Rajoy ha dado instrucciones a su partido en Andalucía para que no faciliten la investidura de Susana Díaz. Es decir, nada de abstención. Un 'no' rotundo, salvo que el PSOE, es decir, la dirección nacional del partido se avenga finalmente a cerrar un acuerdo sobre el respeto a las listas más votadas en todos los ayuntamientos de España después del 24-M. Pedro Sánchez no quiere ni oír hablar de semejante pacto, que dejaría a los socialistas sin opciones de gobierno en un gran número de los Gobiernos locales. Una situación muy complicada que deja a la 'lideresa' andaluza contra las cuerdas.
Susana Díaz conminó el viernes pasado al presidente del PP a no boicotear la estabilidad del Gobierno andaluz. Quiso poner la pelota en el terreno de los 'populares'. Una estrategia que evidencia su difícil situación. Pese a lograr imponerse en las autonómicas, Díaz quedó a cinco escaños de la mayoría absoluta. Una victoria escueta y enrevesada. De momento, no tiene pareja de baile asegurada para lograr su investidura. Tanto Podemos como Ciudadanos exigen la defenestración de Chaves y Griñán, pendientes aún de la decisión del Supremo.
La líder socialista pretende culpar al PP de todos los males que ocurran en su región en el caso de no ser investida
Invocaciones a la estabilidad
Ante esta tesitura, la líder socialista pretende culpar al PP de todos los males que ocurran en su región en el caso de no ser investida. "Rajoy habla permanentemente de la estabilidad en España y no actúa en consecuencia en Andalucía, ahora que nueve millones de andaluces ya han hablado y han dejado claro qué Gobierno quieren", dijo el pasado viernes la presidenta en funciones. "Hay que respetar la voluntad de los andaluces", añadió. Un argumento tramposo puesto que el PP recuerda que precisamente en las anteriores autonómicas el designado por los andaluces para gobernar fue Javier Arenas, y no pudo hacerlo a causa precisamente del acuerdo alcanzado entre los dos partidos perdedores, es decir, PSOE e IU.
Ahora Rajoy actúa en consecuencia. No va intentar ningún tipo de gobierno alternativo pero no va a facilitarle las cosas a Díaz, para que se evidencie que su cacareada vitoria no fue tan contundente y para demostrar que la causa última por la que convocó elecciones anticipadas, esto es, la 'estabilidad', es una auténtica quimera. La líder socialista necesita apoyos para superar la investidura. Y ahora mismo, no los tiene. Rajoy ha dado instrucciones de no facilitárselos salvo que el PSOE admita su sugerencia sobre el respeto a las mayorías. "No vale ese trueque de cámbieme la Junta por ayuntamientos", dice Díaz, consciente de que tal pacto no depende de ella, sino de la dirección nacional, es decir, de Pedro Sánchez, que no parece de momento nada inclinado a facilitarle al PP que siga gobernando en la mayoría de los consistorios de España. La última palabra, lamentablemente para la dirigente andaluza, no depende en este caso de ella, sino de su jefe máximo, con quien, como es sabido, no mantiene excelentes relaciones.
Teresa Rodríguez le recordó a Susana Díaz en un tuit que "con nuestra abstención no basta, son cuentas de Primaria. Bonilla es su hombre"
Díaz necesita el voto favorable en la primera ronda de alguno de los partidos que quedaron entre los cuatro primeros puestos en los comicios de marzo. En una segunda ronda, ya le bastaría con la abstención. En este sentido, Teresa Rodríguez, la líder de Podemos, cuyo partido logró 15 escaños, le recordó a Susana Díaz en un tuit que "con nuestra abstención no basta, son cuentas de Primaria. Bonilla es su hombre". Mucha guasa en el mensaje. No lo tiene fácil la dirigente socialista para superar este trance. Al menos en la primera vuelta. Más adelante, depende de la actitud que decida adoptar Ferraz con Chaves y Griñán. Es evidente que Sánchez no los quiere en el Parlamento, que está decidido a alejarlos de sus escaños. Pero de momento se mantiene a la espera de la actuación del Supremo sobre sus causas en el escándalo de los ERE. Mucho más claro lo tiene Rajoy que no quiere saber nada de apoyar a Díaz, entre otras cosas porque su partido resultaría tocado para los restos en el caso de producir cualquier gesto amable hacia la jefe de filas del partido que ha convertido a la comunidad andaluza en un gran charco de corrupción y escándalos. El presidente del Gobierno tomó parte muy activa en la campaña electoral de las andaluzas y recibió el desastre de Moreno Bonilla como un asunto casi personal. Lo disimuló, pero acusó el golpe. Ahora se lo quiere devolver a Díaz, precisamente donde más le duele. En esa 'estabilidad' que tanto predica y que ella, de momento, está incapacitada para garantizar.