Internacional

Iwao Hakamada, el japonés que pasó más de media vida en el corredor de la muerte por un crimen que no cometió

Iwao Hakamada fue sentenciado a muerte en 1968, acusado de asesinar a su jefe, la esposa de este y sus dos hijos adolescentes, en un incendio premeditado en su casa, ubicada en Shizuoka, al oeste de Tokio

  • Iwao Hakamada

Iwao Hakamada, el preso que llevaba más tiempo en el corredor de la muerte en todo el mundo, fue finalmente absuelto por un tribunal japonés a los 88 años, después de pasar más de cinco décadas condenado por un asesinato que nunca cometió. El caso de Hakamada, conocido por la manipulación de pruebas que lo llevó a la condena, ha sido una de las sagas judiciales más largas y polémicas de Japón. El veredicto, emitido el pasado jueves, ha causado un revuelo tanto en el país como a nivel internacional, reabriendo el debate sobre el sistema de justicia penal en Japón y la aplicación de la pena de muerte.

Iwao Hakamada fue sentenciado a muerte en 1968, acusado de asesinar a su jefe, la esposa de este y sus dos hijos adolescentes, en un incendio premeditado en su casa, ubicada en Shizuoka, al oeste de Tokio. Durante el juicio, las pruebas principales contra Hakamada incluían una confesión obtenida bajo coacción tras intensos interrogatorios de hasta 12 horas diarias, y unas ropas supuestamente manchadas de sangre encontradas en un tanque de miso. Sin embargo, tras años de lucha legal, se descubrió que las pruebas habían sido manipuladas, lo que ha conducido a su reciente absolución.

La evidencia clave en el caso de Hakamada eran las prendas encontradas en un tanque de miso un año después de su arresto. Estas ropas, que se presentaron como prueba incriminatoria, contenían manchas rojas que la fiscalía argumentó eran de sangre. No obstante, los abogados defensores plantearon que el ADN extraído de las ropas no coincidía con el de Hakamada, y que la sangre no podría haber permanecido roja tras estar sumergida durante tanto tiempo en el miso.

Finalmente, fue este argumento el que convenció al juez Hiroaki Murayama en 2014, cuando dictaminó que las pruebas habían sido manipuladas. Murayama afirmó que "la ropa no pertenecía al acusado" y que "era injusto mantenerlo detenido, dado que su inocencia era evidente hasta un grado razonable". Fue entonces cuando se le concedió a Hakamada la libertad provisional y se ordenó un nuevo juicio.

La tortuosa espera de justicia

Aunque fue liberado en 2014, Hakamada ha tenido que esperar una década más para que se resolviera su caso de manera definitiva. La prolongación del proceso judicial y la constante incertidumbre deterioraron gravemente su salud mental, un daño que, según sus abogados y familiares, es irreversible. Hakamada ha pasado décadas en aislamiento, sometido a la tensión psicológica de no saber cuándo sería ejecutado, una práctica común en Japón, donde los presos en el corredor de la muerte son notificados de su ejecución con solo unas horas de antelación.

El nuevo juicio, que comenzó formalmente el año pasado, se centró en la posibilidad de que las manchas rojas en las ropas encontradas no fueran de sangre, sino una manipulación deliberada por parte de los investigadores. El tribunal finalmente falló a favor de Hakamada, reconociendo que las pruebas habían sido fabricadas. En su sentencia, los jueces declararon que "los investigadores manipularon la ropa manchándola de sangre",

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