Más de quince millones de franceses van a asistir esta noche a el duelo televisado que enfrentará a los dos finalistas de las presidenciales del domingo. Para Marine Le Pen es la hora de la revancha tras su humillante derrota ante Emmanuel Macron hace cinco años.
La final de 'champions' de la política francesa será la última oportunidad para los dos contendientes de medirse juntos ante una audiencia que estará pendiente del contenido del debate y de cualquier gesto que reste o sume puntos a los aspirantes. Por eso, tanto el realizador de la emisión como los dos periodistas que llevarán el peso del programa han sido elegidos por unanimidad entre los dos bandos. En la curiosa democracia mediática francesa los protagonistas del último espectáculo electoral pueden vetar, como han hecho, a los periodistas- árbitros que no les agradan.
Pero lo que los franceses esperan es el tenor de las discusiones entre un candidato-presidente que debe valorar y defender sus cinco años de mandato y una rival que tiene su última oportunidad política para convencer a sus ciudadanos de que hoy, sí, está preparada para ser la primera presidenta de Francia.
Que Le Pen ha acaparado el debate sobre el poder adquisitivo en la precampaña es ya un punto a su favor, pero extenderse sobre ese asunto puede ser peligroso para ella, pues Emmanuel Macron, inspector de finanzas, exbanquero de negocios y exministro de Economía, puede apalearla en ese terreno. Para evitar el desastre de hace un lustro, Le Pen se ha rodeado los “Horace”, un grupo de altos funcionarios del Estado que la han obligado a estudiar específicamente asuntos económicos.
Tras la feria de promesas que han marcado los últimos días de campaña hay asuntos que Le Pen pueden hacer valer en su provecho: la inseguridad y la lucha contra la penetración del islam político. Dos cuestiones que Emmanuel Macron ha debido abordar durante su mandato, pero de los que quizá no puede mostrar resultados muy lustrosos.
Que la comunicación política a veces considera al votante como un auténtico imbécil es un hecho comprobado. El aparato de agit-prop macronista organizó en Estrasburgo un encuentro “espontáneo” con una joven francesa que cubría su cabello con un velo islámico, en este caso, el hiyab. La joven preguntó al presidente si se consideraba feminista, a lo que él respondió con la misma pregunta. Los dos eran feministas, Macron consideró el diálogo como “la mejor respuesta a las tonterías que oigo estos días”. Era la réplica de Macron a la reciente promesa de Le Pen de prohibir el velo islámico en todo lugar público, algo que después ha matizado diciendo que el asunto será decidido por un voto de la Asamblea o en referéndum.
A la caza del "voto musulmán"
Macron utilizaba esta secuencia para captar el voto de la extrema izquierda representado por Jean-Luc Melenchón (con acento en la o, por ser un apellido murciano), quien, según los politólogos, captó en la primera vuelta el llamado “voto musulmán”. Pero ese legítimo paso electoral del presidente pone de nuevo al descubierto su ambigüedad sobre uno de los asuntos que inflaman los debates de la sociedad francesa desde hace décadas.
La progresía francesa que defiende el uso del velo islámico e, incluso, el “feminismo musulmán” recibe siempre la lección de las mujeres francesas musulmanas o las intelectuales árabes que, eso sí, tienen difícil escucha en los medios de la izquierda “humanista” y que serían perseguidas por sus convicciones en sus países de origen. Al episodio electoral de Macron y la mujer con velo, respondió, entre otras, Malika Sorel-Sutter, ingeniera salida de la Politécnica de Argel y MBA de Sciences Po de París, que en una columna de 'Le Figaro' subrayaba las palabras del islamólogo reformista, ya desaparecido, Abdelwahab Medded: “La prescripción del velo responde a una sociedad falocrática y misógina, construida sobre la separación de sexos y la jerarquía de géneros. Entre el hiyab y el burka no hay diferencias, ambos atentan contra los principios de igualdad y dignidad entre los sexos”.
Emmanuel Macron conoce los textos de Medded, así como los de otros especialistas que denuncian la islamización de una parte de la sociedad francesa, Pero su política de un paso a la derecha y otro a la izquierda neutraliza su acción, como ha sido el caso de su “Ley contra el separatismo islamista”.
Macron y el islam político, el enemigo de Francia
Después de tres años de mandato, el presidente francés se atrevió a nombrar, por fin, al principal enemigo interno de Francia: el islamismo político. Para Emmanuel Macron, como para una parte de los políticos franceses, nombrar el problema era ya el principal problema. Por eso, el proyecto de ley que pretende combatir la creación de una “contrasociedad”, según sus palabras, es llamado plan contra el “separatismo”. En la presentación de su proyecto, Macron dejó bien claro a lo que todo el mundo sabía que se refería: la lucha contra el separatismo islamista. El temor a ser considerado “facha” (facho, en francés) obliga a estas contorsiones.
Un reciente sondeo señala que el 74% de los franceses musulmanes menores de 25 años respetan los preceptos del islam por encima de las leyes republicanas. Un 45% en esa misma franja de edad considera que el islam es incompatible con los valores de la sociedad francesa.
Macron sueña con crear un “Islam de las Luces”, una pretensión a la que su plan pretende contribuir. Antes, deberá convencer a sus propios ciudadanos"
La “reconquista” anunciada por Macron empieza por la pequeña infancia. El presidente propuso hacer obligatoria la enseñanza a partir de los 3 años, Al mismo tiempo, se estrechará la vigilancia sobre las escuelas islámicas clandestinas que florecen en todos los barrios de Francia a la vista de vecinos alarmados, pero temerosos de denunciarlas. Privar a los niños del sistema educativo francés es uno de los principales objetivos del islamismo.
Los prefectos tendrán la potestad de acabar con la división de horarios por sexo en piscinas municipales y la instauración en los colegios públicos de menús adaptados a la religión. Con ello se pretende terminar con el clientelismo de muchos alcaldes, tanto de derechas como de izquierdas, que han obtenido el apoyo en las urnas de asociaciones que dicen representar a ciudadanos musulmanes.
En los barrios de Francia donde las funciones del Estado han desertado existen todo tipo de asociaciones (religiosas, deportivas, artísticas, etc.) que reciben ayuda económica para paliar esos servicios. Son objetivos fáciles del “entrismo” islamista, que las utilizan para propagar su ideología a costa del erario. Un hecho que se conoce desde décadas, al que Macron quiere poner coto, ahora, con controles estrictos sobre su funcionamiento y fines. En algunas ciudades de Francia, chóferes de autobuses públicos se permiten vetar el paso a mujeres que consideran vestidas “indecentemente”. La nueva ley será muy estricta contra esas actitudes y la norma se extenderá a las empresas de transporte privadas bajo contrato de las municipalidades.
Macron se propone formar en Francia a los imanes que van a ejercer en su país. Hasta hoy, las prédicas corren a cargo de 1.800 religiosos procedentes en su mayoría de países como Marruecos, Argelia o Turquía. El Estado pierde así el control de los contenidos impartidos en las mezquitas, una aberración fruto de la ley de 1905, que prohíbe al Estado ocuparse de asuntos religiosos. ¿En qué cabeza cabe que personas provenientes de países donde prima la ley religiosa puedan contribuir al respeto de los valores franceses? Por si fuera poco, la mayoría de esos imanes “importados” apenas habla unas palabras de francés. La nueva norma permite ejercer un control estricto, en teoría, sobre la financiación del culto musulmán, en especial el origen del dinero recibido para la construcción de mezquitas y el flujo de líquido que se genera al margen del fisco, como es el caso del llamado “negocio del peregrinaje” (a la Meca).
"Islam des Lumières"
Intelectuales y expertos han dejado escrita su señal de alarma ante este fenómeno desde hace años. 'Los Territorios perdidos de la República' (Georges Bensoussan), 'Los territorios conquistados por el islamismo' (Bernard Rougier) o 'La Francia de las Mezquitas' (Xavier Ternisien) son ejemplos de las advertencias documentadas que los políticos no han querido atender. La más reciente es una de las más hirientes. En el libro 'Cómo se ha dejado al islamismo penetrar en la escuela', el inspector de la Educación Nacional, Jean-Pierre Obin expone el aumento del radicalismo islamista en la escuela”, algo que ya denunció ante sus superiores hace 18 años, con la callada como respuesta.
Emmanuel Macron sueña con crear un “Islam de las Luces”, una pretensión a la que su plan pretende contribuir. Antes, deberá convencer a sus propios ciudadanos. La derecha radical consideró que su proyecto era demasiado tímido para eliminar el cáncer islamista; la extrema izquierda estima que con esta ley se criminaliza a todos los musulmanes. La habitual respuesta de los que ven a los franceses musulmanes como un bloque homogéneo del que sacar rédito político, sin querer admitir que son los musulmanes franceses – y en especial, las francesas musulmanas - las principales víctimas de los islamistas nacionales o importados. Tras la aprobación de la ley, poco se ha avanzado en su aplicación.
Si abordar el asunto de la islamización es ya atraerse directamente los calificativos de racista, xenófobo y - la medalla de honor de la ignominia- el de “islamófobo” (término ideado para evitar la crítica a una religión), inmiscuirse en el terreno de la inseguridad puede llevar directamente a la denunciación directa de la policía del pensamiento. Pero, en ese terreno, propicio desde hace años a la recogida de votos de la derecha dura, Macron se ha visto obligado también, aunque sin el éxito que esperaba - de momento - a encarar un problema que ha incendiado en varios momentos su gestión.
Macron nombró al socialista Gerard Colom como su primer responsable de Interior. Colom, hasta entonces alcalde de Lyón y barón de lujo del PS, formaba parte de esa izquierda sin complejos para denunciarla “guerra civil”que se preparaba en Francia. Antes de dimitir, Collomb denunció que el Estado ha perdido el control de barrios que han pasado a ser dirigidos por las mafias que controlan el mercado de la droga y los grupos de islamistas radicales. Y serán los componentes de esos dos colectivos los que se enfrentarán al resto de ciudadanos en esa guerra que Collomb teme y que, si no se pone remedio, enfrentará a los franceses, según él, en pocos años.
"Seguridad: la izquierda contra el pueblo"
Macron reemplazó al “galáctico” Collomb por otro socialista que tuvo que ceder su puesto rápidamente a un político próximo a Nicolas Sarkozy. La situación exigía más mano dura. Esta vez sin complejos de representar a una derecha nada blandita, Gerald Darmanin admitía hace un año que “Francia está enferma de inseguridad”.
Conductor de autobús masacrado por exigir el uso de la mascarilla en su vehículo, joven enfermera muerta después de ser arrastrada durante 800 metros por un automóvil, gendarme atropellada y muerta en un control, ciudadanos apaleados o acuchillados por una mirada, por negarse a dar un cigarrillo o por cruzar un paso de peatones “demasiado lentamente”, mujeres perseguidas en la noche de cualquier ciudad francesa… Gerald Darmanin se subió a la ola de la denuncia y rompía así un tabú de décadas sobre la inseguridad ciudadana, un asunto que tanto la izquierda como la derecha tradicional siempre prefirieron dejar en manos del antiguo Frente Nacional de la familia Le Pen, como ya denunciaba hace justo veinte años el periodista de izquierda y redactor jefe de Le Nouvel Observateur, Hervé Algalarrondo, en su libro 'Sécurité: la gauche contre le peuple'.
Subrayar esta situación, ocultada a duras penas por autoridades políticas y medios de comunicación, puede conducir a muchos periodistas y ensayistas a la condena, sino judicial, sí del silencio y la marginación en la escena profesional. Es lo que le ocurrió a un antropólogo que ahora disfruta de un nuevo reconocimiento y, también, ser considerado uno de los miembros de honor de la “fachosfera” Laurent Obertone publicó en 2013 (con ediciones actualizadas posteriormente) el libro 'La Francia naranja mecánica', utilizando el título del filme de Stanley Kubrick que en 1971 adaptó al cine la novela de Anthony Burgess, en la que se describe un mundo futuro (1995) donde un grupo de jóvenes protagoniza actos de una violencia y crueldad sin límites.
"Todas las francesas son putas"
Obertone denuncia en su obra una serie de sucesos de los que solo la prensa regional se hace eco y que muestran un panorama desolador de la violencia brutal que asola Francia. En el libro se pone de manifiesto cómo los principales medios de comunicación ocultan no solo los hechos, sino los nombres y el origen de los autores de los delitos, para “no estigmatizar”. Hay ejemplos que habrán hecho sonrojar a muchos periodistas, como cuando el autor subraya cómo cierta prensa prefiere hablar de delincuentes “rusos”, por evitar hablar de musulmanes… chechenos. O cómo se niega la existencia de un cierto racismo antiblanco a pesar de un grupo de franceses de origen magrebí, autores de la violación y tortura de una joven, lo justificaron porque “todas las francesas son putas”.
Obertone fue denostado por el periodismo moral, y su texto enviado al index de la inquisición autoproclamada progresista. Hoy se desempolva su libro, que entonces llegó a venderse en 300.000 ejemplares. Por entonces, solo el escritor Michel Houellebecq le rindió honores.
El ministro Darmanin señala también que no todo se puede justificar con “la excusa social”, o la cultura de la excusa. Es el recurso utilizado hasta ahora para justificar a los protagonistas de la barbarie cotidiana: “víctimas de la exclusión social, de la desigualdad”. Las buenas intenciones de Darmanin, y por tanto de Macron, no se han traducido, sin embargo, en una respuesta que haya rebajado ese nivel de “ensalvajamiento” que sufren especialmente las personas que viven en los barrios más pobres, pero que llega ya al centro de las ciudades y a la Francia rural.
En Francia no son los delincuentes los que huyen de los policías, sino al contrario. Los miembros de la autoridad no solo se ven frenados por el temor a ser juzgados por “violencia excesiva”, sino que son humillados por delincuentes cada vez más jóvenes que han impuesto la ley en sus barrios. En pocos países sería tolerado que una patrulla de policía sea filmada con móviles y ridiculizados por bandas de jóvenes, conscientes de que su superioridad en número y la impunidad que les concede una justicia laxa, les permite comportarse así. “¿Quién va a proteger a la sociedad si los policías pueden ser insultados en público y se les impida actuar en respuesta? ¿Cómo van a proteger a la sociedad si ellos mismos tienen miedo?”. Son preguntas que se hace un inspector de policía y que están recogidas en el libro 'El miedo ha cambiado de bando', del periodista especializado en asuntos policiales, Frédéric Ploquin.
Aplaudido por delincuentes; abucheado por policías
Emmanuel Macron también ha jugado la ambigüedad en este terreno. La mano dura del ministro del Interior es compensada con la nominación en la Justicia de un famoso abogado de (muchos) delincuentes. En su primer acto como responsable de la magistratura, Éric Dupond-Moretti visitó una cárcel donde fue recibido por los presos como una estrella de rock.
Un ministro del Interior aplaudido por delincuentes y abucheado por sindicatos de policía. Otra curiosidad definitoria del macronismo, según sus opositores y no solo de derechas. El secretario general del Partido Comunista, Fabien Roussel, acude a las manifestaciones de protesta de las fuerzas policiales y afirma sin matizaciones que la seguridad es un derecho. Sus camaradas de “La Francia Insumisa” de Melenchón también se dirigen a los policías, pero con el cántico de “suicidáos, suicidáos”, burlándose del alto número de funcionarios que se han quitado la vida en estos últimos años.
Derecho a una vivienda tranquila
El presidente francés decidió abordar el problema solo un año antes de la cita con las urnas y ofrece ahora un discurso que antes hubiera sido tasado de “derechista” por las almas nobles de la “intelligentsia” que habita en barrios donde el fenómeno nunca les atañe. “Lucho por el derecho a una vida tranquila”, declaró el jefe del Estado. El problema para el presidente francés es que muchas de sus declaraciones suenan a simples eslóganes pergeñados por un aparato de comunicación alejado de la realidad cotidiana. En la misma semana que decidió abordar el drama que viven muchos de sus conciudadanos, las redes sociales mostraban ataques a comisarías cuyos policías debían refugiarse como podían, incapaces de hacer frente a la agresión por falta de medios y por órdenes de “moderación en la respuesta”, para “no inflamar a las banlieues”.
Macron insiste en subrayar que la explosión de la delincuencia es una respuesta a las operaciones que la policía está lleva a cabo para desmantelar los puntos de venta de droga en los barrios controlados por los “narcos”. Y, como en cualquier periodo preelectoral, se desenfundan cifras que aseguran un aumento de efectivos policiales, que el dirigente cifra en 10.000 puestos en sus cinco años de mandato. Un “futuro más azul”, dice, refiriéndose al uniforme de la policía y los gendarmes; el problema es que ese azul es también el color del partido de Le Pen.
"El presidente del caos y la violencia"
Para Marine Le Pen, Macron es “el presidente del caos y de la violencia”. Y sus declaraciones sobre el asunto son “declaraciones de impotencia”. Todas las fuerzas a la derecha del presidente recalcan también su poca credibilidad cuando pretende defender a las fuerzas de seguridad. Macron dice que no se puede hablar de violencia “sistémica” dentro de la policía, como acusa la ultraizquierda y como él contribuyó a hacer pensar cuando en una entrevista en una red social para jóvenes manifestó que existía la “violencia policial”.
A los franceses les preocupa por encima de todo su situación económica y ese apartado ocupará buena parte del debate. Marine Le Pen sufrirá las acometidas de Macron destinadas a restar credibilidad a sus propuestas económicas y de política europea. Le Pen no puede estancarse ahí y deberá sacar a pasear sus argumentos tradicionales. Para ella, el eslogan “bloque popular V. bloque elitista” no será suficiente. Para Macron, la “alarma antifascista” no será bastante.