Cuando Juan Guaidó se autoproclamó presidente encargado de Venezuela, en enero de 2019, el Gobierno de México rápidamente dio un balón de oxígeno al mandatario Nicolás Maduro.
Mientras la Administración de Estados Unidos y varios países latinoamericanos se apresuraron a reconocer al líder opositor, el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, se mantuvo firme en la tradición de la diplomacia mexicana de sostener el principio de "no intervención" en las crisis internas de otros países y en reconocer sin fisuras a Maduro como presidente de Venezuela.
El mandatario mexicano, que llevaba menos de dos meses en el cargo y había tenido a Maduro entre los invitados a su toma de posesión, marcaba así distancias a nivel interno con sus antecesores, algunos de ellos muy críticos con el chavismo e involucrados en foros internacionales para denunciar los abusos cometidos por el régimen venezolano; especialmente Vicente Fox y Felipe Calderón, a quien incluso el Parlamento venezolano llegó a declarar en 2015 persona non grata por sus críticas al gobierno de Maduro.
Consciente de la importancia regional de México en toda América Latina, poco después de asumir como presidente encargado, el propio Guaidó llegó a apelar al pueblo mexicano para que presionase a López Obrador: "Le hago un llamado a todo México que se solidarice con el pueblo venezolano, y espero que se pueda sumar a las voces que piden un cambio de democracia y libertad en Venezuela".
En la rueda de prensa conjunta que López Obrador y Sánchez mantuvieron en Ciudad de México, ambos mostraron claramente sus discrepancias sobre Venezuela
En respuesta al reconocimiento a Guaidó por gran parte de los países de la región, la Secretaría de Relaciones Exteriores mexicana promovió rápidamente una conferencia internacional en Montevideo para para intentar promover el diálogo entre el régimen de Caracas y la oposición venezolana. Una cumbre celebrada el 7 de febrero en Uruguay en la que participaron más de una decena de países (entre ellos España, Reino Unido, Francia, Alemania e Italia) y que culminó tan solo con la petición de elecciones libres en Venezuela. Comicios que un año después no se han celebrado.
Para entonces, el Gobierno de Pedro Sánchez ya había reconocido a Guaidó como presidente encargado de Venezuela y había dado un ultimátum a Maduro para que convocase elecciones. Un asunto que marcó la visita del jefe del Ejecutivo a México a finales de enero de 2019.
En la rueda de prensa conjunta que López Obrador y Sánchez mantuvieron en Ciudad de México, ambos mostraron claramente sus discrepancias sobre Venezuela. "No queremos que los extranjeros intervengan en asuntos que competen a los mexicanos, por eso debemos también ser muy cuidadosos de no intervenir (en Venezuela). Para que otros no intervengan", señaló el presidente mexicano.
Cuando Sánchez se enfadó con López Obrador
Aquella visita, en la que Sánchez se mostró amable con el nuevo Gobierno izquierdista mexicano e incluso calmó a los empresarios españoles que temían una cancelación de los contratos e inversiones hechas en ese país, terminó mal.
Según fuentes diplomáticas, durante una comida entre ambos gobiernos, que tuvo lugar en la última jornada de aquella visita, López Obrador avanzó a Sánchez su intención de enviar una carta para exigir al Rey una disculpa pública por la conquista. Al presidente español no le gustó nada la noticia, y como gesto de protesta, adelantó su vuelo de regreso a España.
Un año después, parece que ambos Gobiernos vuelven a estrechar relaciones. Como informó este jueves Vozpópuli, un subsecretario de Exteriores de López Obrador se reunió discretamente con el vicepresidente segundo del Ejecutivos, Pablo Iglesias, y el expresidente Zapatero, con la crisis de Venezuela de fondo.