Vitaly Suárez es un hispano ucraniano que hace siete meses vio como Rusia invadía su país. Hijo de empresario hispanovenezolano, apareció en muchos medios de comunicación a raíz de la publicación del Diario de Vitaly en este diario. Tras más de medio año, su presencia en los medios ha decaído, aunque su situación es crítica: no ha logrado salir del país y la situación en Jerson está al borde del colapso. Su intención era volar a España en septiembre, pero según califica su familia, "lo intentó demasiado tarde".
El cambio físico de Vitaly durante estos siete meses es evidente. Ha perdido alrededor de 20 kg, por lo que luce un aspecto demacrado. Además, ha perdido bastante pelo debido al estrés que le produce la situación. Además, su estado de ánimo ha cambiado, ya que los nervios están presentes a lo largo de todo el día. Conciliar el sueño se le hace muy complicado, lo que le ha producido un envejecimiento precoz.
Tampoco puede hablar con libertad, ya que las comunicaciones de Jerson están vigiladas. De ahí que cuando Vitaly llama a España, cuenta lo justo y necesario para evitar consecuencias. Además, todo el contenido que graba en su teléfono lo borra inmediatamente después, ya que los rusos hacen controles de smartphones para controlar la información que poseen.
Su hija, una pequeña niña, vive cierta normalidad. Va al colegio, solo que ahora, sus profesores habituales han sido sustituidos por maestros rusos. Las clases también han variado: la propaganda rusa está muy presente en el aula. Le cuentan que si los rusos han invadido a Ucrania es para liberarla del nazismo. Por supuesto, aunque en casa les digan lo contrario, no pueden dar réplica al profesor. Pese a ello, sus ojos también reflejan el miedo a la guerra: tuvo que refugiarse junto a sus compañeros durante varias horas en el centro educativo por la llegada de antiaéreos.
Aunque la guerra no ha manchado de sangre a la familia Suárez, sí han tenido conocidos cercanos que no han corrido la misma suerte. La casa de uno de los mejores amigos de Vitaly recibió un misil que le hizo perder las piernas y mató a los padres. Para más inri, no pudieron ser enterrados, ya que el ejército ruso no permitió que rescatar los trozos de su cuerpo, esparcidos por la casa.
Pese a los sinsabores de la guerra, Vitaly sí ha podido disfrutar de pequeños sorbos de felicidad. En este tiempo, ha logrado sacar del país a cinco personas a través de Nikolaiv. Además, ha distribuido muchísimos víveres: por ejemplo, ha repartido 50.000 pañales para los bebés de Jerson.
Desde que comenzó la guerra, Vitaly ha trabajado para que la gente de Jerson, su ciudad, pudiese comer, tomar medicamentos o beber agua potable. Una tarea que al principio era difícil, aunque ahora lo es mucho más. Rusia quiso hacer una 'operación relámpago' y no le salió bien, por lo que el ejército a los pocos días estaban escasos de víveres. La solución fue saquear supermercados, condenando a la inanición a los ucranianos.
Pese a ello, Vitaly se movió lo suficiente como para ayudar a cientos de personas a llevarse algo a la boca, por lo que es considerado un héroe en la ciudad. Una labor humanitaria no exenta de riesgos, ya que tuvo que dar la cara ante el ejército ruso en varios controles. En una guerra, los soldados no se andan con miramientos, pero por fortuna, Vitaly ha salido indemne de todos estos encontronazos en los que reconoce haber pasado bastante miedo.
Ahora, la situación de Jerson es crítica. La tensión se vive en las calles, con los chechenos y el Grupo Wagner luchando entre sí por quedarse las migajas que aún quedan en pie dentro de la ciudad. Salir de casa se ha convertido en un peligro, ya que los bombardeos son más constantes que nunca. Desde hace una semana, le cuesta conciliar el sueño debido a las explosiones, que se escuchan día y noche. El ejército ucraniano trata de avanzar hacia Jerson para liberar la ciudad, por lo que las milicias rusas están más nerviosas de la cuenta, un estado de ánimo que puede terminar pagando en cualquier momento un civil que esté en el lugar y momento equivocado.
Vitaly tampoco sale ya de casa debido a la situación que vive la ciudad, porque ahora, conseguir víveres es casi imposible. En Jerson apenas queda nada y lo que hay, es carísimo: esta semana pagó 80 euros por un pedazo de queso, un poco de embutido y un zumo. Una cifra que él se puede permitir gracias a la ayuda financiera de su familia, que vive en España, una suerte con la que no cuentan la inmensa mayoría de los ucranianos. Este es la etapa de mayor hambruna desde que empezó la guerra.
Además, ya no se puede salir de la ciudad, tampoco personas como Vitaly, que hacen trabajo humanitario. Ante la inminente llegada del ejército ucraniano, los rusos han cerrado todos los accesos, de manera que los viajes de Vitaly a ciudades de alrededor para comprar víveres o cargar el coche con ayuda humanitaria se han acabado. Tampoco es posible ir a zona rusa, ya que Putin ha cerrado los accesos para evitar que los civiles rusos que han ocupado las urbes ucranianas huyan por miedo al avance del ejército de Kiev. Vitaly compró varios víveres en Crimea, algo que ya no se puede hacer.
Es por este motivo que Vitaly no puede huir de Jerson con su familia, aunque en estos momentos es lo que más desea. Tendrá que esperar a que Rusia rechace los ataques del ejército ucraniano o a que Ucrania logre retomar la ciudad. El caso es que tendrá la guerra a las puertas de casa y no podrá marcharse para evitar el peligro.