La invasión de Ucrania ha vuelto a poner en el foco la crueldad de la guerra. El mundo entero puso el grito en el cielo cuando las tropas ucranianas descubrieron -hace ya más de un año- el horror de Bucha, una ciudad fantasma que reveló lo peor del ser humano. La instantánea de cientos de cadáveres de civiles con las manos atadas a la espalda, evidenció que fueron asesinatos a quemarropa, prueba gráfica de que las fuerzas de Putin estaban cometiendo ejecuciones sumarias y otros crímenes de guerra y contra la humanidad.
En este último año, varias investigaciones han relacionado a miembros del Grupo Wagner con las atrocidades cometidas en Bucha y otras ciudades ucranianas. Tácticas de guerra populares entre los mercenarios de organizaciones paramilitares que operan como punta de lanza de los intereses comerciales y, en ocasiones, políticos de las grandes potencias.
La primera vez que se oyó hablar de Wagner fue en 2014, cuando los hombres de Yevgueni Prigozhin, un oligarca ruso con fuertes lazos con el Kremlin y conocido como ‘el chef de Putin’, llegaron a Ucrania para ayudar a Rusia a anexionar la península de Crimea. Desde entonces, la presencia de los mercenarios de Putin se ha extendido por parte de África y Oriente Medio. En Siria la organización trabaja como refuerzo de las fuerzas de Bashar Al-Asad y asegurando los campos de petróleo. En Libia, esta empresa de contratistas militares opera junto a las fuerzas leales al general Khalifa Hafar y en gran parte del África subsahariana velan por los intereses económicos de Rusia protegiendo el acceso a reseras de energía y metales preciosos.
La intervención del Grupo Wagner permite a Putin “realizar acciones fuera de sus fronteras, en conflictos abiertos donde esté participando el propio Estado, o bien donde el Estado ruso de una determinada manera quiere influir a través de la guerra asimétrica o la guerra híbrida. Actuar sin uniformes propiamente del Estado ruso, pero sí con la libertad -a veces absolutamente cruel y excesiva- de poder hacerlo sin tener en cuenta los derechos humanos”, comenta a Vozpópuli Chema Gil, experto en seguridad y terrorismo.
Sin responsabilidad directa, Rusia puede avanzar en sus intereses comerciales evitando una mayor escalada de los conflictos con otras potencias rivales que sin pruebas plausibles de injerencia rusa en el terreno terminan sin capacidad de actuar de manera directa. El analista, Chema Gil, define a las fuerzas de Wagner como “un brazo armado más de Rusia... que vela por los intereses directos del Kremlin, ni siquiera del Estado ruso, sino del Kremlin”.
El 'chef de Putin'
Su líder, Yevgueni Prigozhin, es conocido por su estrecha relación con Vladimir Putin, el hombre encargado de abrir las puertas a Rusia en zonas de conflicto. Tras una carrera de ascenso meteórico, el ‘chef de Putin’ ha conseguido amasar un gran conglomerado empresas en el sector audiovisual, minero, tecnológico y militar. Las operaciones de Wagner han sido lucrativas tanto para el Gobierno ruso como para la propia compañía, y es que gracias a sus misiones en países como Libia, Mali, Burkina Faso, Sudán, República Centroafricana y Mozambique -mayormente financiadas por Rusia- Prigozhin controla activos mineros en África bastante lucrativos de oro y diamantes. El control de materias primas en países del Tercer Mundo proporciona al grupo Wagner y al Kremlin los fondos necesarios para sus operaciones en el extranjero.
Esta forma de maniobrar en política exterior no es exclusiva de Rusia. Tal y como apunta Chema Gil, “este fenómeno, el uso de mercenarios es algo que ha existido a lo largo de la historia desde siempre. En un plano más moderno o contemporáneo, lo vimos en Irak con Blackwater, cuando Bush invade el país con un número de efectivos mucho menor del que aconsejaba el alto mando. Ahí entra esta compañía privada que comienza a asimilar funciones de seguridad reservadas anteriormente a ejércitos gubernamentales".
Otras compañías militares
Desde entonces, las compañías de seguridad privadas o compañías de militares privadas han estado presentes no solo en conflictos armados activos, sino también “para sofocar conflictos armados no declarados como el de Colombia o revoluciones internas”, señala el periodista Ángel Gonzalo. El especialista de Amnistía Internacional explica que algunas empresas también optan por contratar los servicios de las PMC para "salvaguardar sus intereses comerciales".
"Reino Unido también es un país donde existe multitud de contratistas privados y China incluso ha creado algunas compañías, pues les permite realizar acciones fuera de sus fronteras a través de la guerra asimétrica o la guerra híbrida", comenta Gil. Entre algunas de las compañías de seguridad con mayor presencia en terrero se encuentran: Triple Canopy conocida por sus actuaciones en Irak, Haití o la frontera con México; Garda World, de propiedad canadiense y formada por antiguas fuerzas especiales británicas que operan en zonas petroleras de Nigeria, así como en el conflicto Libia y Siria y G4S Secure Solutions (Reino Unido), una de las empresas de seguridad con más ingresos del mundo y cuya presencia se extiende más de un centenar de países.
La interacción de las grandes potencias en un mundo globalizado, la proliferación de armas nucleares y la aparición de actores internacionales que velan por intereses comerciales al margen de los gobiernos ha creado la necesidad de entender los conflictos o acciones belicosas de una manera muy diferente. Por ello, se invierte cada vez más en avances tecnológicos, sistemas de vigilancia o espionaje y en compañías privadas capaces de contener al enemigo sin necesidad de un enfrentamiento directo de las Fuerzas Armadas en terreno. Tácticas de guerra que permiten a los gobiernos eludir rendir cuentas ante tribunales internacionales o emitir órdenes como la decretada por el 'chef de Putin' en Ucrania: no capturar prisioneros y "matar a todos en el campo de batalla".