Destinos

El salar de Atacama: una gota en el desierto

En el Salar de Atacama, ubicado en el desierto chileno homónimo, es posible avistar aves de muchas especies como el flamenco o la gaviota andina, pero también es un lugar perfecto para observar los asombrosos efectos que unas simples gotas de agua pueden tener en el surgimiento de la naturaleza incluso en ambientes extremadamente hostiles.

  • (flickr / ndecam)

El agua es fundamental para la vida y eso se hace patente en el desierto más árido del mundo: el Desierto de Atacama, en el Norte Grande Chileno. Se trata de un lugar que recuerda a Almería, pero a lo bestia. Aquí es posible encontrar kilómetros y kilómetros de tierras ocres, sin apenas vegetación. En este mismo lugar nos preguntaremos a cada paso cómo es posible que alguien o algo pueda vivir aquí.

La belleza del desierto es brutal. Grandes montañas, volcanes, profundos valles donde a veces asoma un regato en el que aparece un poco de vida y la impresionante huella del  hombre en las minas de cobre… todas estas visiones nos dejarán con la boca abierta.

El Norte Grande de Chile está lleno de rincones espectaculares, paisajes increíbles como el Valle de la Luna, los géiseres del Tatio, las aldeas remotas con cinco casas y parabólica… en esta ocasión nos vamos a fijar en una de esas explosiones de vida producto de una casualidad geológica: el salar de Atacama.

Rocas de aristas imposibles

En situaciones como la de este desierto, cualquier zona húmeda es un tesoro donde la explosión de vida es espectacular. El Salar se encuentra en una depresión caprichosa del terreno, que crea una cuenca endorreica entre la cordillera de los Andes y la Cordillera de Domeyko, a 2.300 metros sobre el nivel del mar. Este salar es distinto a lo que estamos acostumbrados a ver. La extrema aridez hace que las sales precipiten en rocas rugosas, con aristas imposibles, sin superficies planas típicas de los saladares donde hay periodos de inundación recurrente.

En esa gotita en el desierto podremos ver una importante colonia de aves. Entre ellas destacan sin duda el flamenco (andino y chileno), gaviota andina, chorlo de la puna, playero de baird, colegial, pequén, golondrina de dorso negro y el pollito de mar tricolor, que se alimentan del zooplancton y del fitoplancton del conjunto de lagunas que emergen en la planicie salina.

Chile es toda una aventura: nada como disfrutar del espectacular vuelo del flamenco andino a unos pocos metros del sendero que nos adentra en este mar interior de 3 kilómetros cuadrados. Ideal para tomar una tranquila merienda al final de la tarde en hoteles como Alto Atacama, observar el atardecer desde la cordillera y maravillarnos de cómo un poco de agua puede cambiarlo todo.

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