Recogemos el testigo de estos amantes de las golondrinas para pasear por la ciudad en la que nació Gustavo Adolfo Claudio Domínguez Bastida el 17 de febrero de 1836. Un paseo en el que iremos recorriendo las huellas de Bécquer por la capital andaluza, partimos de su primer hogar (en la calle Conde de Barajas, 28), una casa de la que solo queda la fachada y en la que se recuerda tan emblemático nacimiento con una placa. A solo unos metros encontramos la segunda parada, en la iglesia de San Lorenzo (del siglo XIV) donde fue bautizado. Y aunque es pronto para un descanso, es el momento de hacerlo porque justo al lado se cruzará en nuestro camino unos de los bares preferidos de los sevillanos, Eslava, en el que pediremos la premiada tapa Un cigarro para Bécquer. Nos ahorramos la descripción para que solo la saboreéis.
Bécquer durmió durante una época en los Reales Alcázares con su tío Joaquín, pintor de cámara de Isabel II.
Seguiremos hacia la calle Potro número 6 donde encontramos la segunda casa del autor, a la que se muda la familia tras el repentino fallecimiento de su padre. Después caminaremos hasta el número 29 de la calle Gran Poder, donde actualmente hay una clínica, y donde en época de Bécquer se erigía el colegio San Francisco de Paula en el que estudió. Continuaremos esta peculiar peregrinación literaria hasta el Museo de Bellas Artes de Sevilla. Allí nos encontraremos, por fin, frente a frente con Bécquer. Un óleo sobre lienzo firmado por su hermano Valeriano que data de 1862, cuando se reunió con Gustavo Adolfo en Madrid para buscar el éxito en sus carreras -el primero en las letras y el segundo como pintor-. Es, sin duda, la foto a la que nuestra mente recurre cuando imagina el rostro del poeta, la que han utilizado los libros de texto durante generaciones para ilustrar los versos del sevillano, pues se trata de una de las obras capitales de la pintura romántica española.
Para el siguiente punto podemos coger el autobús, caminar o ir en bici, que siempre es una buena idea en Sevilla, porque nos dirigimos hasta el Palacio de San Telmo, donde Bécquer empezó los estudios de Náutica y donde se dice que comenzó a jugar con la poesía y las adaptaciones teatrales con solo 10 años. La visita a este edificio barroco que ahora alberga la Presidencia de la Junta de Andalucía es gratuita, pero concertada. Después nos trasladaremos hasta otro de los grandes monumentos de los que presume Sevilla ante el mundo, su Real Alcázar. Por ese conjunto de palacios paseaba e incluso durmió durante una época Bécquer, ya completamente huérfano, junto a su tío Joaquín. En las privilegiadas salas del Alcázar tenía su taller y vivienda debido a que era el restaurador y pintor de cámara honorario de Isabel II y de los condes de Montpensier.
Los visitantes de la tumba de Bécquer suelen dejarle poemas, pensamientos o cartas.
Nuestro siguiente reto es llegar a la Glorieta de Bécquer dentro del emblemático Parque de María Luisa. Allí se representa la rima El amor que pasa con un monumento, que data de 1910, del escultor Lorenzo Coullaut Valera en el que tres jóvenes simbolizan el «amor ilusionado», el «amor poseído» y el «amor perdido».
Nos amarramos bien los cordones de las zapatillas -espero que llevéis calzado cómodo- para ir a conocer el órgano de Maese Pérez. Podemos, antes, desviarnos un poco hacia la zona de la Catedral para tomar algo en la Taberna de las Escobas (1386), la más antigua de España, y a la que Bécquer acudía como un sevillano más. Seguimos andando hacia nuestro destino paranormal, el de Maese Pérez, el organista, publicada a finales de diciembre de 1861 en El Contemporáneo. En la iglesia del Convento de Santa Inés imaginó Bécquer el misterio de Maese y su órgano. Allí está el órgano, uno de los más antiguos de la ciudad, y podemos aprovechar para leer alguno de los pasajes de la leyenda.
Después nos dirigiremos hacia la iglesia de San Vicente, donde reposaron los restos de Gustavo Adolfo Bécquer y su hermano Valeriano cuando llegaron de Madrid el 10 de abril de 1913. Un día después, el cortejo fúnebre salió desde allí hacia el Panteón de sevillanos ilustres, ubicado bajo la iglesia de la Anunciación, con entrada por la Facultad de Bellas Artes, en la calle Laraña (y que solo se puede visitar los viernes de 16:30 a 19:30). Sobre las lápidas de los hermanos Bécquer, se alza la figura de un ángel, obra de Eduardo Muñoz, y a sus pies suelen dejar los visitantes poemas, pensamientos o cartas dirigidas a Bécquer y su inmortal legado. El mismo que ni las desapariciones de espacios ni la incapacidad administrativa para gestionar su patrimonio cultural puede evitar que se siga homenajeando con cada lectura.