Por eso hoy toca rendir un pequeño homenaje a esos otros carnavales auún sabiendo que nos vamos a dejar muchos en el tintero. Para los que aún no los conozcáis, nada mejor que pasarse por allí si queréis vivir una auténtica fiesta de las de quitarse el sombrero. Prometemos que no os arrepentiréis.
Carnaval de Badajoz
Con comparsas de más de un centenar de personas y algunos de los disfraces más originales que veréis nunca, queda claro que los pacenses saben de sobra cómo organizar un buen carnaval. Sólo hay que estar dispuesto a divertirse, dejarse llevar y, sobre todo, no olvidar el disfraz en casa. De lo contrario, os sentiréis un pelín fuera de lugar, así que de lo que no hay que acordarse es de la vergüenza. ¿Una peculiaridad? Que hay poco espacio para los individualistas. En este carnaval todo se hace en grupo: comer, beber y, por supuesto, disfrazarse. Ya lo dice el refrán: si vas a la romería, vete en buena compañía.
Carnaval de Avilés
Lo llaman el Antroxu. Y los avilesinos lo celebran a su manera, con tradiciones propias. Como la del descenso de Galiana, con cañones de espuma que llenan el centro de la ciudad de color blanco. Por él descienden las carrozas antes de las verbenas el sábado de carnaval. Después celebran las Jornadas Gastronómicas de Antroxu, donde se degustan potes asturianos y otros platos de la tierra además de repostería tradicional. ¿Lo mejor? Disfrutar de toda una semana en la que se cambia el traje de oficina por el disfraz. Hasta los bares se visten de gala disfrazándose por dentro y por fuera. Si vais por allí nos daréis la razón al menos en una cosa: en el Antroxu avilesino lo de aburrirse está complicado.
Carnaval de Santoña
También llamado Carnaval del Norte, es una de las fiestas con más solera, aunque fue en los años 80 cuando volvió a recuperar lo que había sido antiguamente. Aparte de que muchos de sus vecinos van disfrazados de peces, entre las peculiaridades de este carnaval marinero está el Juicio en el Fondo del Mar, que representa el pleito a un besugo que presuntamente ha raptado a una sirena. Aunque el juez, nada menos que Neptuno, lo absuelve, el besugo acaba muriendo al ver que la sirena no lo quiere. Por eso se celebra después su entierro, con peces de luto y plañideras que lo acompañan hasta la bahía. Además de tener una buena historia, la fiesta en Santoña durante estos días es de las aseguradas. Uno de los carnavales en los que hay que participar al menos una vez en la vida.
Canaval de Águilas
Otro de los que tiene mucha historia a sus espaldas. Tanto que hace apenas unas semanas fue declarado Fiesta de Interés Turístico Internacional. Águilas se prepara gran parte del año para que estos días nada falle en sus espectaculares desfiles, donde aparecen peñas de distintas localidades de España. Seis meses antes, en agosto, se han elegido a los cuatro personajes por excelencia del carnaval: la Musa, Don Carnal, Doña Cuaresma y Doña Mussona. Pero además de la celebración más oficial, por las noches se disfruta de otro carnaval, el de la fiesta genuina, donde el único requisito para participar es ir disfrazado. Para él los vecinos de Águilas inventaron su propia bebida: la cuerva, un cóctel que no deja indiferente y lleva prácticamente de todo.
Carnaval de Chipiona
Sí, está difícil superar los carnavales de Cádiz. Pero lo cierto es que los de Chipiona no le andan a la zaga. Celebran una cabalgata del humor que por sí sola justifica una visita a Chipiona en estas fechas. Pero además, es todo un lujo de carnaval para los que tienen debilidad por la gastronomía, porque todas las peñas celebran actos en torno a la comida. Está la pringá, la fritá, la potajá, la mejilloná, la pulpada, la gran paellá... Para disfrutar, divertirse y volverse a casa con ganas de repetir.
Carnaval de los indianos
En Santa Cruz de La Palma se celebra uno de los carnavales más originales, el de los indianos, donde se representa la llegada de los emigrantes que habían hecho fortuna en América y mostraban a sus vecinos orgullosos lo bien que les había ido la aventura. El pueblo recibe a los adinerados con una batalla de polvos de talco al ritmo de guajiras en una estampa completamente blanca, porque uno de los requisitos es vestirse de blanco o crema. Ellos con sombrero panameño, guayabera y pantalón de lino; ellas, con trajes de época y sombrillas. Todo un espectáculo que no hay que perderse.