La idea fue de Moragas. Una ocurrencia, casi una improvisación que hizo circular comentarios como la pólvora. En diciembre del pasado año, las principales calles de Madrid, de repente, aparecieron inundadas de banderolas del PP con las fotos de Rajoy y de Soraya. ‘¿Qué hace ahí la ‘vice’?, se preguntaban los militantes más perspicaces. Tal cosa, el hecho de que el cabeza de cartel comparta afiches electorales con su número dos, no ocurría desde las generales de 2000. Entonces fueron Aznar y Rato. El haz y el envés del póster. Ahora, Mariano y Soraya, en farolas alternas. El detalle de las fotos dio mucho que hablar. Se interpretó, al menos durante unos días, como un gesto del presidente. El gallego inescrutable había señalado finalmente a su favorito, a su heredero. Nada que ver con la realidad. Jorge Moragas, el jefe de la campaña, consideró que la imagen de una mujer, joven y bien valorada, tendría un efecto positivo como complemento a la del señor de barba cana, circunspecto, severo y antañón. Y nada más. Puro marketing político. El delfinato puede esperar.
La vicepresidenta del Gobierno se va a integrar de forma ostensible en actos del PP, para disipar imágenes inconvenientes
La arremetida de Moncloa a la joven cúpula del partido ha agitado estos días en forma abrupta, pero epidérmica, las aguas en el PP. Sáenz de Santamaría lanzó sus venablos contra los jóvenes 'cachorros' de Génova, por no acordarse de elogiar la labor del Gobierno en la lucha contra la corrupción. Casi una declaración de guerra. Las turbulencias provocadas por el 'arreón' de Sáenz de Santamaría contra los 'pietiernos' del PP, llegaron a oídos de Rajoy, reconcentrado en sí mismo. El presidente en funciones ordenó poner orden y la pelea se acabó. "Las trifulcas son del PSOE y de Podemos, nosotros somos un partido unido y en paz", fue la consigna. La vicepresidenta del Gobierno se va a integrar de forma ostensible en actos del PP, para disipar imágenes inconvenientes. Participa ya, de hecho, en actos en los que nunca había estado. El jueves viajó a Logroño para asistir al comité regional. Este fin de semana, debuta en Barcelona, en la convención sectorial del PP sobre la unidad de España. Este es el primero de los cónclaves celebrados por el partido al que Soraya ha sido invitada.
Contaminación del caso Bárcenas
Javier Maroto y Pablo Casado fueron la diana de los arcabuzazos de la vicepresidenta. Su entorno 'monclovita' considera al ex alcalde de Vitoria un joven voluntarioso, torpón y de escaso nivel. De Casado no se fían, “tiene la sombra de Aznar”. Ambos vicesecretarios generales saltaron como resortes a criticar la tibieza de su propia cúpula, sin señalar a nadie, en el caso de Rita Barberá. Un escándalo valenciano de dimensión nacional. En esa batalla también está Santamaría. Pero está señalada, “y lo sabe”, comentan en Génova. No ha ocupado cargo orgánico del partido, ni ha tomado un café con Bárcenas, ni tiene nada que ver con el antiguo PP de los latrocinios y los sobresueldos. Pero su carrera está ligada a la de Rajoy. “Eso pasa factura, contamina políticamente y por eso está de los nervios”, dicen estas fuentes.
“Yo no conozco ni a Bárcenas ni a Rus”, declaraba este viernes en esRadio el aludido Maroto. “Ni me representan ni yo los represento. Y lo digo en nombre de los militantes del PP, de la gente corriente de la base”. Maroto, como Maíllo, como Levy, como Casado, son los motores de la maquinaria del PP, donde la vicepresidenta es una desconocida. “Quiero defender a la vicepresidenta, me siento orgulloso de pertenecer a su generación a ese equipo”, remataba Maroto. Obligada vaselina tras el agitado estruendo.
Soraya, en efecto, pertenece a su generación, un detalle que no pasa inadvertido en la pugna por el relevo del PP. Núñez Feijóo, eterno aspirante pasivo, arrinconado ahora en Galicia, tiene 54 años. Demasiados en un panorama en el que la ‘nueva política’ exhibe candidatos treintañeros y hasta el líder de la otra pata del bipartidismo, Pedro Sánchez, tiene 44. Idéntica edad que Sáenz de Santamaría. Los ‘cachorros’ del PP aterrizaron en Génova el pasado verano precisamente para eso, para darle un baño de pintura fresca, juvenil y 'décontracté', al anquilosado aparato del partido ahora en el poder.
La favorita de los medios
La ‘supervice’, como la bautizó un rotativo alemán luego de su encuentro con Angela Merkel, es la candidata favorita de muchos analistas, medios, comentaristas, economistas de Ciudadanos y algún que otro militante del PP. Es la opción más ‘previsible’ para suceder a un presidente que ha hecho de ese adjetivo una virtud, una característica, un sello de la casa. Soraya lleva 14 años trabajando con Rajoy, ejerciendo en la práctica de su mano derecha. Siempre ha dicho que no, pero todos saben que sí. "Valoro, ante todo, la lealtad", apunta cuando se le hace la eterna pregunta. Acudió donde Calleja para montar en globo y triscar algunos montes. Luego bailó, y muy bien, en otra emisión televisiva, rodeada de mascotas de peluche. Finalmente, sustituyó a Rajoy en el debate a cuatro de la campaña electoral. Antes del batacazo del 20-D, todo está encarrilado. Ahora, todo está en el aire.
Estos días, inciertos, volubles, espesos, se habla más de la cuenta de la sucesión de Rajoy. No hay agenda, ni previsiones. Todo es posible. Sáenz de Santamaría ha dedicado tiempo y viajes a engrasar contactos, a reclutar apoyos, a recolectar simpatía entre barones y dirigentes del partido. Cuando estalle el gran cimbronazo, lo que ocurrirá si Rajoy no logra mantenerse en la Moncloa, el PP se abrirá en canal. Hay movimientos subterráneos.
Queda Pablo Casado, gran valor mediático y muy bien valorado en el partido. Tiene la edad adecuada y está en el lugar oportuno
Los aspirantes se mueven, algunos se colocan. Feijóo está descartado. Cristina Cifuentes, casi también, porque, aunque goza de un prestigio enorme, acaba de llegar a la presidencia de Madrid y no es cosa de apearse en marcha. Alfonso Alonso se irá de candidato a las elecciones del País Vasco, que al parecer se adelantarán a junio. Ana Pastor, la miembro del Consejo de Ministros más próximo a Rajoy, elude esta posibilidad. Queda Pablo Casado, gran valor mediático y muy bien valorado en el partido. Tiene la edad adecuada y está en el lugar oportuno.
De Dolores Cospedal, la antaño poderosa secretaria general, apenas se habla, aunque se esfuerza en aparecer cada lunes en Génova, junto al líder, en el pasillo que conduce a la sala de reuniones del Comité de Dirección. Con ese anodino paseíllo, tiene asegurada su presencia en los noticieros al menos un día a la semana. Poca cosa para tanto desafío. Y por supuesto, Sáenz de Santamaría, la candidata natural, inquieta con la muchachada juvenil de Génova y muy despistada ahora por los silencios de Rajoy. De ahí los puyazos y los mandobles. "Nos esperan días inquietos. Debería recobrar la calma".
En el caso de que Sánchez logre llegar a Moncloa, Rajoy se irá, el PP celebrará su congreso nacional eternamente postergado, y se abrirá la caja de Pandora. Rayos, truenos y puñaladas. Todo es posible. Hasta que el PP se fracture. O que se desintegre. El actual presidente, según comenta uno de sus más fieles, no tiene interés alguno en dirigir la renovación del PP y, ni siquiera, en apadrinar a su sucesor. "En el fondo, cuando él ya no esté, todo esto le importará una higa".