Es la segunda ciudad de Noruega, aunque de segundona no tiene nada: portuaria como Oslo, pero mucho más marinera; urbana como la capital, pero con el encanto de las ciudades manejables; y con una historia detrás que se conserva casi en cada rincón de sus calles. Es una ciudad para ir, y repetir. Su fama de lugar lluvioso no le resta capacidad de asombro. En Bergen se vive bien, se sabe disfrutar de lo cotidiano y la naturaleza es el valor añadido.
Sabemos dónde estamos
Las vistas son un valor añadido para la ciudad. ¿Existe un lugar donde ver al mismo tiempo los fiordos, el mar y las montañas desde tierra firme? La respuesta es que sí, si te encuentras en Bergen. Tan sólo tienes que coger el funicular Fløibanen, que está en el centro de la ciudad, para subir hasta la cima del monte Fløien a unos 320 metros sobre el nivel del mar. Son las mejores vistas con diferencia de la ciudad.
Los bocadillos de gambas del Mercado del Pescado
Si lo de estirar las piernas va contigo, desde allí puedes bajar caminando y de paso disfrutando de un paseo entretenido con paisajes de postal para llegar al famoso Mercado del Pescado de Bergen. Lo respaldan 700 años de historia, y en él puedes encontrar desde productos frescos (bacalao, salmón...) hasta envasados para llevarte un trocito de Noruega de vuelta a España. Como casi todos los mercados, es un regalo para los que les guste observar el trajín de la ciudad. Un pequeño microcosmos donde turistas y locales se cruzan a diario.
Barrio de Bryggen
Es la postal perfeta. Esas casas tan originales de colores que aparecen en muchas de las fotos de Noruega están fotografiadas aquí, en el barrio de Bryggen. Es el más tradicional de Bergen y un buen lugar para ir haciéndose al ambiente. Bryggen es el antiguo muelle de la ciudad, donde se levantaron los primeros edificios de la urbe, y también uno de los asentamientos medievales más famosos de Noruega. Merece una visita sin prisa para perderse entre sus estrechos callejones y casas de madera, declarados Patrimonio de la Humanidad hace ya 35 años.
Museo Bryggen
Aunque no seáis amantes de los museos y prefiráis que sea la propia ciudad quien os descubra sus virtudes, este es de los que no os arrepentiréis de conocer porque habla del pasado más característico de la ciudad, el que vivió en su época medieval. De hecho, a pesar de que se encuentra en un edificio moderno, se levantó sobre sobre las ruinas de los primeros asentamientos de Bryggen y alberga numerosos restos medievales excavados en la zona, además de muestras de arte temporales y exposiciones temáticas.
Centro de la Ciencia de Bergen
Lo han bautizado como VILVITE, y es la nueva atracción de la ciudad. Se trata de un centro de tecnología y ciencias naturales con más de 100 aparatos y experimentos distintos. Por ejemplo, extraer petróleo o prever el tiempo en un estudio profesional. Si vas con niños, no te dejarán saltártelo. Y si vas con niños grandes aficionados a la ciencia, tampoco.
Museo Hanseático
Aquí se entiende la ciudad. Desde el museo Bryggen, pasando por delante de las características casas de madera del muelle, se llega a este otro museo que, junto con el de Schøtstuene, es tan auténtico que hay que dedicarle aunque sea unos minutos. Bergen fue uno de los más importantes kontors de la Liga Hanseática, una especie de puesto comercial en el extranjero de esa federación de comerciantes alemanes que controló el comercio marítimo del norte de Europa entre el siglo XIII y el XVII. Su presencia en esta ciudad dominó la actividad de Bergen durante un par de siglos, y hoy se recogen las costumbres de los Hansa en el edificio más antiguo de los muelles.
Museo Schøtstuene
Junto al anterior, da una perfecta idea de cómo sería la vida en el muelle hace seis siglos para un comerciante Hansa: en un edificio perfectamente conservado puedes pasear por los salones de reunión de los hanseáticos, quienes seguían comunicándose en alemán y frisio aunque llevaran años en la ciudad. En esos salones se realizaban las ceremonias de iniciación de los adolescentes que llegaban a Bergen con 14 años para convertirse en comerciantes.
Residencia real y Torre Rosenkrantz
Hace ya ocho siglos que el rey Håkon Håkonsson hizo construir la residencia real y la sala de banquetes, la llamada sala de Håkon, en Bergen. Junto a ella está la famosa Torre Rosenkrantz, que además de residencia ejercía como fortaleza o torre defensiva. Aunque se construyó en 1270 se ha ampliado varias veces a lo largo de los siguientes siglos como un símbolo de poder frente a los mercaderes hanseáticos.
La iglesia medieval de madera de Fantoft
Para los amantes del arte y de la historia, esta es de las primeras visitas de la lista porque se trata de una iglesia que no podrías encontrar en cualquier ciudad aunque esa ciudad fuera cristiana. Se trata de un templo cristiano medieval muy particular que era frecuente ver en la Europa del Norte pero sobre todo en Noruega. Se construyó en el año 1150 en Fortun, en el municpio de Luster, pero en 1883 decidieron trasladarla a Bergen para reconstruirla con madera original en el barrio de Fantoft. Aunque se incendió hace poco más de 20 años, se volvió a reconstruir respetando el original.
Mansiones del XVIII
Aunque perderse sin más en una ciudad que visitas por primera vez casi siempre es un placer, y Bergen no es una excepción, tampoco está mal ir buscando esos tesoros que sabes que esconde. Por ejemplo, las dos espectaculares mansiones del siglo XVIII que ahora se han reconvertido en museos. Una de ellas es la Mansión de Damsgård, ejemplo único de arquitectura estilo rococó en madera. La otra, la Mansión Alvøen, el centro del antiguo pueblo industrial de Alvøen en su época.
Y además… Bergen es el lugar perfecto para iniciar toda clase de excursiones por la zona de los fiordos, tanto con automóvil, como con algunos de los numerosos barcos que recorren sus costas.