Vitaly Suárez ya está en España. El hispano-ucraniano, que tuvo que huir a Rusia tras la toma ucraniana de Jerson, ha conseguido escapar del país a través de Crimea para volar desde Georgia hasta Alicante, donde sus padres le esperaban desde hace meses. Este ángel de la guarda, que se ha dedicado durante meses a dar comida y servicio a sus vecinos, ya puede descansar lejos del ruido de los disparos y las bombas.
El viaje de Vitaly no ha sido sencillo. Junto a su mujer y su hija, abandonó Jerson una vez los combates comenzaron en la ciudad. Los rusos escoltaron a los civiles ucranianos hasta su propio país para utilizarlos como escudos humanos y evitar así que el ejército de Kiev les disparase: no iban a hacerlo si entre los soldados rusos había civiles ucranianos. Este es el motivo por el que las autoridades rusas permitieron que Vitaly, junto muchos vecinos de Jerson, abandonara la ciudad atravesando el río Dniéper para emprender un viaje hacia el este.
Una vez en Rusia, Vitaly comenzó a mirar la forma de salir del país. Decidió quedarse en Jerson para poder ayudar a sus vecinos, pero cuando no le quedó otro remedio que abandonar su ciudad, entendió que su participación humanitaria en la guerra había acabado. Durante meses, se encargó de buscar alimentos y medicinas. También de hacer peligrosos viajes por carretera a otras ciudades y pueblos en busca de suministros. Incluso ayudó a varias personas a salir del país, transportándolos hasta Leópolis para que una vez allí pudiesen encontrar la forma de viajar hasta la frontera con Polonia.
Salir de Rusia no ha sido fácil para Vitaly y su familia. Durante su viaje hasta la frontera con Georgia, este hispano-ucraniano se topó con controles militares rusos cada 20-30 kilómetros. En todos ellos, los soldados le pararon para identificarle y hacerle preguntas de toda clase. Incluso le llegaron a desnudar, pese a haber temperaturas bajo cero, para comprobar si llevaba tatuajes que le identificaran como parte del ejército o de la policía. "Salir de Rusia hacia crimea fue muy fuerte: ahí me detuvieron cuatro horas", cuenta en un audio.
Durante su detención, insistieron mucho en comprobar su teléfono, especialmente la galería de fotos, las llamadas y los whatsapps: "Hablé con la policía, que revisó mi teléfono preguntando por teléfonos de mi agenda que estaban en el ejército y la policía". Querían comprobar si estaba en contacto con alguien de Ucrania, especialmente alguien vinculado a la policía o el ejército. De hecho, Vitaly tiene amigos que son militares y fue preguntado si colaboraba con ellos en la causa ucraniana.
Los militares rusos también quisieron saber por qué tenía tantas fotos entregando alimentos y si estaba ayudando a Kiev a repartir suministros entre la población: "Si ellos piensan que repartes ayuda de parte de ucrania no te dejan salir". Vitaly dijo la verdad: toda esa comida la consiguió por él mismo. Contó que la compró gracias al patrimonio familiar y a las donaciones que recibía desde España. De no haberle creído, es probable que no le hubiesen dejado continuar su viaje: "No reaccionaron mal, no me dijeron nada más".
Vitaly se ha tenido que enfrentar a una preocupación adicional: su hija ha realizado este viaje con fiebre y con necesidad de recibir atención médica. Los exhaustivos controles, revisando todo lo que había en el coche, no hacían más que ralentizar que ella pudiese recibir ayuda. "Yo les pedí que hicieran todas las preguntas necesarias, pero que no alargasen el tiempo, pero no hacían ni caso". La única preocupación de este padre era poder atravesar la frontera para poder encontrar un refugio a salvo.
El viaje, que debía haber durado horas, se convirtió en una travesía de casi tres días en los que ninguno de los tres miembros de la familia consiguió pegar ojo. El objetivo era salir del país cuanto antes y la misión era difícil: Crimea es una zona muy militarizada, especialmente después de que el ejército ucraniano bombardease el puente que conecta Ucrania con la península.