El mismo día que el estado de alarma entraba en vigor en España, y mientras Estados Unidos y todos los países de Centroamérica restringían vuelos y cerraban fronteras, el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, se daba un baño de masas el pasado domingo entre poblaciones indígenas en el sureño estado de Guerrero, una de las regiones más empobrecidas del país.
Allí, abrazaba a niños y adultos, estrechaba la mano y se hacía selfies con todos sus seguidores y mostraba una normalidad y tranquilidad que contrasta con el estado de pandemia mundial desatado por el coronavirus y con las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Un día después, cuando se disponía a ofrecer su rueda de prensa diaria ante una sala abarrotada de periodistas, las cámaras de televisión captaban cómo todos los miembros de su gabinete se limpiaban las manos con gel desinfectante antes de subir al escenario de la conferencia de prensa. Todos, menos él.
López Obrador, el hombre cuyo eslogan para luchar contra el narcotráfico es "abrazos, no balazos", se resiste a adoptar medidas restrictivas para luchar contra la pandemia. Mantiene la Fase 1 (sobre un total de 3) de su plan de contingencia contra el coronavirus, que ni siquiera recomienda evitar los saludos con contacto físico, lo que está irritando a los mandatarios de otros países de la región. El presidente de El Salvador, Nayib Bukele, tachaba de "irresponsable" esta semana a su homólogo mexicano.
"No hay que preocuparse ni generar alarmas innecesarias", insistía López Obrador ante la prensa, señalando a la derecha mexicana y a los medios de comunicación como responsables de una situación de alarma social que ha llevado a las empresas a promover el teletrabajo, a los ciudadanos a hacer compras de pánico en los supermercado y a los gobiernos regionales a decretar el cierre de colegios, contra la recomendación del Gobierno federal.
Incluso la liga de fútbol nacional ha suspendido sus partidos, mientras el Ejecutivo mexicano intenta que el país siga con su actividad normal frente a una epidemia que ya deja más de 160 contagios y al menos un muerto en México, además de 210.000 casos confirmados y 9.000 fallecidos en todo el mundo.
Se encomienda a amuletos religiosos
Ante las críticas a su gestión, la respuesta de López Obrador es afirmar que "México es un país fuerte" y que la situación está bajo control en un país de casi 130 millones de habitantes que apenas destina un 4,2% de su PIB al sistema sanitario (frenta al 11% de la media europea), según la OCDE.
"¿Por qué en medio de la crisis económica, financiera, del mundo estoy sereno, tranquilo, a pesar de la epidemia del coronavirus y todo esto que se está enfrentando? Porque estoy convencido de que es mucha la fortaleza de México", afirmaba el presidente mexicano el pasado miércoles.
No contento con eso, el jueves mostraba ante los medios unas estampitas con motivos de religiosos y tréboles de seis hojas como amuletos para protegerse del coronavirus.
"Detente enemigo, el corazón de Jesús está conmigo", añadía el mandatario, practicante evangélico, encomendando a Dios el futuro de México y aconsejando a la población usar amuletos similares. "El escudo protector es la honestidad. Eso es lo que protege, el no permitir la corrupción", señalaba el hombre que dice liderar la 'Cuarta Transformación' de México.
Cuestionado sobre la conveniencia de que el presidente mexicano hubiese estado abrazando y dando la mano a multitudes el pasado fin de semana, el subsecretario de Salud del Gobierno (equivalente a secretario de Estado de Sanidad en España y encargado de la gestión del coronavirus en México), Hugo López-Gatell, afirmaba que "la fuerza moral" de López Obrador hace que no sea "una fuerza de contagio".
El dólar cerró este viernes en 25,11 pesos mexicanos, máximo histórico de la moneda nacional y una depreciación de más del 11% en la última semana
Por ahora, y ante las críticas recibidas, el Gobierno mexicano ha rectificado y ha aceptado limitar los contactos de López Obrador con las masas en sus actos públicos previstos para este fin de semana. También está preparando un plan de auxilio a la población para que, en caso de decretar la Fase 3 de su plan de contingencia, personal e instalaciones del Ejército y la Marina sean puestos a disposición de los pacientes con coronavirus.
Prioriza la economía
Como en el caso de Boris Johnson en Reino Unido, no es que al presidente de México no le preocupen los efectos sanitarios que el coronavirus pueda causar entre la población, sino que parece priorizar la situación de una aletargada economía mexicana que en 2019, el primer año completo de López Obrador en el Gobierno, cayó un -0,1%.
Aunque el presidente se niega a cerrar fronteras o decretar restricciones, el Banco de México ha comenzado a sacar la munición económica para intentar suavizar la devaluación que el coronavirus está provocando en la moneda nacional, el peso mexicano.
Un programa de subastas cambiarias de entre 20.000 y 30.000 dólares, además de la inyección de otros recursos a la economía, que por el momento no han conseguido frenar el impacto del Covid-19. El dólar cerró este viernes en 25,11 pesos mexicanos, un máximo histórico que se traduce en una depreciación de más del 11% en la última semana.
No obstante, López Obrador permanece impasible. "No debemos paralizarnos. Si la situación estuviese fuera de control, tal vez, yo se lo diría. Pero no es así. Estoy tranquilo y tenemos reservas, muchísimo dinero porque no hay corrupción ni gastos superfluos", insistía el mandatario mexicano este viernes en un mensaje difundido a través de sus redes sociales y grabado en el avión en el que se dirigía al estado de Oaxaca, en el sur del país.