En política nada es lo que parece: Pedro Sánchez sale este domingo gran triunfador del 40 Congreso que el PSOE ha celebrado en medio de un canto a la unidad y a cerrar las heridas del trauma sufrido entre 2014 y 2016, cierto, pero solo porque eso es lo que él llevaba meses planificando: devolver al partido a la "socialdemocracia de siempre". Le urge como el comer enfrentarse a ese achique de espacio electoral que le están causando no sólo el auge de PP tras el declive de Ciudadanos, también la pujanza de su socia y rival en el Gobierno, Yolanda Díaz, y para combatir ambas amenazas Sánchez entrega la sigla al nuevo hombre fuerte en el Gobierno y el partido, Félix Bolaños.
Hasta el CIS de José Félix Tezanos certificaba el viernes que algo pasa, que el PSOE no rentabiliza la gestión, al contrario que la vicepresidenta morada del Gobierno. Ese barómetro hizo posible que el millar de delegados socialistas captase el mensaje a su llegada al cónclave de Valencia esa la mañana y no albergara dudas de la única estrategia a seguir llegados a este punto de incertidumbre, aplaudir al líder. Un Pedro Sánchez que se ha hecho el encontradizo con militantes y periodistas todo el fin de semana por los pasillos de la Fira, en un intento por subirse al carro de la reciente victoria del candidato del SPD, Olaf Scholz, en las elecciones alemanas. A ver si así conjura esos malos augurios.
Ni siquiera el ruido del debate a cara de perro sobre la financiación autonómica entre sus barones o las advertencias de la ex vicepresidenta Carmen Calvo para que el PSOE no caiga en las redes de la "falsa modernidad" feminista de Podemos y sus teorías queer han podido con la potente imagen de unidad que han logrado transmitir los socialistas.
"Hay una ola roja que recorre Europa", declaraba entusiasta el secretario general al canal de la TV oficial del PSOE entre conciertos de música en vivo, camiones de track food y "buen rollito", que se le oyó a más de un delegado. Curioso oírle usar rojo como sinónimo de socialdemócrata, aunque históricamente nunca han representado lo mismo. Da igual, a Pedro Sánchez le va a servir para disputar el caladero de voto a la izquierda del PSOE con quien será, sin duda, la roja oficial en las próximas elecciones generales: Díaz.
La Ejecutiva Federal de "aluvión" que se vio obligado a formar tras el ajustado resultado de las primarias del PSOE frente a Susana Díaz en 2017 -49 miembros que durante el COVID no han podido ni reunirse- era cualquier cosa menos operativa
Para esa disputa necesita un partido no sólo unido en torno a su figura sino, sobre todo, operativo; y la Ejecutiva Federal de aluvión que a Sánchez obligó el pago de favores orgánicos tras su ajustada victoria en aquellas primarias de 2017 frente a Susana Díaz -49 miembros, que durante el COVID no han podido ni reunirse- era cualquier cosa menos operativa. La elegida este domingo no es mucho menos numerosa, 42 miembros, pero deja claro quienes mandan: además de Bolaños, la vicesecretaria general, Adriana Lastra, que ha dejado la Portavocía del Grupo Socialista en el Congreso para dedicarse en cuerpo y alma a la sigla, y el secretario de Organización, Santos Cerdán.
El presidente ya había dado en el cambio de gobierno de julio una primera pista del giro que preparaba. Sorprendió entonces a propios y extraños recuperando para puestos clave del Gobierno las caras más jóvenes de esa socialdemocracia de siempre que le echó hace cinco años -Óscar López para sustituir al todopoderoso Iván Redondo en La Moncloa, Pilar Alegría en el Ministerio de Educación, o Isabel Rodríguez como ministra de Política Territorial y portavoz-. A partir de ahí, la renovación profunda en la sede de Ferraz estaba cantada.
Y si ha hecho mangas y capirotes de aquel primer Sánchez defenestrado trayéndose hasta Valencia a quien más conspiró para echarle de la Secretaría General del PSOE en el otoño de 2016, Felipe González, ha sido solo para que el ex presidente no le estropeara la foto de la unidad despachándole con otro gélido vídeo, tal que en el 39 Congreso. No debe haber sido plato de gusto ni para él ni para González, que el sábado siguió reivindicando su derecho a ser "crítico", tener que verse las caras cuando hace menos de un año González todavía espetaba a Adriana Lastra un desabrido "a mi nadie me manda callar".
Tampoco para otros muchos de la salientes del sanchismo ver cómo el plenario homenajeaba a quien fue su bestia negra, el desaparecido Alfredo Pérez Rubalcaba, rotundamente contrario al Gobierno Frankenstein con Unidas Podemos y, sobre todo, con ERC y Bildu, que finalmente formó Sánchez. Si han tragado unos y otros es "por necesidad" electoral, reconocía estos días a Vozpópuli una veterana ex dirigente del PSOE.
El presidente del Gobierno seguirá teniendo sentada a su lado a la adversaria electoral que ya es Yolanda Díaz y ese statu quo, por sí solo, "acabará ‘engordándola’ en votos", augura una ex ministra socialista
El último en señalar que el emperador va desnudo -quién lo iba a decir- ha sido su asesor plenipotenciario hasta julio, Iván Redondo, quien explicó el miércoles a Susanna Griso en Antena 3 que el verdadero rival de su ex jefe en las próximas elecciones generales no va a ser Pablo Casado sino Yolanda Díaz, la cual puede llegar a ser "la primera presidenta del Gobierno" porque Sánchez "ya es pasado". Ahí es nada dicho por aquel a quien confiaste La Moncloa de 2018 a 2021.
De ser cierto, y algún dato del apoyo que suscita Díaz entre jóvenes y mujeres ya registraban otros sondeos antes que el CIS, el presidente del Gobierno tiene sentado al adversario a su lado todos los martes en el Consejo de Ministros, y todos los miércoles comparte el mismo tiro de cámara de TV en las sesiones de control en el Congreso; por eso, y aunque la mira de reojo y no está dispuesto a dejarla que use La Moncloa como plataforma mediática -como sí permitió en su día a Pablo Iglesias-, ese statu quo "acabará engordándola en votos", admite a Vozpópuli una ex ministra socialista.
Y eso será un problema añadido al efecto Ciudadanos que ya descuentan en la sede socialista: Casado obtendrá veinte diputados más por la muerte del proyecto que fundó Albert Rivera. Pero si, además, Podemos aguanta en sus actuales 35 diputados por el tirón de Yolanda Díaz, al PSOE le podría costar llegar a los cien parlamentarios -perdería muchos por efecto de la Ley dˋHont en la asignación de escaños al resto de voto provincial- y aumentarían las posibilidades de que un pacto PP-Vox desaloje a Sánchez de La Moncloa.
En Ferraz recuerdan todavía el fiasco que supuso la repetición electoral del 10 de noviembre de 2019, movida, además de por el bloqueo de su investidura, por la convicción íntima del candidato socialista de que el 28 de abril debió haber sacado 140 escaños, no 123, según confesó a su entorno en la misma noche electoral. El resultado de aquella segunda vuelta en noviembre encendió las alarmas en un PSOE que perdía la friolera de 750.000 votos y tres diputados respecto al resultado que había obtenido en las urnas tan solo seis meses antes.
Podemos cree que no se le va a ir nadie de su electorado al PSOE; el problema lo tiene Pedro Sánchez con su votante más a la derecha del PSOE, dice el entorno de la vicepresidenta segunda
Ese cálculo lo comparten en la formación morada, donde han asistido "muy tranquilos" a la exhibición de poder socialista de este fin de semana en Valencia, aseguran a este periódico fuentes del partido. Creen que las continuas rectificaciones de Sánchez y sus otras vicepresidentas, Nadia Calviño y Teresa Ribera, en asuntos capitales "netamente de izquierda” como pueden ser la subida del Salario Mínimo Interprofesional (SMI) o la marcha atrás en el decreto de recorte de los beneficios a las eléctricas, convierten a Yolanda Díaz en voto útil para evitar que el PSOE gire a la derecha.
Por eso, en los planes del socio minoritario del gobierno de coalición no entra forzar la ruptura del pacto a fin de llegar a las urnas libres de ataduras con los socialistas. El problema no lo tienen ellos con el electorado más a la izquierda, incluso el que pueden compartir con los socialistas, sino Pedro Sánchez con el votante más a la derecha del PSOE, dicen. Algo de eso ya se vio en las elecciones madrileñas del 4 de mayo, en las cuales el PSM sufrió una auténtica debacle porque no absorbió prácticamente nada del voto a Ciudadanos, que desapareció; casi todo fue a Isabel Díaz Ayuso.