Suele decirse que a perro flaco, todo son pulgas. Y esta analogía se podría aplica a Afganistán, país que lleva inmerso en un doloroso conflicto armado desde hace más de 40 años. Al drama de los muertos por la guerra, la imposición de leyes draconianas para la libertad de las mujeres o la falta de instituciones democráticas, los afganos viven en una de las regiones más empobrecidas y corruptas del mundo. La gestión financiera ahora está en manos de los talibán. Esta tarea se presenta ardua por la congelación de activos del Banco Central afganos por parte de Estados Unidos junto con la suspensión de entrega de dinero del FMI hasta que se aclare quiénes son las verdades autoridades.
La toma del poder por parte de la milicia islamista que ya dominó el país entre 1996 y 2001 se ha producido en apenas dos semanas y culminó el pasado domingo con la toma de Kabul, la capital. Ni el Gobierno ni el Ejército afgano fueron capaces de plantar cara al poder militar talibán, que ahora, además de guerrear, deberá hacerse cargo de la difícil gestión económica de un territorio pobre, con pocas industrias, resquebrajado por la corrupción y sumido en la confusión institucional.
El panorama económico es desolador. Un 72% de la población vive bajo el umbral de la pobreza y 6,8 millones están en riesgo de sufrir inseguridad alimentaria. Los datos del Banco Mundial de 2020 indican que el 11,7% de los afganos no tenía trabajo. Además, en ese ejercicio el país decreció un 1,9%, según las estadísticas de esta institución.
Esta adversa situación macroeconómica ha dificultado el crecimiento de la economía y se ha convertido en el caldo de cultivo para que la mecha del islamismo radical haya prendido entre los más jóvenes.
Lo primero que los nuevos dirigentes deben planificar es pagar el salario de los funcionarios afganos y mantener el funcionamiento del Estado. El país depende en gran medida de los fondos internacionales y ya empiezan a escasear. El FMI anunció este miércoles el bloqueo al acceso de los talibán a 455 millones de dólares, unos 390 millones de euros, de las reservas de emergencia que la institución ha preparado en forma de ayuda contra la crisis económica originada por la covid en los países en desarrollo.
"Existe una falta de claridad dentro de la comunidad internacional respecto al reconocimiento del Gobierno en Afganistán", aseguró la institución en un comunicado remitido a los medios de comunicación.
Estados Unidos también ha propinado un varapalo financiero a los talibán esta semana con el bloqueo de casi 9,5 billones de dólares, que equivalen a unos 8.100 millones de euros, en activos del Banco Central de Afganistán en manos de la Reserva Federal para evitar que los milicianos se hagan con ellos. Los dólares han dejado de llegar al país desde el viernes pasado y el supervisor bancario ya ha limitado la circulación de esa moneda.
El exgobernador del Banco Central, Ajmal Ahmady, que ya ha abandonado Afganistán, ha señalado que los talibán van a tener muy complicado hacerse con reservas internacionales y ya ha avanzado que la gestión va a ser muy complicada. "Sin el respaldo del Departamento del Tesoro, es difícil que los talibán encuentren otras fuentes de financiación. Han ganado militarmente, pero ahora tienen que gobernar", ha explicado Ahmady en su cuenta de Twitter en la que ha relatado su huida del país.
La sequía de dólares es el primer paso para que aflore la inflación y se incremente exponencialmente el precio de los alimentos. El valor del afgani, la moneda de Afganistán, se ha desplomado a mínimos históricos esta semana y este viernes se intercambiaba en los mercado por 0,0099 euros. Potencias como China o Rusia con sus inversiones pueden ser una salida para reconstruir el país y atraer crecimiento económico y serán uno de los apoyos económicos que busquen los talibán.
Nuevos aliados económicos
Tras la salida de las tropas de Estados Unidos, China se ha erigido como uno de los aliados del nuevo régimen talibán y no han tardado en mostrarle su simpatía y expresar su deseo de "profundizar en sus amistosas relaciones". La única condición es que el territorio afgano no sirva de base militar para el Movimiento Islámico de Turquestán Oriental, grupo radical de la etnia uigur que Pekín considera una amenaza directa para su seguridad nacional.
Tener buenas relaciones con Afganistán supone una gran oportunidad para China, empeñada en expandir la nueva Ruta de la Seda y cuyo propósito es adelantar a Estados Unidos como la mayor potencia económica del mundo. Aunque los chinos aún no han otorgado el reconocimiento oficial al nuevo gobierno talibán, ya han declarado que son una fuerza militar y política decisiva para en la región.
Los talibán también han contado hasta ahora con otras fuentes de financiación, como los impuestos que han cobrado por la importación ilegal de combustible de Irán. Además, Afganistán es el primer producto de opio del mundo. La planta de efedra, que se reproduce de forma natural en el altiplano de Afganistán se ha convertido en uno de los ingredientes imprescindibles para fabricar la metanfetamina y eso ha proporcionado grandes cantidades de dinero a la milicia.
Incertidumbre e inseguridad
Una de las primeras imágenes que indican incertidumbre sobre lo que va a ocurrir en el plano económico son las colas para retirar el efectivo de los bancos. Y eso es exactamente lo que lleva ocurriendo en Afganistán desde el pasado domingo, tras la toma de Kabul. Los afganos acudieron en masa a los cajeros automáticos para tratar de retirar los ahorros de toda una vida.
La capital no ha sido el único escenario de este ritual habitual de los pánicos económicos. En lugares como Kandahar también se han agolpado numerosas personas a las puertas de los bancos para tratar de rescatar los ahorros.
La Asociación de Bancos Afganos trató de calmar los ánimos el pasado domingo y aseguró a los ciudadanos que sus ahorros permanecerían en los bancos, pero los afganos no se fían y las imágenes de personas esperando en la puerta de las entidades se han repetido durante toda la semana.