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Laguardia: Fin de semana perfecto

Tengo un amigo que siempre quiso   “ser  de pueblo”.  Primero pensó en lo idílico que era el trabajo en el campo, luego en los dulces amaneceres desde la ventana de su casa y luego,  lo agradable   que podría ser  el tener un pequeño  rebaño de ovejas… 

… Por  suerte,   el  ingrato  trabajo en el huerto,  las “escarchas de la mañana” y el daño de las ovejas en los parterres de flores de su esposa   le llevaron a entender el campo  de otra manera… Ahora,  sólo  busca pueblos bonitos donde pasar un fin de semana dejando el coche aparcado. 

Uno de los primeros destinos  escogidos, siguiendo las recomendaciones de un familiar más aficionado a los tintos que  al trabajo  fue la villa de Laguardia, en Alava.  Buena compañía,  mejor clima    y   la arquitectura de uno de esos pueblos que parecen pensados para el delicado arte de  pasar el tiempo de modo discreto  fueron suficientes   para convertirse en “experto en vida de pueblo para  los fines de semana”... 

Aunque le  recomendaron  una visita a las bodegas cercanas,  el cuerpo le pedía  llegar pronto a la parte vieja del pueblo  para poder disfrutar de ese  placer tan sencillo  de perderse por  calles  sin nombre   y pararse ante la fachada de esas casonas palacio que demuestran como el título no sirve para pagar las reformas necessarias.   La Posada Mayor de Migueloa, ubicado en el antiguo Palacio de Viana,  es una buena opción como hotel  y  demuestra que la historia es agradable para estudiarla,  pero  necesita de las  comodidades de nuestros días  para conocerse mejor.  www.mayordemigueloa.com

La arquitectura de  Laguardía demuestra que  que se ha llegado a un sitio importante.  El placer  de orientarnos por las sombras sobre las fachadas del otro lado de la calle nos ayuda a orientarnos. A la derecha encontramos la iglesia gótica dedicada a San Juan Bautista, con su retablo barroco, a cuyos pies está adosada la capilla del Pilar. Enfrente está la Casa Palaciega de Samaniego,  del siglo XVII, en la que nació el fabulista y que hoy alberga la Oficina de Turismo, y si  continuamos por la calle Mayor encontramos todavía  tiendecitas de comestibles y  bares donde se chatea con   generosidad. El contrapunto lo pone  su Plaza Mayor, de la que algunos dicen que es pequeña para llamar  más la  atención…  Esta plaza porticada está presidida por los dos ayuntamientos de Laguardia. En un lateral, el Ayuntamiento Antiguo.  Construido en el año 1574, ostenta en su fachada el escudo imperial de Carlos V. Para evitar los abusos de ciertos comerciantes, junto al arco hay una placa donde están grabadas las antiguas medidas oficiales de la vara, la media vara, la teja y el ladrillo.

 En el centro de la plaza, el Ayuntamiento  del siglo XIX, en cuya fachada destaca el escudo de la ciudad y un reloj de carillón que ya es famoso. Sea la hora que sea, hacemos una nota mental para volver puntualmente cuando el reloj marque las doce del mediodía o las ocho de la tarde, y ver unos autómatas articulados que bailan al ritmo de pasacalles. Posiblemente, no veamos el reloj, pero podremos volver y disfrutar del buen vino de la tierra. 

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