaltada mitinera en los tiempos de la revuelta, se tornó en cervatillo asustado. El factor humano. Tanto, que incluso llegó a sacudirse su responsabilidad en el momento cumbre del advenimiento de la independencia, en aquel Hemiciclo hemipléjico, con la mitad de los escaños vacíos y una señora diputada de Podemos retirando las enseñas nacionales que había depositado los demócratas en sus escaños al abandonar el recinto.
La candidata muda
"Yo no proclamé nada, señoría", aseguró, trémula y contrita, ante el juez. "Anuncié la aprobación como hago en todas las sesiones plenarias". Es decir, dio lectura del estrepitoso acuerdo parlamentario que solemnizaba la fractura de la unidad de España como si se hubiera aprobado una propuesta sobre regularización del saneamiento de las aguas del Llobregat.
Y fue más allá. No sólo insistió en su papel de lectora robótica de lo aprobado en la sala sino que señaló al culpable de tal iniciativa. "Lo único que hice fue leer un texto que me pidió el grupo parlamentario", arguyó. "Se lo pidió el señor Torrent, Roger Torrent?", se le inquirió. "Sí, señoría". Torrent es su sucesor. Es ahora el presidente de la Cámara, el encargado de conducir a buen puerto el paisaje surgido después de la batalla del 'procés'.
El pleno una aprobó nada, la independencia nunca fue declarada, la república fue simbólica y, en cualquier caso, la culpa es de Torrent. Heroica declaración de la protagonista de las dos jornadas de la vergüenza vividas en la sede del legislativo catalán los días 6 y 7 de septiembre, cuando se violó la Constitución, se pulverizó el Estatut y se amordazó a la oposición. Forcadell pasó una noche en prisión. Se presentó como número cuatro en las listas de ERC. Apenas apareció por la campaña electoral. Ahora permanece muda. Con lo que 'cantó' ante el Supremo parece tener bastante.
Señalar al 'jefe'
Jordi Turull ha sido consejero de Presidencia y portavoz del 'Govern' de Puigdemont. También presidió el grupo parlamentario de Junts pel Sí y ahora es diputado del JxCat, en cuyas listas concurrió como número cuatro por Barcelona. Aún se hablaba de él como posible candidato de paja de la presidencia de la Genweralitat como alter ego demediado del presidente oculto en Bruselas.
Su paso por el Supremo desveló algo que muchos sospechaban y pocos reconocían. Turull no delató a nadie, como Forcadell, pero renegó del papelón belga de su jefe. "¿Cree que es posible ejercer el acta de diputado desde Bruselas?", preguntó la fiscal Madrigal. A lo que el audaz imputado respondió: "Cuando haces de diputado, lo haces desde el Parlament".
Eso dijo el mismo Turull que, tras salir de prisión, ha peregrinado a Bruselas para recibir instrucciones del líder visionario ante el que se hinca de rodillas. 'Un Judas', le dicen ahora en el bloque de la DUI, en línea con las "155 monedas de plata" que el todavía diputado Rufián le arrojó a la cara a Puigdemont en las duras horas de la rebelión.
El separatismo asiste en estas horas, atónito y estupefacto, a la lectura de las declaraciones de quienes consideraba sus 'Braveheart', sus líderes prometeicos que iban a traer la independencia a Cataluña y tan sólo lograron redondear el caos. Acoquinados, encogidos, temblorosos ante la acción de la Justicia, todos ellos han demostrado de qué material están hechos sus principios: Palabrería y farsa.