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Por fin se acabó 'Un príncipe para Laura'

Te sientas a ver el final del programa y bastan quince minutos. Uno intenta sacar fuerzas de flaqueza para escribir con más propiedad sobre el asunto. Pero no hay manera. Morfeo se impone al morbo por asistir a la degradación humana...

  • Laura y Luján Argüelles, protagonista y presentadora de este programa (Mediaset).

Por fin, se acabó la pesadilla. El espantoso Un príncipe para Laura terminó este miércoles. La princesa descartó a unos cuantos maromos para elegir a un presunto príncipe azul. Y los cuatro o cinco aficionados al programa lloraron desconsoladamente en sus tristes hogares. Tiene que haber gente para todo, que dijo el torero.

El mero hecho de que Cuatro programase este desenlace a las 00.15 horas evidencia que ni quienes montaron este esperpento creen en él. Que la audiencia no haya acompañado en demasía a Laura y sus pretendientes constituye un motivo para la esperanza en la sociedad española. Parece posible que los telespectadores dejen de consumir apasionada y masivamente este tipo de engendros que consisten en ver cómo un grupo de seres humanos simulan enamorarse y se humillan hasta la náusea con el único fin de triunfar en televisión. A cualquier precio. Sin vergüenza ni decoro ni escrúpulos. Todo sea por conseguir una portada en Interviú o un asiento en Sàlvame Deluxe. La excusa para justificar este espectáculo es que cualquiera, por friqui o cutre que sea, puede encontrar el amor frente a las cámaras. Qué bonito. Qué falso. Qué horror.

Bastaron quince minutos de programa para renunciar a visionar el resto. El concepto sigue siendo absurdo y denigrante. La historia de la bella Laura -esa belleza es innegable- no es creíble ni por asomo. Las luces de la mayoría de los aspirantes son escasas. Los hipotéticos gags no son graciosos. El interés por esta competición machista es nulo para cualquiera que no esté demasiado aburrido. El trabajo denodado de Luján Argüelles para generar algo de emoción resulta vano. Todo es prescindible. Nada merece la pena. Off. Y a dormir.

Uno intenta sacar fuerzas de flaqueza para escribir con más propiedad sobre el asunto. Pero no hay manera. Morfeo se impone al morbo por asistir a la degradación humana. Así que aquí no les destriparemos el final del programa. De este espacio solo puede destacarse, por abandonar la malicia y destacar algo, el gran trabajo de producción y posproducción, por otra parte habitual en todo este tipo de realities que enganchan solo a yonquis de la tele. Bueno, lo realmente destacable, lo maravilloso, lo genial es que ya se ha acabado. Y es de esperar que, tras Corina y Laura, no haya más presuntas princesas en televisión. Por salud mental.

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