Internacional

Todo lo que el asalto en Brasil nos enseña sobre la fractura de la democracia

América Latina vive actualmente una ola de populismo que provoca un retroceso de la democracia liberal. Las redes e Internet juegan un papel clave. El continente es la punta de lanza de un fenómeno global

Steve Bannon prendió la mecha cuando las elecciones brasileñas se dirigían hacia una segunda vuelta. El resultado definitivo estaba aún muy lejos de conocerse pero el ex jefe de campaña de Donald Trump -uno de los estrategas del nacionalpopulismo más influyentes del mundo- ya agitaba entonces en su podcast el fantasma del fraude electoral. Bannon no apuntaló sus acusaciones con pruebas pero en las redes sociales -y en varios episodios de su programa- él y sus invitados difundieron el mantra del "robo de las elecciones". Incluso después de que Jair Bolsonaro aceptase la derrota, Bannon siguió espoleando a los sectores más radicales del bolsonarismo bajo el profético hashtag #Primaverabrasileña. Después se sumó a su causa la fuerza movilizadora de Ali Alexander, uno de los líderes del movimiento proTrump "Stop the Steal", que promueve la refutada teoría de que Trump perdió las elecciones de 2020 por un fraude electoral en todo EEUU.

Las frases que Alexander difundió sobre Brasil el domingo, cuando miles de bolsonaristas asaltaban el Congreso, el Tribunal Supremo y el palacio presidencial, son el dogma del populismo: "El Tribunal Supremo de Brasil es ilegítimo y la pieza más corrupta del país. No respeta la ley ni a la gente. Haz lo que sea necesario". Las imágenes de los seguidores de Bolsonaro más extremistas tomando al asalto los tres poderes evocaban lo sucedido en el Capitolio de EEUU en enero de 2020. También sus promotores. Dos expresidentes que ya antes de las elecciones, cuando las encuestas ponían todo en su contra, pusieron en duda el sistema electoral de sus respectivos países. Bolsonaro, al igual que hizo Trump tras la derrota, decidió no entregar el poder a su sucesor (Lula da Silva) en la ceremonia oficial de investidura celebrada en Brasilia. Tras semanas de denuncias sin pruebas sobre el supuesto fraude electoral -Bolsonaro contribuyó durante meses a provocar, si perdía, una versión brasileña de la toma del Capitolio-, plantó a su sucesor y voló a Florida en el avión presidencial días antes del traspaso de poderes.

Resulta difícil creer que individuos como Bannon o Alexander, con las redes sociales como principal plataforma, puedan provocar un asalto a la democracia como el que ha sufrido Brasil. Pero las redes, como fenómeno en una tormenta perfecta que incluye el sometimiento al populismo de buena parte de la clase política, han jugado un papel clave en lo ocurrido. Tanto como en la movilización de la extrema derecha brasileña. Mientras estuvo en el poder, Bolsonaro fomentó el descrédito de las instituciones políticas, atacó al Tribunal Supremo y abogó por el cierre del Congreso. Las redes sociales -e Internet- fueron el factor movilizador de una minoría radical y son el origen de un problema global que amenaza seriamente a las democracias liberales.

El ‘efecto Elon Musk’ en Brasil sirve como ejemplo de los elementos perniciosos que esconden las redes para la democracia. Cuando el magnate se hizo con Twitter, la red social restauró varias cuentas ubicadas en Brasil que difundían rumores sobre una manipulación electoral y que habían sido bloqueadas en el pasado. Musk también despidió a gran parte de la plantilla en Brasil, incluidas ocho personas que se encargaban de vigilar los mensajes que publicaban en la red grupos de extrema derecha brasileños.  

América Latina es la punta de lanza de este fenómeno y en Europa formamos parte de la misma ola"

Las redes crean una estructura de oportunidad muy favorable al populismo en un mundo cada vez más polarizado y en el que las democracias están en retroceso. Un estudio del Instituto Internacional para la Democracia (IDEA) que evalúa a 173 países muestra que la mitad de los estados sufren erosión democrática, con retrocesos importantes en las libertades civiles, los controles gubernamentales y las elecciones limpias (Brasil retrocedía de forma severa ya antes de las elecciones que dieron la victoria a Lula da Silva). Y en un continente, América Latina, en el que dicha polarización ha crecido hasta un 39% en cinco años, Brasil destaca como el país más polarizado, según un estudio de LLYC que ha analizado más de 600 millones de mensajes en redes sociales, recogidos entre el 1 de septiembre de 2017 y el 31 de agosto de 2022.

"Brasil, Trump, España cuando se acusa al Tribunal Constitucional de dar un golpe de Estado... Este fenómeno es algo macro, no es un caso aislado, y tiene mucho que ver con las redes e Internet. El hecho de que Internet contenga elementos muy perniciosos para la democracia se retroalimenta en la psicología humana, que tiende al sesgo de confirmación (buscamos aquello que reafirme nuestras convicciones). Internet permite que cada segmento social encuentre contenidos que refuerzan sus creencias. Las personas salen cada vez más polarizadas, porque encuentran cosas que reafirman sus sesgos de partida. Por último, los políticos no son inocentes", explica Carlos Rico, politólogo y profesor de la Universidad Pontificia Comillas.

Rico se refiere al hecho de que la clase política, ante el avance del populismo, se haya subido al carro de la polarización que favorecen las redes. El populismo es contagioso porque, en política, resulta sencillo y efectivo. Una estrategia de trazo grueso, descalificatoria, que va anulando la tolerancia y moviliza con falsedades. América Latina vive actualmente una ola de populismo que provoca un retroceso de la democracia liberal, basada en la separación de poderes. Es una de las zonas del mundo donde más presencia tienen "las democracias iliberales, aquellas en las que se puede votar en unas elecciones más o menos libres pero donde la separación de poderes no está garantizada. América Latina es la punta de lanza de este fenómeno y en Europa formamos parte de la misma ola", advierte Rico.

Mientras el Ejército desmontaba ayer, por orden del Supremo, los campamentos de bolsonaristas -hubo 1.200 detenidos-, Brasil investiga cómo se coordinaron los asaltos a los tres poderes, asaltos que Bolsonaro califica de "fuera de la ley". La gran pregunta es quién fletó los autobuses que trasladaron a Brasilia a cientos de radicales, porque el hecho apunta a que hubo una organización y, por tanto, hay responsables. Bolsonaro aseguró desde Florida que no ordenó los ataques. Trump, referente para no pocos populistas que han intentado emularle, guardó un llamativo silencio.

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