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Una caja tonta... de ida y vuelta

La noticia esta semana es que el reciente nominado al Oscar Sylvester Stallone va a encabezar un gran proyecto televisivo. Igual que Mel Gibson y Kurt Russell, fichados para una especie de Boardwalk Empire en el Oeste. Pero si (¿antaño?) grandes estrellas del cine acaban en televisión, ¿por qué el tránsito en la otra dirección no siempre es exitoso?

  • Alec Baldwin en un fotograma de la serie de la NBC 30 Rock

Aunque resulte difícil de creer, érase una vez allá por los lejanos años 90 cierto actor y director hoy de renombre se pasó buena parte de la década intentando que le tomaran en serio en el cine tras su paso como galán televisivo. Su gran break llegó en el año 2000 cuando público y crítica se rindieron ante el doble triunfo de “La Tormenta Perfecta” y “O Brother”, de los hermanos Coen. Pero si George Clooney lo tuvo así de difícil después de brillar durante años en Urgencias, el salto de Will Smith desde El Príncipe de Bel Air a la cumbre con “Dos Policías Rebeldes” (1995), “Independence Day” (1996) y “Men in Black” (1997) fue bastante más fulgurante. Por el contrario, otro médico televisivo de postín, Patrick Dempsey, había intentado ser una estrella de cine durante los 80 con varias comedietas adolescentes, pero no consiguió la fama hasta Anatomía de Grey. ¿Y qué decir de su compañera de reparto Katherine Heigl? Lanzada al cine gracias a esa serie hasta que La Cruda Realidad -título también de una de sus películas- le devolvió a la televisión de la que quizá nunca debió de salir.

Ahora bien, lo de carreras que empezaron con la televisión no es nada nuevo. Al fin y al cabo, los legendarios Clint Eastwood o Michael Douglas se curtieron en el salvaje Oeste de Rawhide o las duras Calles de San Francisco junto a Karl Malden. Igualmente, antiguas estrellas como Dick Van Dyke, Angela Lansbury o George Peppard acabaron sus días respectivamente en series como Dr. Kildare, Se Ha Escrito Un Crímen o El Equipo A, junto a Mr.T, por cierto, quien venía de la sitcom DC Cab y acabó probando las mieles del éxito en el cine como peligroso rival de Stallone en “Rocky III”. No, lo raro es lo de Tom Selleck o David Caruso. El primero estuvo a punto de ser Indiana Jones, pero no consiguió escapar de Magnum, y su discreta carrera en cine le ha devuelto a la TV. El segundo en cambio iba muy crecido cuando abandonó Policías de Nueva York por hacerse un hueco en Hollywood, pero acabó regresando con las orejas gachas a CSI: Miami para convertirse en carne de meme con su cara de palo y eternas Ray-Ban. Y es que no todo el mundo pudo ser Bruce Willis o Pierce Brosnan, quien al menos esperó a acabar con Remington Steele para triunfar como 007 y, hoy en día, secundario de lujo.

Hablando de James Bond, poco más se puede decir de Roger Moore, quien relevó con éxito a Sean Connery gracias a su popularidad televisiva como El Santo. En cambio, el 007 más infravalorado de todos, Timothy Dalton, es hoy una presencia de lujo en Penny Dreadful, igual que Sam Neill en Peaky Blinders y quien a su vez pudo haber relevado a Moore una vez éste dejó atrás su licencia para matar. Y para personajes míticos, William Shatner, quien lleva décadas aprovechando el tirón del capitán Kirk de Star Trek o TJ Hooker (y sobre todo los chistes sobre su escaso talento) para aparecer como secundario en comedias donde necesitan a un mega-actor de los que hacen parecer sutil a Nicolas Cage.

Quedémonos entonces en la comedia. Si en los 70 M*A*S*H llevó al divertido Alan Alda a reconvertirse en actor de prestigio para Woody Allen o Scorsese, los 80 fueron de Ted Danson, el inolvidable Sam Malone de Cheers, cuya posterior carrera en cine acabó de vuelta en la tele, aguantándose la risa como nuevo jefe de los CSI de Las Vegas. Nada que ver con quien fue su ayudante tras la barra, Woody Harrelson, hoy nominado a varios Oscars y que si volvió por la pequeña pantalla fue para llevarse aún más premios con la T1 de True Detective. Kelsey Grammer también salió de aquel garito para protagonizar su propio spin-off, Frasier, pero al menos estos días alterna su estelar trabajo vocal como el Actor Secundario Bob de Los Simpsons con agradecidos roles en taquillazos como X-Men, Los Mercenarios o Transformers.

Danny DeVito también es un caso aparte, ya que pasó de secundario en la mítica Taxi a oscarizado actor, director y productor de Hollywood para luego regresar a las sitcoms con Colgados en Filadelfia. Al revés que Alec Baldwin, prometedor galán de los 80-90 que no cuajó hasta que Tina Fey y Rockefeller Plaza le hicieron justicia, y hoy suele ser lo mejor de las películas en las que aparece.

Michael J. Fox, a su vez, supo alternar ambos medios con estilo, entre “Regreso al Futuro” y Enredos de Familia, entre “Stuart Little” y The Good Wife, pero no parece quedar mucha esperanza en las carreras de Ashton Kutcher o Charlie Sheen (su padre Martin al menos encabezó la prestigiosa El Ala Oeste de la Casa Blanca). Todo lo contrario que Steve Carell o el lanzadísimo Chris Pratt, de secundario en Parks & Rec a encabezar multimillonarias franquicias como “Jurassic World” o “Guardianes de la Galaxia”.

Y si nos preguntamos qué quedó del cast de Friends, la respuesta está en Jennifer Aniston y Lisa Kudrow, ambas alternando drama y comedia con cierta habilidad, aunque al menos la segunda no le hace ascos a la tele. Similar talento poseía el tristemente desaparecido James Gandolfini de la contemporánea Los Soprano, igual que Bryan Cranston, papá de Malcolm, inolvidable Walter White/ Heisenberg en Breaking Bad y hoy nominado al Oscar con “Trumbo”.

También Jon Hamm, el Don Draper de Mad Men que igual aparece en “The Town” como en “La Boda de Mi Mejor Amiga” con espectaculares resultados. Unas carreras seguramente envidiadas por David Duchovny y Gillian Anderson de Expediente X o la mayoría del reparto de Perdidos, de la que sólo Evangeline Lilly ha acabado con mejor fortuna entre “Ant-Man” y “El Hobbit”, ya que ni Matthew Fox y Josh Holloway pueden presumir de mucho.

Finalmente, quizá debemos quedarnos con Kevin Spacey y Robin Wright, dándole clase a House of Cards sin que sus carreras en cine se resientan. O con Jessica Lange, quien al menos ha encajado American Horror Story con dignidad. Pero si una estrella juvenil televisiva ha llegado a lo más alto (y no hablamos del Ryan Gosling del Club de Mickey Mouse), ese es Leonardo DiCaprio, sobre el que mucho ha llovido desde Los Problemas Crecen y que por fin tiene Su Preciado Oscar. ¡Aunque nosotros hubiéramos preferido ver a Kirk Cameron mutilado por un oso!

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