Cuando una noche de 2010 en la ciudad de Richmond (Estados Unidos) 21 jóvenes pertenecientes a bandas armadas locales fueron invitados al Ayuntamiento para tener un encuentro con exconvictos, no podían esperar que iban a ser el punto de partida de un proyecto que ha planteado una controvertida forma de alejar a los jóvenes de la violencia en las calles. Al salir del Ayuntamiento, Devone Boggan, el fundador del programa, les dio mil dólares a cada uno de los jóvenes, sin ningún tipo de condicionante.
Desde 2010, el programa ya ha gastado unos 70.000 dólares al año en subvencionar las 'becas' de estos jóvenes
El programa que nació de esa noche, hasta 1.000 dólares al mes a jóvenes exconvictos o vinculados al mundo de las bandas callejeras por no cometer un crimen por arma de fuego, surgió después de que Boggan -tras la pérdida de su hermano en un tiroteo en Michigan- pensara que un sistema similar a las becas-salario de las universidades podría destinarse a alejar a los jóvenes de las armas y el crimen en los suburbios. El programa cuenta con una serie de exconvictos contratados como maestros y guías de los jóvenes para evitar que éstos reincidan. Estos ‘guías’ no tienen que rendir cuentas ante la policía incluso si sus ‘alumnos’ cometen algún delito y ellos se enteran, con el fin de lograr así su confianza. Además, estos mentores organizan viajes entre los jóvenes a diferentes destinos como África o México, que deben realizar personas que hayan intentado matarse en el pasado o miembros de bandas rivales, con el fin de confraternizar. Cuando uno de estos chicos es captado se le pide que establezca unos objetivos, que puede ser lograr un empleo, volver al colegio o mejorar las relaciones con su familia. Desde entonces, los chicos recibirán hasta 9.000 euros a lo largo de 18 meses que dura la ‘beca’. Desde 2010, el programa ya ha gastado unos 70.000 dólares al año en subvencionar las 'becas' de estos jóvenes.
Tras varios años de aplicación, el programa de Richmond está siendo estudiado en una decena de ciudades, entre ellas Miami, Toledo o Baltimore, y el Consejo del Distrito de Columbia - donde se encuentra la capital del país, Whasington – ha aprobado este mes el emprendimiento de este proyecto, según recoge The Washington Post, en una decisión que ha encontrado la oposición de la alcaldesa de la capital, Muriel E. Bowser. La dirigente considera que no hay suficientes análisis de este proyecto y que esos recursos deberían destinarse a programas de empleo.
Mientras tanto el proyecto de Richmond sigue su curso. Hasta la fecha han participado 88 jóvenes, de los cuales 84 siguen con vida y cuatro de cada cinco no han vuelto a ser relacionados o sospechosos de crímenes con armas. Tal es el caso de Lonnie Holmes que, como recoge The Whasington Post, después de ser arrestado por llevar un arma cargada, el programa le captó. En total ha recibido 1.500 dólares, que ha invertido en comprar un coche. El joven, que llegó a ser vagabundo durante algún tiempo, no sabe cómo logrará pagar su nuevo coche después de que acaben las ayudas del programa, por lo que está intentando convertirse en conductor de Uber, con el fin de cubrir con los gastos.
Los promotores conocen los riesgos de que el dinero que dan a los jóvenes se destine a drogas u otras actividades, e incluso reconocen que a lo mejor preferirían no saber dónde va el dinero, pero entienden que el incentivo mensual es un requisito indispensable para que el programa tenga éxito. Además, pese a los buenos resultados del programa, cuatro de los becarios han muerto, dos de ellos a manos de compañeros de programa, y la violencia en la ciudad no ha descendido.
El control de armas en EEUU
A principios de 2016, el presidente de EEUU, Barack Obama, anunció entre lágrimas una serie de acciones ejecutivas destinadas al control de armas de fuego para evitar que el uso de estas siga causando víctimas en el país. Desde que fuera reelegido, Obama ha sufrido más de 1.000 tiroteos dentro de sus fronteras y más de una matanza a la semana hasta finales de 2015.
A partir del próximo curso la Universidad de Texas permitirá a sus estudiantes llevar armas a clase
Pero la violencia armada en Estados Unidos va mucho más allá. En el país, según el Servicio de Estudios del Congreso en el año 2009, había cerca de 310 millones de armas de fuego en el país y tan solo un año después, según un estudio de la revista The Lancet, murieron 31.672 personas por arma de fuego, 86 al día ese año. Desde 1970 cerca de un millón y medio de personas han muerto por arma de fuego, y es que Estados Unidos, el país con la mayor tasa de encarcelamiento del mundo, según el informe anual del Observatorio de Derechos Humanos – en donde se incluyen un número considerable de jóvenes delincuentes juzgados en tribunales para adultos –, tiene también una tasa de homicidios por arma de fuego 25 veces superior a la registrada en otros 22 países de ingresos elevados en el mundo, según apunta un estudio de la Universidad de Nevada-Reno.
Pero mientras una parte de las instituciones del país lucha contra la violencia con las armas, otra la fomenta. A finales de febrero de este año, el presidente de la Universidad de Texas, Greg Fenves, anunció que a partir del próximo curso sus estudiantes podrán llevar armas a clase. Se trata de una polémica decisión contra la que se ha posicionado la mayor parte de la comunidad educativa, que entiende que en un espacio de investigación no hay lugar para las armas de fuego. Mientras esta universidad tiene que permitir a sus estudiantes portar armas en sus pasillos y en sus aulas – algo a lo que algunos profesores como el Nobel de Física Steven Winberg ya se han negado a permitir – a raíz de una ley promulgada por el Estado de Texas, que también permite llevar armas por las calles. Así, mientras en unas zonas de Estados Unidos las instituciones priman a los jóvenes conflictivos por no cometer delitos con armas de fuego, en otras se apuesta por permitir a los jóvenes que lleven armas hasta en los centros de estudio e investigación. Dos caras de una misma moneda que intenta hacer frente a su problema con las armas.