El aterrizaje del formato Masterchef en España vino acompañado de una considerable novedad: la aparición de la figura del presentador, algo que en otros países realiza el propio jurado -como ocurre también en nuestra versión de Top Chef, donde Alberto Chicote hace las veces de juez y de conductor del espacio- y que tampoco implica una mejora sustancial del concurso. Para tan magna tarea se confió en Eva González, ex Miss España, ex sustituta -con muchos años de diferencia- de Paula Vázquez en El juego del Euromillón y estrella de la crónica social, una cara conocida para darle algo de empaque a un producto nuevo y en el que RTVE había depositado muchas esperanzas. Pero, ¿qué necesidad había de implantar este cambio? ¿Y por qué Eva González?
La figura del presentador en Masterchef
En España desconfiamos de los formatos ya existentes -y exitosos- y creemos que siempre vamos a encontrar una mejora made in Spain que hará que lo nuestro sea diferente. Poco importa si carece de coherencia o ralentiza el ritmo del programa, si lo hemos creado nosotros es que debe ser bueno. Para poder encajar la figura de la presentadora en el entramado Masterchef, a Eva González se le encargaron las importantes tareas de introducir los escenarios de las pruebas, dar paso a los concursantes en las catas, narrar la voz en off para los vídeos y consolar a los concursantes expulsados. Eso sí, los momentos estrella continuaron en manos del jurado, que para algo son el alma del programa. ¿Tanto costaba haber confiado en el buen hacer de Pepe, Jordi y Samantha desde el principio?
RTVE pecó de miedo a la hora de contratar a la ex Miss España. Creían que si no incluían un elemento reconocible por el gran público, nadie se iba a molestar en detenerse en el programa. Todo hubiese sido mucho más lógico si Pepe Rodríguez, voz cantante y carismática del jurado, hubiese tomado las riendas -como hace de facto- y hubiesen contado con una de estas grandes voces de Televisión Española para hacer las locuciones. Más económico, más ágil y menos anquilosado -la figura del presentador al uso está ya muy pasada de moda ante las 'locuras' que se permite Mediaset-. Lo que pocos imaginaban es que Eva González se iba a ganar su puesto gracias a su vida fuera del concurso.
El ‘no-romance’ entre Eva y Jordi Cruz
El romance entre la presentadora y el chef Jordi Cruz se convirtió en el tema favorito de la crónica social. Un amor clandestino -él tenía pareja-, surgido entre fogones y negado una y cien veces, pese a que los actos demostraban cosas muy distintas. El público esperaba miradas cómplices durante el concurso y los realizadores no se cortaron a la hora de propiciarlas. La presentadora, por fin, tenía su propia trama y se convertía en la supuestas novia de -como en el mundo de la cocina profesional, los hombres también tienen un papel preponderante en Masterchef; mientras Pepe y Jordi ejercen de chefs consagrados, Samantha es relegada a un segundo plano-. El problema es que el romance no cuajó, o no llegó ni siquiera a empezar, y la presentadora volvió a caer en un limbo del que no consigue salir.
¿Qué pasaría si, con la llegada de la tercera edición, se hubiese decidido prescindir de los servicios de Eva González? Absolutamente nada. Y no es que la presentadora no esté correcta en su actuación, pero es tan innecesaria como que las ficciones en España tengan que durar 70 minutos de media. Y si no empezamos a cortar estas convenciones que alguien ha decidido imponer, nunca conseguiremos igualar nuestra televisión -esa de la que tanto nos quejamos habitualmente- a la que se hace fuera de nuestras fronteras. Podrá parecer irrelevante pero por algo se empieza. Y sí, Eva, te ha tocado a ti.