Es fácil hablar de la sensación de libertad que proporciona un barco, de cómo el viento empuja las velas y se fija un itinerario en función de las apetencias de cada momento. Para el marino eventual, el verdadero placer reside en vivir sin zapatos durante una semana en un barco como este. Xenos III es una fantástica goleta de recreo de 125 toneladas, con dos mástiles de 26 y 28 metros. A pesar de ser tan pesada, impacta su estilizada silueta. Nedim Nadaci, el capitán, recuerda un poco a las caricaturas de Poseidón. Pelo rizado, tripa generosa y una eterna sonrisa cuando está fuera de casa…
La salida en barco de Bodrum está cargada de emociones. Aunque el día esté nublado, su castillo aparece como un foco de emociones. Sus paredes acumulan un largo listado de eventos dramáticos. La construcción por parte de los Caballeros de la Orden de San Juan, la toma por parte de las tropas de Suleiman, campo de batalla en la Primera Guerra Mundial y ocupado por los italianos en la postguerra de la Segunda Guerra Mundial… La Historia ha dejado hueco para todos, aunque muchas veces éste fuese sangriento.
Este tipo de navegación no es la más deportiva, pero resulta perfecta para un viaje pausado. Tranquila lectura en cubierta, excelente comida con productos cercanos, gin tonic bien preparado antes de la cena y una fácil relación con la tripulación que permite llevar el timón o aprender los requisitos básicos de la navegación a vela en un barco de esas dimensiones. Aquí todos los días pasa algo. Si por la mañana los pescadores locales se acercan a vendernos sus pulpos y a intercambiar unos tragos de raki para cerrar el negocio, por la tarde toca clase de arqueología en la isla de Cleopatra.
Siesta en Cati Bay
Dicen que la reina egipcia mandó traer arena desde Egipto para poder bañarse en estas aguas. A pesar de su pequeño tamaño, la isla tiene un anfiteatro para 2.000 personas, las ruinas del Templo de Apolo y algunos bastiones de una antigua fortaleza. Si nos refugiamos en Cati Bay, la siesta puede ser tremenda. Cuando se despierta, lo único que pide el cuerpo es un baño en unas aguas tan verdes que resultan insultantes. Transparentes, cristalinas y sumamente placenteras. Nadar lo justo para cansarte y seguir ese ritmo de abandono y dejadez.
Lejos del bullicio de Bodrum, cada pueblo es una sopresa. Un buen ejemplo lo tenemos en una pequeña villa de la costa, Coketme. Junto a los barcos de los pescadores, siempre hay una decena de barcos atracados en el muelle de un restaurante llamado Ibrhaim. Muy sencillo y agradable. Esos barcos demuestran cómo está evolucionando el nuevo turismo en la zona. La construcción de nuevas casas y la transformación de los pueblos reflejan el vivir cotidiano en Turquía. Es un poco como la España rural de los años sesenta. Pueblos sin asfaltar, mujeres que cocinan con leña y sartenes negras y ese ambiente rural donde a la vaca se le cuida como si fuera de la familia.
La excursión es a Bozalan, pueblo famoso por sus alfombras. Todo es sumamente relajado y natural. Agua que corre por las calles, vacas que pastan a la sombra de los olivos y niños que juegan a conducir sentados al volante de un tractor, sin la presión del turismo. Hasta un cierto desorden puede ser agradable cuando se trata de un lugar como este. Las vistas son espectaculares. Un pequeño cementerio protegido por un huerto de olivos, la silueta de los pinos para visualizar el mar y detrás las montaña de la el otro lado del golfo de Bodrum. La vida es mucho más maravillosa cuanto el tiempo se mide por ratos, no por horas.
Más información en www.turismodeturquia.com y www.aproache.com