Para los que estéis dudando si tacharla o no, os dejamos ocho motivos por los que merece, y mucho, la pena darse una buena vuelta por allí. Buon viaggio!
Fotografiar el Coliseo al atardecer
La llaman la ciudad museo porque, para muchos, Roma es el mayor museo al aire libre del mundo. Por eso hay decenas de atracciones turísticas que visitar, pero quizá la más imprescindible sea el impresionante Coliseo romano, un gran anfiteatro donde se celebraba todo evento que se preciara en la antigua ciudad de Roma. Fue el más grande de todo el imperio, y en él se organizaban desde batallas navales con la arena cubierta por agua hasta las luchas de gladiadores y ejecuciones con animales. Aunque a cualquier hora del día impresiona, si lo visitáis al atardecer os encontraréis un verdadero espectáculo digno del mejor álbum de fotografías. Ocurre lo mismo con el monte Palatino y el Foro romano, otras dos visitas que no os podéis perder (la entrada es conjunta). Aunque hayáis visto decenas de imágenes de estos tres lugares, hacerlo en directo es toda una experiencia. Palabra.
Repasar lecciones de historia
Roma fue cuna de la civilización occidental y lugar de cientos de intrigas entre poderosos que inspiraron a escritores del imperio como Vegecio, autor de la famosa frase “Si vis pacem, para bellum” ("Si quieres la paz, prepara la guerra"). Por eso los aficionados a la historia encontrarán en esta ciudad su pequeño paraíso, ya que aún conserva muchísimas huellas de su pasado. Una buena forma de preparar el viaje es precisamente repasar su historia sin olvidar la vinculación que tiene a la de Hispania, una tierra que “produce los durísimos soldados, ésta los expertísimos capitanes, ésta los fecundísimos oradores, ésta los clarísimos vates, ésta es madre de jueces y príncipes, ésta dio para el Imperio a Trajano, a Adriano, a Teodosio”, escribía el retórico Pacato allá por el siglo IV. Y es que en el pasado del imperio romano figuran tres importantes emperadores nacidos en Hispania -Trajano, Adriano y Teodosio-, una excusa más para acercarnos a la vecina Roma y conocer el lugar desde el que ejercieron el poder nuestros antiguos paisanos.
Disfrutar de un helado de los de antes
Dicen los entendidos que para tomar un helado como Dios manda hay que acudir a una de las muchas heladerías tradicionales que inundan Roma, porque allí no se toman a la ligera eso de que esté considerada la capital europea del helado. Lo mejor es que con tanta fama y competencia, las heladerías no se pueden permitir ser mediocres, así que casi seguro que acertarás en cualquiera. Sin embargo, si quieres acudir a la más famosa, probablemente tengas que pasarte por Giolitti, junto al Panteón, la misma en la que entraron los Obama cuando estuvieron por Italia. Para los que se estrenen en el mundo de las gelaterias, ahí va una clase rápida de tipos de helados: están los mantecati, que son los helados cremosos de siempre, hechos de leche o nata, azúcar y huevo; los sorbetti, elaborados con fruta, azúcar y agua, y los semifreddi, con base de nata montada. Disfrútalos porque de verdad que es un placer como pocos.
Ponerse románticos en el puente Milvio
Hace casi 10 años que uno de los puentes más importantes sobre el río Tíber empezó a ponerse especialmente de moda, y la razón fue el best seller de Federico Moccia Tengo ganas de ti, que inspiró a cientos de miles de enamorados, quienes emularon a los protagonistas de la novela. Estos sellan su amor cerrando un candado en el puente y tirando la llave al río. Aunque ya no es posible imitar a los románticos –apenas un año después de que se pusiera de moda esta costumbre hubo problemas por el peso y el alcalde de Roma mandó colocar postes de acero que fueron retirados del puente finalmente en septiembre de 2012–, el puente Milvio sigue teniendo su romanticismo, así que es un buen lugar para sentimentales y enamorados.
Perderse por el antiguo barrio del Trastevere
Una visita a Roma sin un buen paseo por uno de los barrios más antiguos de Roma, separado del centro de la ciudad por el río, es como comerse la tarta de cumpleaños sin soplar las velas. Calles empedradas, pequeñas iglesias que se esconden en distintos rincones del barrio, tiendas que venden los artilugios más insospechados o tabernas antiguas son algunas señas de identidad de un barrio que, a pesar de ser muy turístico, mantiene su encanto. Además, en él se encuentra la basílica de Santa María, las Portas de San Pancrazio y Settimiana, la Villa Farnesina, el Palazzo Salviati, la iglesia de San Pietro in Montorio... Un barrio irreemplazable en una ciudad indispensable.
Pegarse un buen homenaje culinario
Es cierto que como en casa se come en pocos sitios, pero en Italia, y en especial en Roma, hay muchos lugares donde comer sigue siendo un placer con mayúsculas. Los amantes de la pizza lo tienen fácil porque hay pizzerias casi en cada esquina, pero si queréis visitar una de las que tiene más fama sin precios desorbitados, Elettro Forno es una buenísima opción. Si ya estás harto de la pizza, Sesto quarto o la Taverna del Gusto suelen ser restaurantes seguros donde miman al cliente a través de una carta mucho más que correcta. Y si lo que buscas es salir del barullo del centro y cenar al aire libre en un entorno de diez, una buena posibilidad es La Porta del Principe.
Tener una de las mejores vistas del mundo desde El Vaticano
Para los amantes de las vistas de cine existe un lugar desde donde obtendrán una espectacular: la cúpula de El Vaticano. Si la Basílica de San Paedro ya impresiona desde fuera, cuando subáis a la cúpula (ánimo para llegar arriba, que hay unos cuantos escalones un tanto angustiosos porque el espacio es muy estrecho) y diviséis el horizonte desde sus 136 metros de altura, os gustará aún más. Si vais por allí y queréis daros una vuelta por los Museos Vaticanos, acordaos que cierran los domingos salvo el último de cada mes.
Conocer las entrañas de Roma a través de sus catacumbas
En Roma la falta de espacio obligó a crear infinidad de galerías subterráneas que formaron largos laberintos de varios kilómetros a lo largo de los que se excavaron montones de nichos. Visitar parte de ese mundo subterráneo que en su día se excavó bajo la ciudad es una experiencia de las que no se olvidan fácilmente, y aunque no es posible adentrarse en la mayoría de las más de 60 catacumbas existentes, sí hay cinco de ellas abiertas al público. Las de San Calixto, con una red de galerías de más de 20 kilómetros en las que se enterraron 16 pontífices y decenas de mártires cristianos, son muy recomendables.
Nos dejamos un montón de experiencias que tienen su aquel, como meter la mano en la boca de la verdad, tirar una moneda a la Fontana di Trevi, contar los escalones de la plaza de España... Pero como dicen los romanos, para conocer esta ciudad “non basta una vita”. Así habrá excusas para volver.