Israelíes y palestinos mantienen un alto el fuego hasta el próximo lunes con el objetivo de favorecer las conversaciones de paz en El Cairo. No es el primer intento y, lamentablemente, puede que tampoco el último, aunque algunas fuentes aseguran que se están encontrando puntos de acuerdo entre ambas partes. En esta ocasión, la mediación egipcia ha sido clave para ampliar las negociaciones indirectas sobre los términos de un alto el fuego permanente en el que ninguna de las partes está dispuesta a ceder. Sus posturas no pueden estar más enfrentadas después de años de confrontación a todos los niveles. Pero ¿cuál es el origen del conflicto que divide a israelíes y palestinos? Quizá debamos retroceder en el tiempo para comprender por qué la reconciliación parece cada vez más una misión imposible.
El éxodo judío, germen de la discordia
El movimiento sionista nace en 1897, cuando se plantea buscar un asentamiento para los judíos del mundo. Ya entrado el siglo XX deciden que ese lugar sea Palestina, por las connotaciones histórico religiosas que tiene esa zona para el pueblo hebreo: el regreso a la tierra prometida. El imperio otomano, que ya lucha contra movimientos independentistas árabes en esta región, apoya a los judíos pero no autoriza el asentamiento.
Tras la Primera Guerra Mundial se rompe el imperio otomano y Francia y Reino Unido se reparten los territorios árabes bajo su dominio. Londres asume el control de Palestina hasta 1922, cuando recibe un régimen de mandato por parte de la Sociedad de Naciones (institución que precede a la actual Naciones Unidas) en virtud del cual debe favorecer las condiciones de independencia del pueblo palestino, al mismo tiempo que se establece su responsabilidad para crear un hogar para el pueblo judío.
Dos pueblos, ¿dos Estados?
En la Segunda Guerra Mundial el régimen nazi provoca la huída masiva de judíos de Europa. La existencia de cientos de miles de supervivientes no bienvenidos en muchos Estados complica la afluencia de judíos hacia territorio palestino y aumenta los conflictos con la población árabe. Reino Unido se retira de la ecuación. En 1947, la ONU aprueba la creación de dos Estados con capital común en Jerusalén, que quedaría bajo control internacional. Los términos son aceptados por los israelíes, que inmediatamente se proclaman como Estado independiente con el beneplácito de gran parte de la comunidad internacional, pero rechazados en principio por los palestinos.
En 1974, la Asamblea General de la ONU reconoce a la Organización de Liberación de Palestina (OLP) como representante del pueblo palestino, otorgándole la condición de observadora, lo que le permite participar en todos los trabajos de la Asamblea y en conferencias internacionales. En 1988, Yasser Arafat lleva a cabo la declaración de independencia de Palestina, un acto simbólico, ya que la OLP no ejerce control efectivo sobre ningún territorio. Finalmente, en noviembre de 2012, la ONU cambia el estatus del territorio palestino de entidad a Estado observador no miembro y reitera su derecho a la libre determinación. La resolución pide el fin de la ocupación israelí iniciada en 1967 y la creación de un Estado palestino independiente, soberano, democrático y contiguo con las fronteras definidas antes de 1967.
La siguiente comparativa de mapas muestra la progresiva pérdida de territorios de los palestinos por la ocupación y los asentamientos judíos.
Casi un siglo en guerra
El alto nivel de violencia ha sido protagonista desde el comienzo del conflicto hasta la actualidad. Ejércitos regulares, grupos paramilitares, células terroristas e individuos de ambos bandos llevan décadas portando armas. La primera guerra árabe israelí comienza en 1948, cuando varios Estados reconocen la proclamación de Israel como Estado independiente y se establece la línea verde, que marca Cisjordania como territorio árabe. Desde entonces apenas ha habido etapas de paz. La Guerra de los Seis Días, en 1967, inicia el proceso de ocupación por parte de Israel; la primera Intifada se desencadena en Gaza en 1987, con un levantamiento popular que se extiende a todo el territorio palestino; la segunda tiene lugar en el año 2000; las Operaciones Plomo Fundido, entre 2008 y 2009 y Margen Protector, en julio de 2014, son las más cruentas emprendidas por el ejército israelí sobre la Franja de Gaza en los últimos años.
Las rondas de negociaciones
Tres años después de que Arafat declare la independencia de Palestina, ambos pueblos comienzan un diálogo que debía culminar con la creación de un Estado árabe en la Franja de Gaza y parte de Cisjordania. La Conferencia de Paz de Madrid, en 1991, abre el camino a los Acuerdos de Oslo de 1993, a partir de los cuales Israel comienza la retirada de los territorios ocupados, transfiriendo la responsabilidad a la Autoridad Palestina. Pero la eclosión de la segunda Intifada frena en seco el lento avance del proceso de paz.
El clima perpetuo de tensión y violencia y las reivindicaciones totalmente opuestas de ambas partes mantienen congelados los intentos de diálogo. Israel aceptaría un Estado palestino desmilitarizado, pero exige que Jerusalén sea su capital indivisible, mientras Palestina quiere establecer su capital en el este de la ciudad, como en la actualidad. La ciudad, santa para ambos, no es una moneda de cambio. Tampoco los asentamientos ilegales de judíos en Palestina. A pesar de la insistencia de la ONU sobre el reparto del territorio, hay unos 600.000 colonos israelíes en zonas que consideran suyas y reconstruyen cada edificio que se derriba.
Tensiones internas
Los desacuerdos no se producen solo entre los dos pueblos y con la comunidad internacional, la fragmentación política y social interna complica los intentos de establecer la paz en la región. Los asentamientos, por ejemplo, son uno de los puntos controvertidos dentro del propio Israel, cuyos gobiernos suelen necesitar el apoyo de las minorías cristianas y árabes para implementar sus decisiones en el país.
En Palestina la coexistencia de la lucha política y la armada es fuente de fricciones. No todas las entidades que se erigen como representantes del pueblo defienden el mismo nivel de violencia en sus reivindicaciones. Además, sus aspiraciones políticas difieren en muchos sentidos; mientras Hamás aspira a construir un califato, Al Fatah apuesta por un Estado secular. La Gaza religiosa no se pone de acuerdo con la Cisjordania laica, lo que debilita su posición para actuar conjuntamente en las negociaciones de paz. La reciente formación de un Gobierno de unidad presidido por Mahmud Abbas parece aliviar el enfrentamiento interno, pero aún no ha terminado de calar entre sus propios seguidores.
¿Demasiados obstáculos para repetir la foto que protagonizaron en 1993 el primer ministro israelí, Yitzhak Rabin, y el líder de la OLP, Yasser Arafat?