Gema era una de las mujeres que trabajaba en el conocido como 'prostíbulo de los horrores' de la calle Gabriel Usera de Madrid. Ha visto en primera persona la droga que se consumía en el interior del piso, los niños que acudían a contratar sus servicios y las jornadas esclavistas que tenía que ejercer para contento de su 'jefa'. En una entrevista a Vozpópuli solicita justicia, ya que el caso fue archivado porque varias de sus compañeras de trabajo testificaron que las relaciones eran consentidas.
Esta mujer, que se marchó de Madrid con sus dos hijos por miedo, conoció por este medio el archivo del caso por parte de la magistrada titular del Juzgado de Instrucción número 2 de Madrid. La ausencia de material incriminatorio suficiente en la instrucción obligó a decretar el sobreseimiento provisional de las actuaciones, una decisión que fue también requerida por la Fiscalía, según los documentos a los que tuvo acceso Vozpópuli. Por ello, se ordenó el sobreseimiento provisional de las actuaciones al "no aparecer debidamente justificada la perpetración de los delitos investigados".
La virginidad de los menores
Meses antes de esta decisión, la Policía Nacional detuvo al matrimonio que regentaba este prostíbulo en los bajos del número 69 de la calle Gabriel Usera de Madrid. También liberó a tres de las prostitutas, pero sus compañeras después testificaron que las relaciones sexuales eran consentidas. A juicio de Gema, este giro radical se produjo por su "enganche" a la cocaína, una "costumbre" que arrastraban de su trabajo en el local.
Gema comenzó a trabajar en el 'prostíbulo de los horrores' en octubre de 2021, aunque el establecimiento llevaba abierto más de una década. Esta azafata de evento cambió de profesión por necesidad de dinero. "Me engañaron. Me dijeron que iba a tener un horario y hacíamos turnos de 24 horas al día", denuncia a Vozpópuli. Todo ello rodeado de drogas, en "condiciones infrahumanas" y en ropa interior durante semanas.
Una de las circunstancias que más llamaron la atención de esta mujer era la edad de los clientes, algunos de entre 13 y 14 años. "Había un colegio cerca, dejaban tarjeta en los automóviles y así acudían en los recreos al local. No te podías negar a mantener relaciones con ellos", explica Gema. "Me alegro de que le hayas quitado la virginidad", celebraba la dueña del prostíbulo a sus trabajadoras.
Mulas de la droga en VTC
En el establecimiento también estaban rodeadas de drogas que se guardaban en botes de plástico. "Lo que más me impactó fue la morfina", apunta esa mujer. Y es que las trabajadoras también tenían que hacer salidas, más de una decena al día, para "transportar sustancias estupefacientes a través de vehículos de Cabify", detalla. Las pedían por WhatsApp y las pagaban por Bizum. También había clientes que se quedaban hasta dos días completos consumiendo las drogas en el prostíbulo.
El final de los días de Gema en el prostíbulo de los horrores fue por una enfermedad que padeció. "Me abrió los ojos. Abandoné con miedo, recogí mis cosas y me fui a la comisaría a denuncia", recuerda. Dos de sus compañeras también aportaron pruebas a la Policía Nacional de las drogas y las vivencias en el establecimiento.
El resto de las trabajadoras querían apoyarlas, pero decidieron no hacerlo por tres motivos: "no tienen papeles, las facilitan el trabajo y les suministran cocaína". Desde que se marchó del lugar recibe llamadas y amenazas anónimas. Gema sospecha que los responsables van a "abrir otro chiringuito" cerca del prostíbulo original. "Es injusto. Tú puedes tener una persona ejerciendo la prostitución, pero no la explotes", critica.
"Queremos justicia"
"Esta es una experiencia de las que no se olvidan y quedan en los recuerdos. Es difícil vivir con la impotencia que se nos queda a las denunciantes. Queremos justicia. Ahora van a abrir otro piso para seguir explotando a otras chicas", lamenta al tiempo que subraya que "sufría por esos menores" que acudían al local en busca de mantener relaciones sexuales.
Gema explica que tanto ella como sus compañeras no quieren ni buscan indemnizaciones, pero si "que no se vuelva a explotar a ninguna mujer. Son chicas sin recursos, personas vulnerables que tienen miedo y aguantan muchas cosas por ese trabajo".
La investigación sobre este prostíbulo fue desarrollada por la Comisaría de Policía Nacional de Latina junto con la Brigada Provincial de Extranjería y Fronteras-UCRIF Grupo 6. Después, la magistrada decidió archivar el caso para evitar "la celebración de juicios innecesarios que, entre otras cosas, supondrían la afectación del derecho a un proceso sin dilaciones indebidas".
Cámaras de seguridad en el prostíbulo
Los líderes de este prostíbulo eran una mujer paraguaya de 37 años, que ejercía como madame, y su marido, un español de 46 años. Recibían los pagos por la aplicación de Bizum. Estas dos personas fueron detenidas junto con otras seis en el transcurso de esta operación. La Policía explicó que el control ejercido por la madame era posible debido a que previamente había instalado en el interior del domicilio videocámaras de seguridad que registraban sin interrupción la actividad de las mujeres para que cumplieran con las jornadas impuestas.
En ausencia de la principal responsable, su marido y otras dos mujeres ejercían el papel de encargados, ocupándose, entre otras funciones, de cobrar a los clientes por los servicios sexuales de sus víctimas. Estas figuras intermediarias se ocupaban, además, de publicitar el negocio en internet, obligando a sus sometidas a posar desnudas para realizarles fotografías que servían como reclamo en la red.
Messidor
Con la prostitución legalizada y regulada estas cosas no pasarían.