Dos años después de la salida oficial de Reino Unido de la Unión Europea, muchos de los partidarios del Brexit se sienten decepcionados por las consecuencias de la marcha del mercado común. Durante meses las islas británicas han padecido la falta de suministros y la reducción de las exportaciones e importaciones con Europa, mientras que todavía no han visto ninguna de sus supuestas ventajas. La salida de Europa prometía una reducción drástica del flujo de inmigrantes y una importante bajada de impuestos, dos aspiraciones que todavía que no se han visto realizadas.
En el caso de la inmigración, más de 23.000 personas cruzaron en botes el Canal desde Francia al Reino Unido en el año 2021. Al tiempo que los indicadores económicos sostienen que la ruptura con Europa supondrá un golpe del 4 % en el PIB del país. La pandemia de coronavirus, en comparación, solo le costará a las arcas británicas un 1,5 % del PIB, según ese organismo público. Y un 40% de quienes votaron a favor del Brexit (y prácticamente todos los que votaron en contra) se declaran defraudados por sus resultados, según informa este lunes La Vanguardia.
Freno al comercio
La Oficina para la Responsabilidad Presupuestaria del Reino Unido (OBR, en inglés) mantiene la misma predicción económica que hace cinco años, cuando se celebró el referéndum del Brexit. Estima que la ruptura con la UE recortará tanto las exportaciones como las importaciones británicas en un 15 % a largo plazo respecto a la evolución que habrían registrado dentro del bloque.
Según un modelo elaborado por el grupo de pensamiento "Centre for European Reform", el pasado octubre -el último mes con datos completos- los flujos comerciales británicos se situaban 12.600 millones de libras (14.800 millones de euros) por debajo del nivel que habrían alcanzado con el país en el mercado único y la unión aduanera comunitaria (un 15,7 % menos).
Esa ralentización se ha producido cuando todavía no se han implementado con todo rigor los controles de mercancías que prevé el acuerdo del Brexit. Desde el mes de enero, el Reino Unido retirará el periodo de gracia en el que permitía demorar las declaraciones aduaneras y los pagos arancelarios sobre las importaciones europeas hacia Gran Bretaña, que deberán ejecutarse de manera inmediata a partir de ahora.
Cambio de protocolo
El Gobierno británico aspiraba a dejar lista la negociación sobre el Protocolo para Irlanda del Norte en las últimas semanas de diciembre, pero tras numerosas rondas de contactos con Bruselas sin avances significativos, aceptó demorar la resolución del problema hasta principios del próximo año.
El proceso se ha cobrado además una nueva víctima: el hasta ahora negociador del Brexit británico, David Frost, que presentó su dimisión bajo el argumento de que no está de acuerdo con la "dirección de viaje" del Ejecutivo del primer ministro, Boris Johnson.
A las riendas del Brexit está ahora la ministra de Exteriores británica, Liz Truss. En sus primeras declaraciones sobre las negociaciones ha dado entender que mantiene la misma línea dura de Frost y exigirá a Bruselas eliminar del acuerdo al Tribunal de Justicia de la Unión Europea (TJUE), una de las cuestiones más espinosas sobre la mesa.
Con todo, el anterior negociador británico avanzó antes de abandonar el puesto que el Reino Unido está dispuesto a firmar en las próximas semanas un primer acuerdo "temporal" mientras se dirimen los asuntos más difíciles, una posibilidad sobre la que Truss todavía no se ha pronunciado.
Artículo 16
El Protocolo norirlandés lleva incorporada una cláusula que permite a una de las partes desactivar las disposiciones que considere demasiado dañinas. Invocarlo abriría un proceso de arbitraje bilateral, además de una profunda crisis política. En función de los aspectos que el Gobierno británico dejara de cumplir, la Unión Europea propondría represalias equilibradas contra el Reino Unido, que podrían incluir medidas como aranceles sobre ciertos productos.
Los expertos anticipan que ese escenario podría llegar a desencadenar una guerra comercial, con una espiral de medidas y contramedidas por parte de ambos lados del canal de la Mancha. En las últimas semanas se ha llegado a especular con la posibilidad de que la UE decidiera dar por anulado por completo el Acuerdo de Comercio y Cooperación con el Reino Unido, una decisión extrema con la que el Brexit volvería a la casilla cero y abocaría a ambos lados, una vez más, al abismo de una ruptura sin acuerdo.