Carles Puigdemont apareció el domingo en la televisión pública catalana desde un bar bruselense con la vista puesta en un televisor. Jugaba el equipo de su tierra, la que no pisa desde que decidiera exiliarse y convertir su existencia en una especie de reality show de bajo presupuesto. Las imágenes demostraron que hasta los hombres llamados a hacer historia se dejan llevar, a veces, por las distracciones mundanas. Por el fútbol, el deporte del pueblo. Los camareros del establecimiento permitieron que Puigdemont y su troupe situaran a su lado varias sillas vacías para solidarizarse con 'los Jordis' y con los presos del exGovern. También dejaron entrar a los medios de comunicación, que se hicieron eco del discurso político que pronunció en el descanso y de su participación en la 'telemaratón' de TV3. El expresident firmó una camiseta del Girona F.C. y alguien la compró por 1.500 euros. El dinero se destinará a la investigación de las enfermedades infecciosas. ¿Acaso hay un hombre en el mundo más generoso y dedicado a su pueblo?
Desde que Puigdemont puso pies en polvorosa y se estableció en la capital belga, la radio-televisión pública catalana ha convertido en noticia cada uno de sus paseos. Ese señor de pelo lacio, gafas, bufanda amarilla, chaqueta negra y jersey de cuello alto que camina por Bruselas con cara de tener frío viajaba hace menos de dos años en la 'clase turista' de la política. Desde su asiento, ni siquiera se alcanzaba a ver la business que ocupaban los Junqueras, Romeva y compañía y menos aún la first class que acaparaba Artur Mas. La poca pegada de Junts pel Sí forzó a pactar con un partido -CUP- que pidió la cabeza del líder del procés, lo que obligó a buscar a un segundo espada, a un tal Carles, de Girona. Un alcalde. El que quiso construir en su ciudad un parque temático del soberanismo.
La historia es de sobra conocida, pero no está de más recapitular para cerciorarse de la dimensión de la campaña de propaganda que se ha desplegado en los últimos 23 meses, en los que un desconocido se convertido en el nuevo Mesías de Cataluña; y alguien que huyó de España para no enfrentarse a las consecuencias de sus actos, ha sido ascendido a héroe del pueblo.
Todo ello, ante la impasible mirada de un Gobierno central que perdió la batalla de la comunicación por incomparecencia y que no ha sabido transmitir a sus aliados mediáticos los argumentos necesarios para desinflar la burbuja independentista. Entre otras cosas, porque la política de Rajoy con la prensa ha sido la de encerrarse en casa y, ante cualquier presencia sospechosa, sacar a los perros. Que, de viejos, ya ni corren, ni ladran.
La dama del 'procés'
Mónica Terribas dedicaba este martes su última entrevista política de la campaña electoral a Carles Puigdemont. No podía ser de otra forma. Desde su privilegiada atalaya en la radio pública catalana, esta periodista se ha posicionado claramente del lado de los soberanistas y no ha escatimado las críticas hacia los constitucionalistas.
Viajó a Bruselas para entrevistar a los consejeros fugados hace más de un mes, emplazó a los camioneros a que revelaran la ubicación de los policías que trataban de parar el referéndum del 1-O; y hace unas horas ha mantenido una conversación amable con Puigdemont, omnipresente en TV3 y Catalunya Ràdio en la campaña de su ausencia. “Los catalanes no legalizarán la decapitación del país el 21D”, ha dicho en antena, mientras la emprendía contra el PSC. Las críticas a ERC, con cuentagotas.
Terribas comenzaba su programa entre metáforas: "Aunque sé que están equivocados, no puedo dejar de sentir que es un privilegio participar de su error. Me parece un error glorioso (...). Con ambas manos alzadas a la luna, abrimos una ventana en este cielo cerrado (...). Último día de campaña. Que cada uno identifique los cielos cerrados y los abra jueves con sus votos". Quien quiera entender, que entienda.
Desde que Puigdemont puso pies en polvorosa y se estableció en la capital belga, la radio-televisión pública catalana ha convertido en noticia cada uno de sus paseos.
Puigdemont y las familias convergentes deben estar muy agradecidos a Vicent Sanchís, el director de la Corporación Catalana de Medios Audiovisuales. El biógrafo de Lluis Prenafeta. Este periodista ha conseguido que una televisión que está dominada en sus bases por ERC haya concedido un trato preferencial a Junts per Catalunya durante la campaña electoral. No era difícil en una comunidad autónoma en la que los independentistas se mueven bajo la máxima de que 'el infierno son los otros'. Pero el plan podría haberse torcido, al igual que ha ocurrido en varias ocasiones en la historia de estos medios de comunicación, en las que ERC ha utilizado su fuerza en las redacciones de la radio y la televisión para golpear a Convergència.
Libre del 155
Mariano Rajoy renunció a aplicar el artículo 155 sobre TV3 ante las reticencias que generaba en la oposición la intervención de un medio de comunicación. Material sensible y extremadamente inflamable. Esa decisión evitó el coste político de cualquier boicot que pudieran haber realizado sus periodistas, que a buen seguro hubiera adquirido una relevancia internacional. Ahora bien, también supuso dejar en manos de los independentistas el gran altavoz del procés, desde el que mañana, tarde y noche se ha disparado contra los constitucionalistas durante los últimos años.
Este jueves por la noche, con los resultados electorales de la mano, habrá que analizar la influencia que ha tenido la Corporación Catalana de Medios Audiovisuales en la 'canonización' de Puigdemont y en los resultados que obtenga su lista política, en clara ascensión. Desde luego, sus responsables han hecho un esfuerzo considerable para que cada paseo, cada movilización, cada discurso y cada reunión haya llegado con la máxima resonancia posible al hogar de los televidentes catalanes.
Era un señor de Girona que pasaba por allí que, gracias a una cuidada campaña publicitaria, ha ascendido a 'icono pop' del independentismo y a líder de una “revolución pacifista”. Aunque no tenga nada de eso y aunque sus rivales internos y externos le esperen el 22-D con el cuchillo entre los dientes.
¿Ve, señor Rajoy?. Los medios eran muy importantes.