Érase una vez un burro, un perro, un gato y un gallo que, viejos ya después de una vida de trabajo, temían ser sacrificados por los dueños de las granjas en que vivían. Así que cada uno por su cuenta, temiendo el cuchillo del amo, huyeron y emprendieron el camino hacia Bremen, la ciudad hanseática famosa por el buen trato que daba a los extranjeros, en donde pensaban ganarse la vida como músicos.
“Cualquier cosa que nos suceda será mejor que la muerte”, pensaron al iniciar la huida que acabó juntando a los cuatro. ¡Cuántas aventuras vivieron en el camino! Y de hecho tampoco queda claro en el cuento de Jacob Grimm si llegaron a la ciudad de sus sueños, pero ésa es otra historia. Pero ya que se cumplen 150 años de la muerte del mayor de los Grimm es buen momento de recordar a estos personajes suyos y emprender como ellos el camino a Bremen, en el norte de Alemania, y descubrir algunos detalles de esta ciudad —cuna de la cerveza Beck y del Werder Bremen— tan interesante como desconocida.
Hay rincones en Bremen que parecen de una ciudad de cuento… claro que con esa imagen de cuento de película de Hollywood, con casas de entramado de madera y tejados inclinadísimos que flanquean calles estrechas. Los comercios tienen esos carteles que representan los productos vendidos y que se mueven ligeramente con el viento.
Casco antiguo
El barrio más antiguo y el que mejor responde a esta descripción es Schnoor, que se encuentra cerca del río. Ahora parece que las casas juegan a ser lo más pequeñas posibles y todas están dedicadas al turismo de una u otra forma. De todo tipo. Una de las casas se alquila a los recién casados para que vivan allí su noche de bodas, y parece que no te la alquilan si no te casas.
Más sólidas parecen las casas de la Böttcherstrasse, por donde se pasea entre edificios de indudable apariencia medieval (aunque casi todos reconstruidos en el siglo XX) y en donde se pueden encontrar tiendas, restaurantes, talleres, museos e, incluso, el casino de Bremen, que todo cabe en esta calle de 110 metros de longitud y pocos, muy pocos, de anchura.
La gloria de Bremen, en cualquier caso, hay que buscarla en la Markplatz, la plaza del Mercado, una plaza como hay pocas. La joya dentro de las joyas es el edificio del Ayuntamiento, una preciosidad gótica de principios del siglo XV que fue renovada en estilo renacentista. El edificio, así como la estatua de Roland que se encuentra en la plaza, está declarado patrimonio mundial por la Unesco. Ambos son una maravilla, pero lo importante no es sólo su valor artístico sino, sobre todo, su simbolismo. Las estatuas de Roland en las markplatzs no eran un adorno sino el símbolo de los derechos y las libertades comerciales. El conjunto de la estatua y el Ayuntamiento representan el desarrollo de la autonomía civil y la libertad de mercado en el Sacro Imperio Germánico.
Tradiciones para solteros
El conjunto de edificios de la plaza son un repaso de la historia, desde la Schütting -la casa del comercio de estilo renacentista flamenco- a la Haus der Bürgerschaft, Casa de la Ciudadanía, construida por Wassili Luckhardt en 1966 y sede del parlamento del land. En un costado del Ayuntamiento está la estatua de los músicos de Bremen.
A pocos metros está la imponente catedral. Tiene 1.200 años de historia y una curiosa costumbre obliga a todos los que cumplen 30 años y permanecen solteros a barrer las escaleras hasta que una muchacha virgen le libra del compromiso dándole un beso.
Bremen se encuentra a orillas del Weser y allí, junto al río, se alinean los restaurantes y las cervecerías. Éste es el lugar para un descanso, tomar una Beck bien fría y esperar a que pase un músico de Bremen… preferiblemente humano.