El férreo control que impone la Unión Europea al uso de armas y la baja efectividad de las armas blancas para cometer atentados masivos ha convertido al automóvil en un arma perfecta para hacer daño a mucha gente en muy pocos minutos. El atentado de Magdeburgo, además es un ejemplo de lo que advirtió la UE el pasado año: que los mercadillos navideños europeos corrían un serio peligro de sufrir ataques de índole terrorista. Por el momento hay cuatro fallecidos y al menos 200 heridos.
Berlín ya sufrió un atentado de características similares en 2016, cuando Anis Amri decidió llevar a cabo un atropello masivo. Entonces, mató a 11 personas e hirió a otras 561 en un mercado navideño situado en Breitscheidplatz, en el distrito de Charlottenburg. El autor utilizó un camión para el ataque y después se dio a la fuga. Cuatro días después del atentado fue detenido en Milán. Después se supo gracias a un vídeo que había jurado lealtad a Estado Islámico.
En 2017, aunque no fue en un mercadillo navideño, también se produjo un atropello masivo. Fue en Barcelona durante el mes de agosto en Las Ramblas. El autor, vinculado a Daesh, recorrió 530 metros por el paseo central, provocando que 15 personas murieran en el acto y otras 131 acabasen heridas. Había cinco víctimas en estado crítico y una de ellas, una turista alemana de 51 años, acabó falleciendo diez días después a causa de las heridas. Younes Abouyaaqoub fue abatido cuatro días después por un Mosso d'Esquadra en un viñedo a casi 50 kilómetros de Barcelona.
El último atentado fue en 2018, en Estrasburgo (Francia). El 11 de diciembre, un hombre de origen argelino de 29 años llamado Chérif Chekatt, abrió fuego en el tradicional mercado navideño de la ciudad. Hubo cinco asesinados y otras 11 personas resultaron heridas. Chekatt consiguió escapar, pero fue abatido a tiros por la policía francesa en el barrio de Neudorf.
Estos ataques coindieron con el auge de Estados Islámico en Siria y su interés en sembrar el terror en suelo europeo. Esto provocó que la policía tomase medidas, colocando grandes bolardos en lugares públicos con el objetivo de evitar que, con un vehículo, una persona pueda acceder a las zonas peatonales a gran velocidad. En Magdeburgo, el autor del atentado logró esquivar estos controles, lo que promete aumentar los niveles de alerta y seguridad en los mercados navideños de toda Europa.