La madre de Asunta Basterra estaba viva cuando las autoridades de la cárcel de Brieva (Ávila) hicieron el recuento matinal a las ocho horas. Pero cuando todas las presas acudieron al comedor a desayunar, ella ya no apareció. La hallaron ahorcada minutos después en su celda. El habitáculo estaba recogido y ordenado. Entre sus enseres personales había una libreta en la que ella escribía cosas y hacía anotaciones. Este y otros objetos personales obran ya en poder de los investigadores policiales que indagan las causas que le empujaron a quitarse la vida, según informan a Vozpópuli fuentes del caso
Porto fue condenada en firme por el Tribunal Supremo en 2016 a cumplir 18 años de cárcel por el asesinato de su hija de 12 años. A la misma pena fue condenado su exmarido y padre de la menor, Alfonso Basterra. Porto llevaba desde 2013 en prisión provisional. Con tendencia a la depresión, pasó por los dos principales centros penitenciarios gallegos de A Lama (Pontevedra) y Teixeiro (La Coruña). En ninguno de ellos se adaptó. Desde la administración penitenciaria llegaron a la conclusión de que le vendría mejor una cárcel más pequeña y se pensó en Brieva como destino.
Allí llegó en marzo Rosario Porto, de 51 años de edad, al penal de mujeres de Ávila, conocido en los últimos años por ser el lugar en el que cumple condena en una estancia aparte y solo el exduque de Palma Iñaki Urdangarin. La madre de Asunta tenía aplicado en ese momento un Protocolo de Prevención de Suicidios (PPS). No era la primera vez. Hasta en seis ocasiones lo había estado antes de su muerte este miércoles. Sin embargo, las fuentes consultadas indican que había mejorado su ánimo desde que llegó a esa cárcel.
Mejoró en un centro pequeño
Brieva es un centro pequeño. El número de mujeres reclusas no llega al centenar. Porto fue bien acogida por las presas. Las fuentes consultadas lo achacan a que le consideraban una mujer inteligente, instruida, con estudios. Fue durante años cónsul honorífica de Francia. Ayudaba a hacer escritos y presentar instancias en la prisión. Aunque había protagonizado otros intentos de suicidio en prisión en el pasado, nada hacía prever ahora mismo el desenlace que ha acabado en su muerte adelantada por la agencia Efe.
Había solicitado permisos ordinarios de salida, aunque se los habían denegado todos. Al estar clasificada en segundo grado penitenciario y haber cumplido una cuarta parte de su condena, tenía derecho a solicitar un total de 36 días de salida de la cárcel al año, aunque no siempre se conceden. Se tienen en cuenta muchos factores como la gravedad del delito, los años de condena pendientes o el arraigo familiar, entre otros. Cuidaba su aspecto, siempre según las mismas fuentes.
Se había dado mechas en el pelo recientemente y había pedido unas cremas al demandadero. Se trata de la figura en la cárcel a la que se le piden objetos cuando se han acabado en el economato de la prisión. Y escribía con asiduidad. En el momento de la muerte ya no estaba bajo la prevención de suicidios.
Desde la administración penitenciaria advierten de que no se puede mantener eternamente a alguien bajo esa condición porque supone una doble condena. Obliga al preso a estar constantemente bajo vigilancia, ya sea en el módulo de enfermería o junto a un preso de confianza. Por ese proceso pasó Rosario Porto que llegado el momento pidió estar sola en una celda. Los PPS no se retiran de golpe sino que se hace una desescalada gradual.
Ya en 2018 protagonizó un intento de ahorcamiento en la ducha y llamó a gritos a una compañera por lo que el incidente no pasó a mayores. Entre los trabajadores de la cárcel recorre a estas horas la duda de si Porto pudo haber querido protagonizar otro episodio similar, esta vez con fatal desenlace.