Las islas Cícladas, situadas en el Mar Egeo, son cientos de formaciones rocosas que presumen de que ya eran sagradas en la Antigüedad griega. Por encima de los problemas financieros del país, sus famosos molinos de viento adornan las cimas de las colinas y sirven de reclamo para un turismo de calidad. Para lo bueno y para lo malo, aquí se perciben todos los tópicos de un país que sigue teniendo en el turismo su principal referente.
Alquilar un barco, con o sin tripulación, es una opción perfecta para los que quieren unas vacaciones diferentes. Las opciones son infinitas y cada día deja numerosos momentos para la improvisación. Indudablemente, un barco nos permite tener la autonomía para disfrutar de todas estas islas.
Kea, por su cercanía de Atenas, es un buen lugar para empezar. Aquí viven algo más de 2000 personas y son los herederos de poetas como Simonides y Bacchlides y el galeno Erasistratos. Pueblos como Vourkari son un buen reclamo con sus diminutas barcas de pesca descansando sobre el agua. La experiencia tiene mucho de personal. Hay que callejear por el centro del pueblo con una parada para comprar provisiones: tomates, cebolletas, aceitunas, pepinos y queso feta para la ensalada. Poder comer entre chapuzón y aperitivo sigue siendo un gran placer.
Animación en Mykonos
Muy distinto es el ambiente en Mykonos. De mayo a octubre mantiene una frenética actividad, pero a pesar del gran desarrollo, la isla no ha perdido su inicial belleza y sus playas siguen siendo tranquilas y paradisíacas. Aquí se rebosa animación durante la noche, sobre todo en la ciudad de Mykonos, con sus blancas calles con puertas y bóvedas azules que representan el prototipo de la arquitectura cicládica clásica.
Otra parada obligada es Santorini. Thira, en griego, es una isla volcánica y abrupta donde es casi inexcusable no subir a su principal ciudad a lomos de un burro. Al llegar a la cima tras la alocada carrera de los pobres animales, se contempla la magnífica bahía y el conjunto de esta población de estrechas calles blancas y cúpulas azules entre las que destaca la del monasterio del Profeta Elías. Para los amantes de la arqueología la visita imprescindible serán las ruinas de una antigua ciudad minoica enterrada por la erupción del volcán Tera y para quienes prefieren darse un chapuzón, lo mejor serán las playas de arena negra de la zona meridional y oriental de la isla.
La leyenda dice que surgió como un lunar en la tierra que fue ofrecido por Jasón y los Argonautas al dios Tritón, que más tarde lo tiró al mar y quedó como la conocemos hoy en día. A principios del siglo XX fue un lugar donde se llevaba a los presos y sirvió de cárcel natural.
Las islas más pequeñas
Desde Santorini nuestro próximo destino es la isla de Anafi, la isla más al sur de las Cícladas. La leyenda cuenta que Apolo creó esta isla como refugio para Jasón y los Argonautas en una tormenta, un mito seguramente relacionado con el explosión del volcán de Santorini. Anafi es un lugar muy tranquilo con aguas cristalinas y una buena taberna donde relajarse aún más por la noche.
El auténtico placer se guarda en las islas más pequeñas. Zarpamos hacia la isla de Sifnos, nuestro destino es Port Vathi una cala muy resguardada, rival en interés con la villa medieval de Kastro. Kimolos o Poliagos son esas islas que no suelen aparecer en los grandes planes de los tour operadores pero transmiten esa otra sensación de viajar. Calas entre rocas, unas maravillosas aguas azules y esa sensación de que aquí no llega la crisis. El volar de los pájaros y un guiso de alcachofas patatas y aceitunas negras cierran el círculo de la perfección.
La parte dramática del paisaje queda para la isla de Folegandros con sus cortados de roca muy altos que hacen que se divise desde muy lejos, 300 metros de roca cayendo a pico es espectacular. La bahía de Karavostasi sigue siendo el mejor lugar para pasar la noche. Por encima de los números, este país es una buena colección de pequeños rincones que representan a los hombres y mujeres del Mediterráneo.