Para quien no lo recuerde, Celia fue una serie de seis episodios que narraba las andanzas de una niña madrileña muy despierta llamada Celia. Una revoltosa de cabellos dorados que podría considerarse la primera indignada de España, pues pese a vivir en una clase social acomodada, la niña actuaba, en medida de lo posible, para cambiar el mundo adulto que la rodeaba y que consideraba injusto.
Celia, a la daba vida Cristina Cruz Mínguez (quien casi no volvió a trabajar en el mundo de la interpretación), vivía con sus padres y su hermano Cuchifritín en un piso de Madrid en el que no le faltaba ninguna comodidad; hasta tenía un amplio equipo de asistentas, y una niñera británica para que así su santa y sofisticada madre (Ana Duato) no se tuviese que preocupar de educarla o de hacerle la más mínima labor.
Celia recibió la visita de Baltasar a principios de la serie.
Nada más empezar la serie, Celia es visitada por un Baltasar, un rey mago muy mago que volaba inclusive. Baltasar le deja un mensaje de paz y amor, invitándola a compartir sus juguetes con su amiga Solita, una niña huérfana que no tiene regalos que abrir el día de Reyes. Así, cuando Celia se despierta y se ve rodeada de paquetes para abrir, comienza a repartirlos con su amiga para desesperación de su padre, que no ve con buenos ojos la caridad de su pequeña.
Y es que las amistades de Celia eran atípicas, ya que también era compañera de correrías de un morito llamado Maimón, cuyo tío (Tito Valverde) se había traído de Marruecos para que le sirviese. Pero la chiquilla tampoco verá con buenos ojos este tipo de esclavismo velado y se alía con él cada vez que pueda para echarle un cable, o darle de comer cuando nadie mira.
El racismo en la serie Celia
Porque, aunque de manera crítica, en Celia hay mucho racismo. Tanto es así que en otra de las secuencias se escucha cómo se ha perdido el hermano de Celia y una de las limpiadoras exclama que eso es que se lo han llevado los gitanos; un razonamiento detectivesco que ríete tú de Jessica Fletcher o Colombo.
Lo cierto es que el comportamiento de Celia es un tanto revuelto, aunque como la serie narra su punto de vista, el espectador empatizaba con ella y entendía que la niña no fuese la cría sumisa cuasi florero que se esperaba de ella. Para intentar reencaminarla en la vida, sus padres la acabarían llevando a un internado femenino religioso en el que tampoco dejó títere con cabeza.
Celia, en la serie, consigue desestructurar la jerarquía eclesiástica.
Y es que, entre risas infantiles, Celia consigue desestructurar toda la jerarquía eclesiástica. Así, se escandaliza cuando se da cuenta que un sacerdote no es más que un hombre normal, como lo pueda ser su padre, salvo con la excepción de que viste con traje negro y alzacuellos. O cuando se entera sorprendida de que las monjas comen exquisitos embutidos mientras que ella y sus compañeras no.
Por no hablar del episodio en el que intenta ser santa o mártir, recreando la vidas de los santos que lee en sus libros, en el que incluso planea viajar a África para difundir el cristianismo y que, con suerte, unos moros lo vean mal, le corten la cabeza y así consiga ser llevada a los altares por haber dedicado su vida a Jesús.
Ciencia Vs. Religión
Como era habitual en su forma de ser, una vez en el colegio Celia comulga antes con un grupo de niños pobres que con sus relamidas compañeras de clase, algo que las monjas no ven con buenos ojos. Pero el mayor mazazo que da Celia a la Iglesia es cuando en otro de los capítulos se habla del pasaje bíblico de Jonás, el profeta al que se tragó una ballena, y la niña desmonta esta tradición diciendo que eso es mentira y que ella, como buena estudiante de ciencias, no consigue entender que un mamífero como una ballena y con un determinado sistema digestivo pueda tragarse a un humano y que éste permanezca vivo dentro de ella, por mucho que lo afirmen las santas escrituras. Ciencia contra religión en su versión infantil.
En la serie también se hace un alegato animalista. Además de preocuparse por las personas que tienen menos recursos, de atacar a la Iglesia y de intentar, desde la medida de sus posibilidades, el reparto de riquezas, Celia también tenía unos hermosos sentimientos animalistas. Y es por ello que consigue convencer a una de sus canguros, la anciana doña Benita (Aurora Redondo en uno de sus últimos trabajos) para que compre un burro que iba a ser llevado al matadero, y se lo lleva a vivir a su piso, como si de un simple perrito se tratase. Ya en el colegio católico, Celia también apadrinaría a una cigüeña herida a la que bautizó como Culiculá, pese a la oposición de las hermanas, e incluso quería actuar con ella en fin de curso.
Celia no tuvo el mejor cierre posible para la serie. Y es que su alto coste hizo que la producción se parase y por ello, en el final del sexto de los capítulos vemos un ‘continuará’ que jamás se cumplió. Sin embargo, se trata del mejor broche posible ya que éste se queda abierto, con Celia escapando de las monjas y apuntándose a un grupo de artistas circenses que van camino a China, país al que tiene entendido que han huido sus padres. Sin embargo, igual no fue así, y no se trata más que de un cuento que Celia, amante de las historias de Cenicienta y derivados, escribió de su puño y letra.
Celia caló en la audiencia e incluso se repuso en varias ocasiones.
Producida y dirigida por José Luis Borau, Celia consiguió calar en la audiencia y se repuso en más de una ocasión, y se comercializaría en quioscos junto a los libros originales de Elena Fortún (los cuales vivieron el daño de la censura franquista), y más tarde en un pack de DVD. Fácil de ver a día de hoy (se puede visionar de manera legal y gratuita desde la web de RTVE), estas fechas son buenas sin duda para volver a ver esta serie en la que no falta humor, y que con el paso del tiempo se podría decir incluso que ha ganado mucho; mérito éste último del impecable equipo que la creó y del excelente reparto que la compuso, con María Isbert, los citados Ana Duato, Aurora Redondo y Fernando Valverde, o Fernando Díez del Corral (fallecido este 2014) como alguno de los adultos que ayudan a Celia a caminar por su particular mundo.