Félix Bolaños García acude casi siempre al rescate de Pedro Sánchez. El ministro de Presidencia, Justicia y Relaciones con las Cortes es el negociador que activó el presidente del Gobierno para sumar 'in extremis' a Podemos al acuerdo que permita este jueves al Ejecutivo anotarse el tanto de salvar el paquete fiscal que tantos quebraderos de cabeza le lleva dando dos semanas. Los morados insisten en que no lo aprobarán si Moncloa no garantiza el impuesto permanente a las energéticas. La tensión es máxima. "Ahora toca discreción", explican fuentes de la negociación entre el Gobierno y el grupo comandado por Ione Belarra. Es previsible que Podemos arranque algún compromiso al margen del paquete fiscal.
"El lío", como califican en privado fuentes socialistas, en el que se ha metido el Gobierno con este asunto es morrocotudo, porque se ha visto obligado a cuadrar el círculo al pactar por un lado, con los socios de izquierda, que tal impuesto se mantendrá y, al mismo tiempo, con sus socios de derecha, que no se gravará a "las energéticas que mantengan su compromiso efectivo de inversión para la descarbonización". Y eso vienen siendo la mayoría de empresas, porque la mayoría de las grandes energéticas han mostrado un compromiso con la descarbonización. Compañías como Iberdrola, Naturgy, Repsol y Cepsa han anunciado planes significativos para avanzar hacia modelos energéticos sostenibles, incluyendo el uso de hidrógeno verde y biocombustibles. Y, a la vez, han sido señaladas como algunas de las mayores emisoras de gases contaminantes en 2023. Eso es lo que escuece en Podemos y por lo que no están dispuestos a tragar.
Mientras, el Gobierno parece tener asegurados el resto de apoyos necesarios. No obstante, todo sigue en el aire y nadie se atreve a hacer predicciones de lo que pueda pasar a partir de las 16.00 cuando el Pleno se disponga a votar. En cualquier caso, la ministra Montero queda políticamente tocada por el modus operandi. La titular de Hacienda ha intentado dar luz verde a un paquete fiscal que vende como imprescindible para fortalecer las arcas públicas, pero lo ha hecho aprovechando la transposición de una directiva europea que plantea un impuesto mínimo para las multinacionales a la que le ha colado algunas de sus propuestas de reforma fiscal, muchas de las cuales son subidas de impuestos para contribuyentes y empresas. Y claro, se abrió la caja de Pandora.
Hace días que en el núcleo duro del Ejecutivo preocupa la relación con Podemos, a quienes ven apostando por la quiebra de la legislatura y el gatillazo presupuestario. Lo cierto es que Pablo Iglesias y los suyos tienen olfato político. El exvicepresidente del Gobierno ha olido la debilidad de Pedro Sánchez y, por eso, se lanzó hace un mes a marcar el camino de Podemos y del resto de socios de izquierda radical, especialmente Bildu y ERC, a los que arengó para "doblegar el brazo" del líder socialista ahora que se acerca la negociación de los Presupuestos Generales del Estado. Los morados ya pusieron precio a sus votos: romper relaciones con Israel e intervenir el mercado de la vivienda para bajar los precios del alquiler. Es más, lo sometieron a consulta de sus bases.
El hecho irrebatible es que sin los votos de Podemos no hay mayoría 'progresista' que alumbre ley alguna. Y existe miedo en el Gobierno a que Iglesias 'revolucione' a los socios de izquierda de Sánchez; les alborote y les haga la vida más difícil coaligando intereses, como se está demostrando. Cabe recordar que debe aunar también los de Junts: la derecha independentista catalana. Precisamente, el exlíder de Podemos puso a Junts como ejemplo a seguir. A Iglesias le gusta la política de navajeo de Carles Puigdemont para arrastrar al PSOE a su terreno. Esto quieres, esto pido. Los morados tildan a Sumar de mera comparsa del PSOE; de partido agradable que no hace ruido alguno y que, por tanto, es incapaz de impulsar leyes que mejoren la vida de la gente. Ese es el motivo por el que piden que toda la izquierda se resguarde en la casa de Podemos.
En el Gobierno se multiplican los análisis sobre la rebeldía morada. Hay ministros que creen que no queda más remedio que ceder ante algunas de sus pretensiones a cambio de las cuentas, porque la mayoría es la que es. Hay otros que restan importancia al asunto y que creen que, llegado el momento, Podemos no se atreverá a tumbar los números de un gobierno de izquierdas. Y hay otros que ven los ven poniendo la venda antes de la herida. El análisis que hace una parte del Consejo de Ministros es que someter a consulta de la militancia las exigencias de Podemos para cerrar un acuerdo de presupuestos es una defensa. "Intuyen que puede no haber cuentas", explican fuentes gubernamentales. De esa manera, si no las hay, ellos aparecerán como el partido que no renunció a sus principios de izquierdas (de verdad) y no traicionaron el mandato de la militancia. No obstante, el Gobierno cree que esa consulta les dificulta la negociación. En Moncloa no están dispuestos a ceder.